Reconozco que, gracias a Dios, en mi familia todavía persisten ciertas tradiciones navideñas que a mi me gusta alimentar cada año. Casi siempre por estas fechas repetimos algunas cosas que ya son una especie de ritual. Me gusta levantar estos días de fiesta con música navideña, en la que no faltan los tradicionales villancicos y en cuanto a mi otra gran pasión, el cine; no falta el clásico “Que bello es vivir” para recordarnos una vez más aquella fábula en la vida de George Bailey, encarnado maravillosamente por Jimmy Stewart.
Este año, no ha sido menos, pero además le hemos sumado la lectura familiar, de otro de los grandes de tiempo navideño, el famoso “Cuento de Navidad” de Dickens; aderezado también, gracias a las facilidades que da Internet, con la versión cinematográfica de esta obra, protagonizada en el año 1970, por Albert Finney y Sir Alec Guinnes, llamada “Gracias, mister Srooge”.
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A raíz de esta experiencia, siempre grata; pero también de la actual situación mundial actual, a uno le da por pensar en que no estamos en condiciones de dejar pasar el mensaje del viejo cuento de Charles Dickens.
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Hace unos días, leía estupefacto, en “La Nación.es”, la siguiente noticia:
“Los autobuses londinenses, a partir de enero predicarán mensajes ateos". “Probablemente Dios no existe, así que deja de preocuparte y disfruta de la vida” será el eslogan que muchos autobuses urbanos del centro de Londres, tanto en el interior como en sus laterales exteriores.”
La campaña parte de la iniciativa de la British Humanist Association y ha sido impulsada por el célebre biólogo británico y popular ensayista ateo Richard Dawkins.
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Con noticias como esta, y con el galopante laicismo promovido por nuestro desgobierno, no es descabellado pensar que estamos tratando con muchos Srooges, que quieren imponer su descreimiento pesimista a todo bicho viviente.
Estamos viendo y viviendo muchos ejemplos que aseguran la certeza de esta afirmación.
Para algunos (incluidos nuestros políticos y alcaldes) hay muy poco que celebrar, y si lo hay está tan alejado de su verdadero sentido que se pierde. Ya solo es cuestión de una mera celebración familiar para ponerse como el kiko de langostinos (el que pueda), porque eso de la Navidad es un cuento chino para niños y viejas.
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Proliferan los Mr. Scrooge encarnados en políticos que insisten, como el barbado lider de la oposición en “pasarlo bien porque es Navidad” y los que esconden su ateismo militante, en la petición de no armar ruido, para no herir sensibilidades.
Políticos moderadísimos como el ínclito Gallardón que cada vez, hacen menos alusiones al Belén y menos luces en las calles, para parecerse más al tacaño “héroe” dickensiano, tan ruin y agarrao que amaba “la oscuridad porque era barata”.
O instituciones de siempre, como el Corte Inglés, que ya se apunta abiertamente a la corriente laicista de moda. (Ver enlace).
Este año, no ha sido menos, pero además le hemos sumado la lectura familiar, de otro de los grandes de tiempo navideño, el famoso “Cuento de Navidad” de Dickens; aderezado también, gracias a las facilidades que da Internet, con la versión cinematográfica de esta obra, protagonizada en el año 1970, por Albert Finney y Sir Alec Guinnes, llamada “Gracias, mister Srooge”.
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A raíz de esta experiencia, siempre grata; pero también de la actual situación mundial actual, a uno le da por pensar en que no estamos en condiciones de dejar pasar el mensaje del viejo cuento de Charles Dickens.
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Hace unos días, leía estupefacto, en “La Nación.es”, la siguiente noticia:
“Los autobuses londinenses, a partir de enero predicarán mensajes ateos". “Probablemente Dios no existe, así que deja de preocuparte y disfruta de la vida” será el eslogan que muchos autobuses urbanos del centro de Londres, tanto en el interior como en sus laterales exteriores.”
La campaña parte de la iniciativa de la British Humanist Association y ha sido impulsada por el célebre biólogo británico y popular ensayista ateo Richard Dawkins.
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Con noticias como esta, y con el galopante laicismo promovido por nuestro desgobierno, no es descabellado pensar que estamos tratando con muchos Srooges, que quieren imponer su descreimiento pesimista a todo bicho viviente.
Estamos viendo y viviendo muchos ejemplos que aseguran la certeza de esta afirmación.
Para algunos (incluidos nuestros políticos y alcaldes) hay muy poco que celebrar, y si lo hay está tan alejado de su verdadero sentido que se pierde. Ya solo es cuestión de una mera celebración familiar para ponerse como el kiko de langostinos (el que pueda), porque eso de la Navidad es un cuento chino para niños y viejas.
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Proliferan los Mr. Scrooge encarnados en políticos que insisten, como el barbado lider de la oposición en “pasarlo bien porque es Navidad” y los que esconden su ateismo militante, en la petición de no armar ruido, para no herir sensibilidades.
Políticos moderadísimos como el ínclito Gallardón que cada vez, hacen menos alusiones al Belén y menos luces en las calles, para parecerse más al tacaño “héroe” dickensiano, tan ruin y agarrao que amaba “la oscuridad porque era barata”.
O instituciones de siempre, como el Corte Inglés, que ya se apunta abiertamente a la corriente laicista de moda. (Ver enlace).
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No hay nada que celebrar, no hay belenes, no hay angelitos, no hay luces. Todo muy correcto, todo muy aséptico, todo DEMASIADO SOSO, sin sal y sin sentido.
Hace más de dos mil años, que estamos celebrando el hecho más glorioso de la Historia de la humanidad y ahora nos empeñamos en taparlo con gilipolleces a cual más gazmoña, melindre y remilgada.
No hay nada que celebrar, no hay belenes, no hay angelitos, no hay luces. Todo muy correcto, todo muy aséptico, todo DEMASIADO SOSO, sin sal y sin sentido.
Hace más de dos mil años, que estamos celebrando el hecho más glorioso de la Historia de la humanidad y ahora nos empeñamos en taparlo con gilipolleces a cual más gazmoña, melindre y remilgada.
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Pero…¿Qué hacemos los cristianos, ante tanto descreído mala leche?. ¿Qué deberíamos hacer?.
Ante los acontecimientos que sucedieron en Belén hace 2008 años y que acabamos de recordar estos días, es difícil, casi imposible…convencer a quien no quiera verlo si no es por la fé y una pizca de locura reveladora y rebelde.
El nacimiento de Cristo es lo menos políticamente correcto y lo menos aceptable para todos los que quieren seguir en sus vidas cómodamente, en una actitud burgués y egoísta, sin mover un dedo por los demás.
Porque, esta historia de un Dios que se hace niño en un pesebre, es única, sorprendente, y sobre todo hiriente para muchos. Ante ella, los incrédulos dicen que es una fábula y algunos –demasiados- creyentes, lo viven como si lo fuera.
Es decir, frente al comienzo de esta gran locura, que fue el –Dios con nosotros y Dios por nosotros-, unos se defienden con su incredulidad y otros con toneladas de azúcar.
Porque de eso se trata… de defenderse instintivamente. Todas las cosas de Dios son vertiginosas, y a veces, casi siempre ocurre que el hombre no es capaz de asimilar tan tremenda realidad, tanta grandeza y se defiende negándola o empequeñeciéndola.
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Dios es como el sol: agradable mientras estamos lo suficientemente lejos de él para aprovechar su calor y evitar la quemadura, pero ¿Quién podría soportar la proximidad del sol? ¿Quién podría resistir a este Dios que se mete de lleno en la vida de los hombres?.
Por eso, a veces, o tapamos la Navidad, o la convertimos en una fiesta de confitería empalagosa.
La Navidad es otra cosa, más sublime, enorme, desproporcionada en todos los aspectos, es el gran –SALTO DE DIOS-.
Los de siempre pretenden arrebatarnos el sentido de ese Misterio, por eso, nuestra actitud ha de ser, coherente y seria. No podemos, ni debemos prostituir el nacimiento de Dios, derritiendonos ante tal imagen de aquel “dulce niño de cabellos rizados”, porque esa falsa ternura, nos evitaría pensar en esa idea vertiginosa de que sea Dios en verdad.
Una Navidad frivolizada nos permite al mismo tiempo creernos creyentes y evitarnos el riesgo de tomar en serio lo que una visión realista de la Navidad nos exige.
La idea de que, en su pasión, Jesús suba a la muerte por nosotros y que nos pida, incluso hacer lo mismo debe ser el modus operandi de todo buen cristiano.
Pero…¿Qué hacemos los cristianos, ante tanto descreído mala leche?. ¿Qué deberíamos hacer?.
Ante los acontecimientos que sucedieron en Belén hace 2008 años y que acabamos de recordar estos días, es difícil, casi imposible…convencer a quien no quiera verlo si no es por la fé y una pizca de locura reveladora y rebelde.
El nacimiento de Cristo es lo menos políticamente correcto y lo menos aceptable para todos los que quieren seguir en sus vidas cómodamente, en una actitud burgués y egoísta, sin mover un dedo por los demás.
Porque, esta historia de un Dios que se hace niño en un pesebre, es única, sorprendente, y sobre todo hiriente para muchos. Ante ella, los incrédulos dicen que es una fábula y algunos –demasiados- creyentes, lo viven como si lo fuera.
Es decir, frente al comienzo de esta gran locura, que fue el –Dios con nosotros y Dios por nosotros-, unos se defienden con su incredulidad y otros con toneladas de azúcar.
Porque de eso se trata… de defenderse instintivamente. Todas las cosas de Dios son vertiginosas, y a veces, casi siempre ocurre que el hombre no es capaz de asimilar tan tremenda realidad, tanta grandeza y se defiende negándola o empequeñeciéndola.
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Dios es como el sol: agradable mientras estamos lo suficientemente lejos de él para aprovechar su calor y evitar la quemadura, pero ¿Quién podría soportar la proximidad del sol? ¿Quién podría resistir a este Dios que se mete de lleno en la vida de los hombres?.
Por eso, a veces, o tapamos la Navidad, o la convertimos en una fiesta de confitería empalagosa.
La Navidad es otra cosa, más sublime, enorme, desproporcionada en todos los aspectos, es el gran –SALTO DE DIOS-.
Los de siempre pretenden arrebatarnos el sentido de ese Misterio, por eso, nuestra actitud ha de ser, coherente y seria. No podemos, ni debemos prostituir el nacimiento de Dios, derritiendonos ante tal imagen de aquel “dulce niño de cabellos rizados”, porque esa falsa ternura, nos evitaría pensar en esa idea vertiginosa de que sea Dios en verdad.
Una Navidad frivolizada nos permite al mismo tiempo creernos creyentes y evitarnos el riesgo de tomar en serio lo que una visión realista de la Navidad nos exige.
La idea de que, en su pasión, Jesús suba a la muerte por nosotros y que nos pida, incluso hacer lo mismo debe ser el modus operandi de todo buen cristiano.
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Hoy la Iglesia de Madrid, entre otras, ha celebrado esa gran fiesta de la Navidad en la calle. Hemos acudido a la llamada con alegría, porque al contrario de aquel avaro personaje de Dickens, queremos ser generosos en la distribución de nuestro gran tesoro. Y queremos apelar a la familia de Nazareth para ser luz en el oscurantismo de los que pretenden tapar inútilmente la gruta de Belén.
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Hoy la Iglesia de Madrid, entre otras, ha celebrado esa gran fiesta de la Navidad en la calle. Hemos acudido a la llamada con alegría, porque al contrario de aquel avaro personaje de Dickens, queremos ser generosos en la distribución de nuestro gran tesoro. Y queremos apelar a la familia de Nazareth para ser luz en el oscurantismo de los que pretenden tapar inútilmente la gruta de Belén.
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Es cierto que hay que acercarse a la Navidad aniñándose. Pero no abobándose (la historia, muchas veces, llamó bobos a los santos y santos a los bobos), porque Belén no es un lugar apto para “mayores de espíritu”, es esa fiesta de hoy en MADRID, una fiesta joven, casi una fiesta de locos, de locos enamorados, porque hay que estar algo loco para entender la grandeza de lo que ocurrió allí.
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Aguantar la mirada de aquella querida trinidad terrestre de Belén, y difundir su mensaje, dando testimonio vital del mismo, no es nada fácil, no es un camino de rosas, nunca lo fue; exige mucho de nosotros. Pero a pesar de la dificultad, no es imposible y el premio final lo merece, no hay, ni habrá, trofeo igual: La visión eterna, para siempre, de la amorosa Trinidad celeste, en nuestras vidas inmortales.
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A estos otros, pesimistas sin Dios, solo cabe esperar que como a Scrooge, la visita de algún viejo fantasma familiar les haga recapacitar en su retorno al camino de la luminosa estrella de Belén; porque también es para todos ellos, ese mensaje navideño.
Nosotros, sin embargo, hemos de debemos tener las cosas claras y actuar en consecuencia. Y como dice la letra de un memorable tema, del gran león irlandés: “and at the end of the day, we should give thanks and pray, to The One, to The One.”...“Al final del día, deberíamos dar gracias y rezar… al Único, al Único.”.
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Aguantar la mirada de aquella querida trinidad terrestre de Belén, y difundir su mensaje, dando testimonio vital del mismo, no es nada fácil, no es un camino de rosas, nunca lo fue; exige mucho de nosotros. Pero a pesar de la dificultad, no es imposible y el premio final lo merece, no hay, ni habrá, trofeo igual: La visión eterna, para siempre, de la amorosa Trinidad celeste, en nuestras vidas inmortales.
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A estos otros, pesimistas sin Dios, solo cabe esperar que como a Scrooge, la visita de algún viejo fantasma familiar les haga recapacitar en su retorno al camino de la luminosa estrella de Belén; porque también es para todos ellos, ese mensaje navideño.
Nosotros, sin embargo, hemos de debemos tener las cosas claras y actuar en consecuencia. Y como dice la letra de un memorable tema, del gran león irlandés: “and at the end of the day, we should give thanks and pray, to The One, to The One.”...“Al final del día, deberíamos dar gracias y rezar… al Único, al Único.”.
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6 comentarios:
Como siempre muy reconfortante tu entrada, Arcendo.
Estamos cercanos al nuevo año, recibe mis mejores deseos, y que las metas se hagan realidad, en estos tiempos difíciles. Abrazos, Martha
Que seas muy feliz, y consigas todos tus propósitos en este nuevo año, que comenzará dentro de muy poquito!
Dios te bendiga!
Tu post de hoy es para leerlo varias veces. ¿Vaya caña la que nos metes!.
Me alegro mucho de como va tu bavidad, los demás hacemos lo que podemos. Pero una confía en que eso de que "Al que hace lo que puede Dios le ayuda" sea una verdad como un templo, como el templo formado hoy en Colón al que sólo asistí por televisión.¡ Los imponderables involuntarios!.
Que todo lo llene el amor de Dios. Ese amor que a veces es dulce y a veces amargo por lo que cuesta llegar a Él.
Pido lo mejor para tí y tu familia.
Un beso
Hola arcen,feliz año Nuevo 2009,el mensaje de Jesucristo es universal y Su nacimiento es una fiesta que está abierta a todos. Prohibirla sería como decir que Cristo vino a salvar a unos sí y a otros no, y eso no es cierto.
Poco a poco, si seguimos haciendonos instrumentos Suyos, Cristo irá llegando a todos sus hijos y romperá todas estas corrientes que nos invaden . Necesita de nuestra colaboración para hacerlo.
Pido para nosotros mucha fortaleza en el Espíritu Santo y que seamos muy generosos.
Un beso grande Arcen, como siempre una reflexión fundamental la tuya.
SÓLO DECIRTE QUE ME IDENTIFICO PLENAMENTE CON TUS PALABRAS...
FELIZ AÑO 2009
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