NADA ES COMPARABLE...

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Antes de empezar el tema del post, permitidme que haga una dedicatoria personal de urgencia. Me cuenta mi querida Militos, que HARTO, abandona la lucha en su blog. Como ya no es posible dejarle comentario en su bitácora, lo hago desde aquí:
Querido amigo, fuiste el primero que me posteo, por eso y por tu trayectoria recta y sin doblez, siempre te he admirado. Como dijo alguien en tu blog, respeto tu decisión, pero no la aplaudo; siento, de verdad, tu marcha, te vamos a echar de menos; pero estoy seguro que, cuando tus circunstancias te lo permitan, de una manera u otra, estarás a nuestro lado. Te envío desde aquí el más cordial de los abrazos y te deseo lo mejor en todo lo que emprendas. Hasta siempre, NADA fue comparable a tu amistad.
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Ahora, si comienza el post del lunes.

NO HAY NADA COMPARABLE

Cuando se está verdaderamente sediento, o fatigado; ante, un hecho tan cotidiano, como beber un simple vaso de agua, ¿Quién no ha sentido en su interior el convencimiento de que no hay nada mejor en el mundo?; ¿Quién no se ha dicho para sí: - no hay nada comparable a esto-?.
Probablemente más de uno se haya sentido así, además curiosamente este sentimiento se produce ante hechos o circunstancias aparentemente triviales para otros:
- Cuando comemos algo que nos gusta y lo hacemos con el momento justo.
- Cuando alguien nos felicita o reconoce nuestro trabajo.
- Cuando recibimos el cariño de alguien, en forma de palabra, abrazo, o beso.
- Cuando escuchamos cierta música, que nos motiva o nos conmueve incluso hasta el llanto.
- Cuando hemos gozado de la lectura relajada y edificante de un buen libro.
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En multitud de ocasiones, nos sale de dentro la dichosa frase. –No hay nada comparable a esto-, y en realidad, en ese momento y para ti, no lo hay.
Cuando la vida se vive con intensidad y con necesidad, cualquier vivencia es única. Y son esos raros instantes en los que intuimos esos destellos de felicidad, en los que fisiología y alma casan, se conjuntan y se realizan.
El secreto precisamente reside en la pasión con que se reciben las cosas que nos vienen; entonces… lo lógico, por consiguiente, sería intentar obtener esa misma sensación en cualquier momento de nuestra vida. ¿Por qué no somos capaces de ver que no hay NADA comparable a la misma vida, en cada latido, en cada momento, en cada paso?.
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No hay nada comparable a este gran regalo que es vivir, ¡no lo dudes y vive la vida!.
Bébetela como ese simple vaso de agua, y repite muchas veces: -no hay NADA mejor que vivir. ¡Gracias Dios mío!.

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Os dejo con dos vídeos de música, incomparables ambos, que a mí me hacen vivir y sentir vivo; y por eso, los comparto con vosotros.
El primero es nada menos, ¡Oh paradoja!, que un Réquiem; el de Mozart, y su famosa lacrimosa. La versión es la que hace el maestro Claudio Abbado.
La segunda pieza, también dirigida por Abbado, es tremendamente alentadora y amable, es el homenaje al despertar de la vida que hace el divino sordo; Beethoven, en el tercer movimiento de su sexta sinfonía, llamada Pastoral.

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Lacrimosa Requiem. Wolfang Amadeus Mozart.

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Ludwig Van Beethoven - Sinfonia n.6 - Claudio Abbado. Tercer Movimiento.

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