El Catolicismo, ha sido siempre protagonista en la Historia de España, impregnados de su espíritu hicimos grandes cosas. Por la fe, conquistamos y evangelizamos continentes, se erigieron grandes catedrales, la religión fue motivo de inspiración para grandes arquitectos, escritores, escultores, pintores, y España fue cuna de grandes místicos y santos que son faros que debemos buscar en tiempo de tempestad.
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Esta institución que desde los años treinta hasta la actualidad, ha sufrido muchas vicisitudes, también ha tenido serias transformaciones. La Iglesia perseguida de la Republica y víctima de la guerra siempre mantuvo su cabeza erguida y orgullosa; fue una Iglesia de coherente militancia, valiente y mártir, que nada tiene que ver con ciertos sectores de la cómoda y acomplejada Iglesia actual.
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Amo a la Iglesia de Roma profundamente, por eso, me atrevo a decir - sufro con la Iglesia, por que no me gustan ciertas actitudes actuales. Desde mi punto de vista de seglar practicante quiero, debo, expresar mi pesar, sacudiendo con palabras el polvo que nos apolilla. Nuestra fe debe ser, ¡es! arriesgada, comprometida, difícil, es servicio; todo lo que vale cuesta y aquí el premio es, nada menos que la inmortalidad en la amorosa y eterna compañía de Dios.
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Desde hace unos años, a pesar de la sabia y amorosa dedicación de sus pastores en especial de los últimos Papas, parece que la Iglesia está desorientada, no encuentra el rumbo, su mensaje llega más apagado, su apostolado es escaso, los seminarios y los templos están cada vez más vacíos; y por si esto fuera poco, los enemigos del bien atacan, con sus poderosas armas, las líneas de flotación de la fe. No son buenos tiempos.
¿Qué hacemos mientras tanto los que nos llamamos cristianos?, ¿hacemos algo por contrarrestar, de algún modo, esa tremenda agresión?
¡NADA!, Ya ni rezamos, algunos incluso han perdido la fé en el inmenso poder de la oración.
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En este tiempo de extravío moral y espiritual, hombres de la Iglesia han introducido graves errores en su seno, la división, la apostasía, la deserción de no pocos sacerdotes y obispos, la indisciplina, la desobediencia al Papa, el relajamiento en la liturgia, la tibieza espiritual de quienes la conforman, han sido circunstancias que han venido ensuciando la belleza de la Iglesia.
De esta ética fláccida, tenemos culpa todos los que nos consideramos Iglesia, en mayor o menor responsabilidad. La oración, los Sacramentos, y hacer de la vida un espejo de la vida de Cristo, no es tarea fácil. Es para valientes. Es para coherentes. La vida de Jesús, fue rendido servicio a los hombres, y se le pagó con incomprensión, odio, sangre y muerte. Efectivamente este no es, a la vista del mundo, un modelo de triunfo, y además dá miedo, pero ese es el Camino, y no es fácil.
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El mundo está ahí invitándonos a tomar otros “atajos”. Los adversarios, están ahí, con más fuerza que nunca, atacan con sus ideas, influyen y convencen. Tienen la propaganda apropiada y la audiencia presta. Disfrazan sus intenciones de agnosticismo filantrópico, progresismo, cómodas facilidades, libertad, tolerancia y talante.
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Esta institución que desde los años treinta hasta la actualidad, ha sufrido muchas vicisitudes, también ha tenido serias transformaciones. La Iglesia perseguida de la Republica y víctima de la guerra siempre mantuvo su cabeza erguida y orgullosa; fue una Iglesia de coherente militancia, valiente y mártir, que nada tiene que ver con ciertos sectores de la cómoda y acomplejada Iglesia actual.
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Amo a la Iglesia de Roma profundamente, por eso, me atrevo a decir - sufro con la Iglesia, por que no me gustan ciertas actitudes actuales. Desde mi punto de vista de seglar practicante quiero, debo, expresar mi pesar, sacudiendo con palabras el polvo que nos apolilla. Nuestra fe debe ser, ¡es! arriesgada, comprometida, difícil, es servicio; todo lo que vale cuesta y aquí el premio es, nada menos que la inmortalidad en la amorosa y eterna compañía de Dios.
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Desde hace unos años, a pesar de la sabia y amorosa dedicación de sus pastores en especial de los últimos Papas, parece que la Iglesia está desorientada, no encuentra el rumbo, su mensaje llega más apagado, su apostolado es escaso, los seminarios y los templos están cada vez más vacíos; y por si esto fuera poco, los enemigos del bien atacan, con sus poderosas armas, las líneas de flotación de la fe. No son buenos tiempos.
¿Qué hacemos mientras tanto los que nos llamamos cristianos?, ¿hacemos algo por contrarrestar, de algún modo, esa tremenda agresión?
¡NADA!, Ya ni rezamos, algunos incluso han perdido la fé en el inmenso poder de la oración.
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En este tiempo de extravío moral y espiritual, hombres de la Iglesia han introducido graves errores en su seno, la división, la apostasía, la deserción de no pocos sacerdotes y obispos, la indisciplina, la desobediencia al Papa, el relajamiento en la liturgia, la tibieza espiritual de quienes la conforman, han sido circunstancias que han venido ensuciando la belleza de la Iglesia.
De esta ética fláccida, tenemos culpa todos los que nos consideramos Iglesia, en mayor o menor responsabilidad. La oración, los Sacramentos, y hacer de la vida un espejo de la vida de Cristo, no es tarea fácil. Es para valientes. Es para coherentes. La vida de Jesús, fue rendido servicio a los hombres, y se le pagó con incomprensión, odio, sangre y muerte. Efectivamente este no es, a la vista del mundo, un modelo de triunfo, y además dá miedo, pero ese es el Camino, y no es fácil.
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El mundo está ahí invitándonos a tomar otros “atajos”. Los adversarios, están ahí, con más fuerza que nunca, atacan con sus ideas, influyen y convencen. Tienen la propaganda apropiada y la audiencia presta. Disfrazan sus intenciones de agnosticismo filantrópico, progresismo, cómodas facilidades, libertad, tolerancia y talante.
Es un mundo sin fe, donde surgen nuevos ídolos; el placer inmediato, el dinero y el poder, que son el gran “dios” trino de este engendro diabólico. La economía y su control es su eje. Nos dicen como tenemos que vestir, que debemos comer, que debemos leer, como tenemos que vivir, en qué, como, cuando y cuanto debemos gastar.
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Estamos sumidos en una enajenación mental sin precedentes, y esta provoca que, los enemigos del hombre, consigan sus deseos ancestrales en un proceso de aceleración antes impensable por el freno de la, hasta entonces, presencia de una Iglesia vigilante. Hemos bajado tanto la guardia que incluso “El Humo del Infierno está dentro de la Iglesia de Dios”. (Pablo VI). La relajación de las formas y la adulteración de los fondos hacen que el espíritu de nuestra fe se desvirtúe y se corrompa, y posibilita este implacable ataque a Dios y a su criatura, el hombre. Así, privados de la Fe, estamos abocados a un mundo donde la esperanza es incierta y la caridad nula. La inmortalidad que Él nos ganó, nos esperará entonces en su cara más amarga.
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La solución a toda esta catástrofe está en nuestra mano, -dice Jesús: “Más yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.” (Mt 16, 18). Así Pues, se llame Juan o Benedicto, ¡¡ SIGAMOS A PEDRO!!.
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Estamos sumidos en una enajenación mental sin precedentes, y esta provoca que, los enemigos del hombre, consigan sus deseos ancestrales en un proceso de aceleración antes impensable por el freno de la, hasta entonces, presencia de una Iglesia vigilante. Hemos bajado tanto la guardia que incluso “El Humo del Infierno está dentro de la Iglesia de Dios”. (Pablo VI). La relajación de las formas y la adulteración de los fondos hacen que el espíritu de nuestra fe se desvirtúe y se corrompa, y posibilita este implacable ataque a Dios y a su criatura, el hombre. Así, privados de la Fe, estamos abocados a un mundo donde la esperanza es incierta y la caridad nula. La inmortalidad que Él nos ganó, nos esperará entonces en su cara más amarga.
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La solución a toda esta catástrofe está en nuestra mano, -dice Jesús: “Más yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.” (Mt 16, 18). Así Pues, se llame Juan o Benedicto, ¡¡ SIGAMOS A PEDRO!!.
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Roma es el camino y Pedro, el único guardián de la Luz en este mundo oscuro, no busquemos atajos...no los hay.
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5 comentarios:
Lo que está claro es que tú, yo y aquel ocupamos un puesto entre el bien y el mal. Y de lo que hagamos cada uno depende la salud del Cuerpo Místico de Cristo.
Siempre con el Papa.
Hay mucho que hacer...
Te ha sido concedido un premio Arte y Pico, pasa a recogerlo por aqui: http://patrilorente.blogspot.com/2008/02/premios-arte-y-pico-08.html
Que excelente has escrito arcendo, me gustó mucho. Ahora fijate bien que contra la Iglesia las puertas del infierno no prevaleceran.Dios sabe guiar a su grey, para eso a puesto a los apóstoles. Nada en la Iglesia es casualidad, no por nada al mencionar loa ños treinta la Iglesia realiza actos como la canonizacion de los amrtires de españa, no por nada viendo los signos de los tiempos la Iglesia realiza un concilio como el de aparecida, no es por casualidad que en su enciclica salvados por la esperanza el papa escriba que el marxismo no es la via, y que posteriormente afirme que tmapoco lo es el materialismo al cual acusa de ser incluso hasta mas nefasto que el socialismo, no es tampoco casualidad que diferentes obispos levanten su voz contra medidas arbitraria,s atentados contra los derechos, etc,e tc, etc. Conversaba con un amigo y hermnaso en estos días y la verdad que no se podía esperar menos de este Pedro que tenemos, aunque quisieramos que todos y por todos se sienten vientos de renacimiento de un evrdadero catolicismo y un verdadero ser iglesia (a pesar de todos los escandalos), centrados en Cristo, en él confiamos.
Dios te bendiga.
Lo que la gente piensa, siente o desea de sus necesidades no son satisfechas.¿Por que? Los lideres falsos¿no?.
En estos sistemas trastornados, los miembros están para satisfacer los deseos de los líderes. Si esto sucede en el área espiritual, se trata de abuso espiritual y esos son los cristianos que aman al comunismo y el socialismo y ademas esos que se hacen llamar plurales.Solo quieren poder y nada más.
Cuando alguien utiliza su posición de poder o autoridad para forzar a otros al rendimiento, manipulándolos y avergonzándolos, esto causa daño espiritual (y también daño emocional). La víctima es herida. Y el lugar que debería brindar la mayor seguridad para las personas, les ofrece la menor seguridad.
no sé si me explicado,pero ahí está lo dicho.Saludos arcendo.
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