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Todos estamos llamados a la santidad, es un imperativo divino, sí, pero todo el que alguna vez, se ha metido a fondo, en eso de intentar, al menos una vida recta, sabrá por experiencia que la tarea no es fácil. Es lo más parecido a una guerra, que hay en este mundo; pero de una guerra con las más encarnizadas batallas y el más duro enemigo, uno mismo.
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La búsqueda de la santidad, no es otra cosa que acudir a la vocación de felicidad que tenemos cada uno; todos la tenemos y en nuestra mano está desoír o no esa llamada, desarrollarla o ahogarla con nuestros miedos y nuestros egoísmos.
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Aquellos que ya son Santos reconocidos, nos enseñan que la alegría está al alcance de cualquiera, que a cada uno de nosotros nos ha sido dada una voluntad para servirnos de ella; pero también que la virtud, en la mayoría de los casos, no es revelación repentina, sino una conquista lenta, dura y difícil. En la vida todo es cuestión de fe y de tenacidad.
Los Santos, lo son porque lucharon, porque se supieron dar y tuvieron las agallas de levantarse tantas veces como habían caído. Al final de sus vidas tuvieron la recompensa del cielo, pero estoy seguro que ya en esta tierra, sintieron la satisfacción, casi sobrehumana de saberse, vencedores de su cuerpo y hasta de su pensamiento.
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El ejemplo de aquellos hombres y mujeres de Dios, es un modelo de lucha. Somos, hay que recordarlo, nuestros dueños. Podemos caer en el abismo o evitarlo. Todo puede hacerse, todo puede no hacerse. Todo depende de nosotros, pero de eso pende, precisamente nuestra felicidad, la de ahora, y la que es para siempre. Por eso no está de más recordar otra vez, con palabras de guerrero, que la felicidad no se mendiga, se conquista día a día.
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El gran secreto está en persuadirse que amar no es otra cosa que darse en plenitud.
Y que el castigo del pecado, no es otro que el dolor por haber pisoteado el amor.
El patrón a seguir es Cristo sufriendo en la Cruz, Aquel que ama solo por amar, hasta que de repente, rota por su propia dicha, cae como una piedra, en el surco abierto de la muerte por Amor.
Cuanto más avanzamos por la vida, mas se ahondan en nuestro corazón las huellas del dolor, por las veces, que le hemos negado, por las veces que no fuimos dignos de luchar a su lado, por los demás.
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Pero todavía, aún en esta última trinchera, estamos a tiempo de reconquistar la felicidad; mientras nos quede un segundo en esta tierra, todo es posible. Recuperar la alegría es el objetivo.
Alegría de creer, alegría de amar, de entregarse, de avanzar a grandes pasos por la vida, como sé avanza ingrávido por el agua. Con fé todo es posible, la fé mueve montañas. Oigamos una alentadora arenga, de nuestro general De Aquino:
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Adóro te devóte, latens Déitas,
quae sub his figúris vere látitas:
tibi se cor meum totum súbicit,
quia te contémplans totum déficit.
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Te adoro con devoción, Divinidad oculta,
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La búsqueda de la santidad, no es otra cosa que acudir a la vocación de felicidad que tenemos cada uno; todos la tenemos y en nuestra mano está desoír o no esa llamada, desarrollarla o ahogarla con nuestros miedos y nuestros egoísmos.
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Aquellos que ya son Santos reconocidos, nos enseñan que la alegría está al alcance de cualquiera, que a cada uno de nosotros nos ha sido dada una voluntad para servirnos de ella; pero también que la virtud, en la mayoría de los casos, no es revelación repentina, sino una conquista lenta, dura y difícil. En la vida todo es cuestión de fe y de tenacidad.
Los Santos, lo son porque lucharon, porque se supieron dar y tuvieron las agallas de levantarse tantas veces como habían caído. Al final de sus vidas tuvieron la recompensa del cielo, pero estoy seguro que ya en esta tierra, sintieron la satisfacción, casi sobrehumana de saberse, vencedores de su cuerpo y hasta de su pensamiento.
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El ejemplo de aquellos hombres y mujeres de Dios, es un modelo de lucha. Somos, hay que recordarlo, nuestros dueños. Podemos caer en el abismo o evitarlo. Todo puede hacerse, todo puede no hacerse. Todo depende de nosotros, pero de eso pende, precisamente nuestra felicidad, la de ahora, y la que es para siempre. Por eso no está de más recordar otra vez, con palabras de guerrero, que la felicidad no se mendiga, se conquista día a día.
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El gran secreto está en persuadirse que amar no es otra cosa que darse en plenitud.
Y que el castigo del pecado, no es otro que el dolor por haber pisoteado el amor.
El patrón a seguir es Cristo sufriendo en la Cruz, Aquel que ama solo por amar, hasta que de repente, rota por su propia dicha, cae como una piedra, en el surco abierto de la muerte por Amor.
Cuanto más avanzamos por la vida, mas se ahondan en nuestro corazón las huellas del dolor, por las veces, que le hemos negado, por las veces que no fuimos dignos de luchar a su lado, por los demás.
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Pero todavía, aún en esta última trinchera, estamos a tiempo de reconquistar la felicidad; mientras nos quede un segundo en esta tierra, todo es posible. Recuperar la alegría es el objetivo.
Alegría de creer, alegría de amar, de entregarse, de avanzar a grandes pasos por la vida, como sé avanza ingrávido por el agua. Con fé todo es posible, la fé mueve montañas. Oigamos una alentadora arenga, de nuestro general De Aquino:
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Adóro te devóte, latens Déitas,
quae sub his figúris vere látitas:
tibi se cor meum totum súbicit,
quia te contémplans totum déficit.
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Te adoro con devoción, Divinidad oculta,
verdaderamente escondida bajo estas apariencias.
A ti se somete mi corazón por completo,
y se rinde totalmente al contemplarte.
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Repito la última parte:
“A ti se somete mi corazón por completo, y se rinde, sin reservas al contemplarte.”
A veces, el lenguaje de la guerra y el del amor se confunden, porque en todo amor que merezca ese nombre siempre hay una batalla, una victoria y una rendición.
Solo que en esta guerra, hay una excepcional paradoja, todo aquel que se rinda incondicionalmente a los pies del Señor, tiene la victoria asegurada.
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Repito la última parte:
“A ti se somete mi corazón por completo, y se rinde, sin reservas al contemplarte.”
A veces, el lenguaje de la guerra y el del amor se confunden, porque en todo amor que merezca ese nombre siempre hay una batalla, una victoria y una rendición.
Solo que en esta guerra, hay una excepcional paradoja, todo aquel que se rinda incondicionalmente a los pies del Señor, tiene la victoria asegurada.
Así es mi Dios, en su guerra solo hay bienes colaterales.
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10 comentarios:
Sabes arcendo?, esa clase de guerra está muy bien, pero llega un momento en la vida que ya lo único que puedes hacer es dejarte llevar por ese amor de Dios y que El haga lo que quiera de tí.
Que El te conceda una buena pelea en la que triunfe su amor.
Te quiero, un beso
Off topic/ creo que te adelantaste con tu comentario porque me equivoqué dos veces y tuve que volver a publicar. Gracias
Hola, me he agregado como seguidor y tienes un enlace en mi Blog La Verdad de la política.
Saludos
Buenas noches querido Arcen, ni que decir tiene lo que me ha entusiasmado este post.
Haciendo la liturgia de las horas, dia a dia me sorprendo de la cantidad enorme de himnos y salmos que se expresan en el lenguaje de la guerra, hay cientos. Y pienso que los enemigos (los de dentro y los de fuera) los tendremos hasta el último momento de nuestra vida y cuanto más cerca estemos de Dios más nos atacarán, no hay que relajarse porque el demonio no descansa nunca.
Muchas gracias!! me guardo el link de esta entrada. El vídeo emocionantísimo, ya te lo había visto, es alucinante.
Un abrazo cielo.
♥
Tú mismo lo has dicho con Santo Tomás: "A tí se somete mi corazón por completo y se rinde totalmente al contemplarte"
El Adorote, para mí siempre ha sido la oración del Amor con mayúscula.
Me voy a dormir saboreándola, gracias por traerla.
Felices sueños
Pues yo me he despertado con esta entrada. Precioso el video. Un abrazo
El video estupendo, y el actor guapo:)
Estar en guerra o lucha por tus, o mis, ideales, no conlleva ni el ojo por ojo, ni la enfermedad del odio.
A Dios gracias de eso no tengo.
Por eso no comprendí los ataques a Pepe Rubianes despues de muerto.
Un abrazo:)
Gracias Arcendo por tu temprana visita.He vuelto y me marcho de nuevo, con pocas posibilidades de Internet.
Me ha gustado tu post.
Pienso que en la guerra del amor, cuando se pierde una batalla precísamente lo que se gana es amor, ceder es el princípio de todo amor.
Un abrazo.
Muy bien hablar de santidad en estos momentos, a ella estamos llamados todos, ahora nos toca a nosotros actuar y hacer meritos.
Me alegra que nos recuerdes hoy jueves ese Adoro Te Devote, que nos traes.
Un fuerte abrazo
Hola Arcendo: no podía entrar en tu blog y anoche no me conecté, así que bienvenido (aunque con atraso) a mi mundo de nuevo!!!!No sabes lo que te extraño cuando no te leo.!!
Ese poema encierra en sí mismo, todo el compedio del amor cristiano: fíjate, si no, cuántos santos han dicho lo mismo, de diferentes maneras. La santidad es llegar al abandono completo y, aunque aún no lo logremos, si ya lo deseamos, es que estamos en el camino. Me encanta la foto,pues creo que fueron genuinos seguidores de Cristo, hasta que se consumieron en la vorágine de la maldad que puede llegar a tener el ser humano. Es la imagen que tengo del defensor de la fe, a veces hay que pelear con las armas, no cabe dudas. Pero en la paz haremos más.
La entrada, como dicen mis amigos Militos,Terly y compañía es muy apropiada para la fecha. Creo que todos, con nuestras faltas y virtudes, estamos en el camino, solo tenemos que pedir al Señor que nos aumente la fe,la esperanza y la caridad.
Besotes y bendiciones.
Al cerdo Pepe Rubianes muerto ya por suerte para todos los españoles, que le juzgue Dios en su infinita Misericordia. Yo lo que no entiendo es que a alguien le haya podido parecer una "diversión ácida" la basura de estercolero que soltó por su boca.
Hay gente que no entiende que ser cristiano no equivale a quedarse calladito esperando a que te partan la cara y destrocen a tu país y a tu gente.
Que hay que LUCHAR¡¡¡ por el Amor de Dios. Que no podemos dejar que nos maten y que contaminen a la generación de nuestros hijos. ¿Pero qué es esto??¡
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