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Os dije que, no escribiría nada hasta el domingo, pero la carne de bloguero es débil y yo que no soy capaz de estar callado ni debajo del eau, que dirían los franchutes; tengo más mono de blog, que Tarzán en la selva.
Desde luego, hay palabras que no se deberían ni pronunciar, porque…., a pesar de considerarme hombre de palabra, para cosas importantes, en esta voy a caer como un ceporro zapaterino y dado que ya habéis opinado “casi todos” los más habituales, me voy a permitir, ¡mea culpa!, quebrantar mi palabra.
Bueno, y ya que rompo con lo que dije…, intentaré salvar la circunstancia con un post que merezca la pena.
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Ya había hablado en un post anterior (Ver enlace), de la última encíclica papal, poniendo de manifiesto alguno de los puntos que, a mi corto entender, eran más reseñables. En realidad, todo el documento lo es.
Sin embargo, observando el impacto mediático que ha tenido y las distintas opiniones sobre la misma, me atrevo a seguir hablado de ella, con el fín de aclarar alguno de sus puntos.
La expectación que se creó en torno a esta encíclica, incluso antes de ser publicada, era máxima; de tal manera que el mismo día que salió a la luz, la profusión de cabeceras y opiniones sobre la misma eran masivos. Todos los medios, prensa, radios y televisiones no solo se apresuraron a emitir la noticia como tal, sino que ya tenían en la recámara este o aquel contertulio, dispuesto a emitir su juicio sobre la encíclica e incluso de su autor.
Lo primero que he de decir, es que a pesar de lo muy expertos que puedan llegar a ser esos opinantes, tengo mis grandes dudas sobre la fiabilidad de las mismas. Me parece, al menos arriesgado aventurar un juicio concienzudo sobre este documento, en tan poco tiempo. Me dá que la inquina contra la Iglesia y el deseo de tergiversación van por delante del deseo de analizarla de forma ecuánime, y que la máxima pretensión es reducir la encíclica a una serie de comentarios sectarios e ideologizados.
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Es verdad que esta carta apostólica es un programa, pero no un programa político, es el programa de la esperanza, en ella están el diagnóstico y las soluciones que aconsejan la razón y la fe a los problemas que atenazan a la familia humana en la actualidad. Por tanto, conviene leerla, asumirla y tratar de hacerla efectiva.
Sin embargo, tengo que advertir que, para los no muy habituados a este tipo de literatura, la lectura e incluso la comprensión, se les puede hacer algo ardua.
Benedicto XVI, habla claro, pero es, a mi modo de ver, una Encíclica tan profunda, que a veces.., necesita una doble lectura (¡oh torpe de mí!). Algunas encíclicas anteriores, por ejemplo las de Pio XII, son más fáciles y mueven a la oración, pero esta, aún siendo intachable en su rigurosidad, es mucho más técnica.
No quiero con esto hacer crítica destructiva (Dios me libre), ni desanimar a su lectura, antes bien, solo por el hecho de ganar indulgencias, es altamente recomendable; solo tengo la intención de dar mi particular opinión.
A un lector poco acostumbrado pues, le sugeriría que comenzara en el capítulo segundo, pero que vuelva a la introducción una vez que haya terminado el documento. Digo esto porque en ese capítulo comienza el análisis de la situación y cualquiera puede reconocerse en él.
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Lo que en realidad, demuestra Benedicto XVI, es un penetrante conocimiento de nuestra situación cultural, social y económica, a cuyas carencias sabe dar respuestas conformes a lo que la situación requiere, aunque sin inmiscuirse en los aspectos políticos que no son competencias directas del Papa.
Desde que León XIII, impulsa la "doctrina social", el mundo ha cambiado y mucho. De tal modo que las últimas encíclicas, y esta también a pesar de su aparente dificultad, están hechas para todos, no solo para los Obispos y los curas, es precisamente gracias a los medios, Urbi et orbe, son sin duda, un fenómeno mediático absoluto, por eso el Papa lo sabe y le dá el tono exacto, que el documento merece. Huyendo del simplismo, es riguroso, exacto, erudito y nunca exento de la espiritualidad que en estos documentos se espera.
Os dije que, no escribiría nada hasta el domingo, pero la carne de bloguero es débil y yo que no soy capaz de estar callado ni debajo del eau, que dirían los franchutes; tengo más mono de blog, que Tarzán en la selva.
Desde luego, hay palabras que no se deberían ni pronunciar, porque…., a pesar de considerarme hombre de palabra, para cosas importantes, en esta voy a caer como un ceporro zapaterino y dado que ya habéis opinado “casi todos” los más habituales, me voy a permitir, ¡mea culpa!, quebrantar mi palabra.
Bueno, y ya que rompo con lo que dije…, intentaré salvar la circunstancia con un post que merezca la pena.
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Ya había hablado en un post anterior (Ver enlace), de la última encíclica papal, poniendo de manifiesto alguno de los puntos que, a mi corto entender, eran más reseñables. En realidad, todo el documento lo es.
Sin embargo, observando el impacto mediático que ha tenido y las distintas opiniones sobre la misma, me atrevo a seguir hablado de ella, con el fín de aclarar alguno de sus puntos.
La expectación que se creó en torno a esta encíclica, incluso antes de ser publicada, era máxima; de tal manera que el mismo día que salió a la luz, la profusión de cabeceras y opiniones sobre la misma eran masivos. Todos los medios, prensa, radios y televisiones no solo se apresuraron a emitir la noticia como tal, sino que ya tenían en la recámara este o aquel contertulio, dispuesto a emitir su juicio sobre la encíclica e incluso de su autor.
Lo primero que he de decir, es que a pesar de lo muy expertos que puedan llegar a ser esos opinantes, tengo mis grandes dudas sobre la fiabilidad de las mismas. Me parece, al menos arriesgado aventurar un juicio concienzudo sobre este documento, en tan poco tiempo. Me dá que la inquina contra la Iglesia y el deseo de tergiversación van por delante del deseo de analizarla de forma ecuánime, y que la máxima pretensión es reducir la encíclica a una serie de comentarios sectarios e ideologizados.
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Es verdad que esta carta apostólica es un programa, pero no un programa político, es el programa de la esperanza, en ella están el diagnóstico y las soluciones que aconsejan la razón y la fe a los problemas que atenazan a la familia humana en la actualidad. Por tanto, conviene leerla, asumirla y tratar de hacerla efectiva.
Sin embargo, tengo que advertir que, para los no muy habituados a este tipo de literatura, la lectura e incluso la comprensión, se les puede hacer algo ardua.
Benedicto XVI, habla claro, pero es, a mi modo de ver, una Encíclica tan profunda, que a veces.., necesita una doble lectura (¡oh torpe de mí!). Algunas encíclicas anteriores, por ejemplo las de Pio XII, son más fáciles y mueven a la oración, pero esta, aún siendo intachable en su rigurosidad, es mucho más técnica.
No quiero con esto hacer crítica destructiva (Dios me libre), ni desanimar a su lectura, antes bien, solo por el hecho de ganar indulgencias, es altamente recomendable; solo tengo la intención de dar mi particular opinión.
A un lector poco acostumbrado pues, le sugeriría que comenzara en el capítulo segundo, pero que vuelva a la introducción una vez que haya terminado el documento. Digo esto porque en ese capítulo comienza el análisis de la situación y cualquiera puede reconocerse en él.
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Lo que en realidad, demuestra Benedicto XVI, es un penetrante conocimiento de nuestra situación cultural, social y económica, a cuyas carencias sabe dar respuestas conformes a lo que la situación requiere, aunque sin inmiscuirse en los aspectos políticos que no son competencias directas del Papa.
Desde que León XIII, impulsa la "doctrina social", el mundo ha cambiado y mucho. De tal modo que las últimas encíclicas, y esta también a pesar de su aparente dificultad, están hechas para todos, no solo para los Obispos y los curas, es precisamente gracias a los medios, Urbi et orbe, son sin duda, un fenómeno mediático absoluto, por eso el Papa lo sabe y le dá el tono exacto, que el documento merece. Huyendo del simplismo, es riguroso, exacto, erudito y nunca exento de la espiritualidad que en estos documentos se espera.
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Sin embargo en todas y cada una de esas cartas, se repite lo fundamental, no puede ser de otra forma, la caridad, el amor es la base de todo, la expresión máxima de la creación y del desarrollo del mundo y los seres humanos hemos de empeñarnos al máximo en el servicio de nuestros hermanos y expresarlo de manera concreta tanto en la economía como en la política, como en todas las actividades humanas.
Benedicto XVI no solo le rinde homenaje a Pablo XVI en su "Populorum Progressio", a la cataloga de pionera y profética como lo fue la "Rerum Novarum" de León XIII, sino que desarrolla y actualiza las reflexiones sobre el sistema económico, la justicia internacional y el desarrollo de los pueblos. La economía, igual que la política y la técnica son devueltas al orden ético y moral. Todo acto humano tiene que contribuir necesariamente a una mayor humanización de las personas, la sociedad y la humanidad.
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Porque como ha dicho recientemente nuestro Cardenal Rouco, "La crisis y sus secuelas no se explican por los fallos del sistema económico, sino por los fallos humanos y las conductas de las personas que han traspasado los límites de la moral, que son atribuibles a agentes cualificados y responsables financieros de los mercados", acusó el Cardenal, para advertir de que, si fallan los responsables del funcionamiento "justo y honrado" del mercado, "no hay solución técnica posible".
La solución pasa como dice el Papa en “Caritas in veritate” por "dotar de carácter humano y existencial al sistema económico y financiero", porque como también recordó el Cardenal Rouco Varela, "El humanismo que excluye a Dios es inhumano", "Cuando aplicamos la justicia y la caridad a las cosas, se supera la crisis".
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Benedicto XVI no solo le rinde homenaje a Pablo XVI en su "Populorum Progressio", a la cataloga de pionera y profética como lo fue la "Rerum Novarum" de León XIII, sino que desarrolla y actualiza las reflexiones sobre el sistema económico, la justicia internacional y el desarrollo de los pueblos. La economía, igual que la política y la técnica son devueltas al orden ético y moral. Todo acto humano tiene que contribuir necesariamente a una mayor humanización de las personas, la sociedad y la humanidad.
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Porque como ha dicho recientemente nuestro Cardenal Rouco, "La crisis y sus secuelas no se explican por los fallos del sistema económico, sino por los fallos humanos y las conductas de las personas que han traspasado los límites de la moral, que son atribuibles a agentes cualificados y responsables financieros de los mercados", acusó el Cardenal, para advertir de que, si fallan los responsables del funcionamiento "justo y honrado" del mercado, "no hay solución técnica posible".
La solución pasa como dice el Papa en “Caritas in veritate” por "dotar de carácter humano y existencial al sistema económico y financiero", porque como también recordó el Cardenal Rouco Varela, "El humanismo que excluye a Dios es inhumano", "Cuando aplicamos la justicia y la caridad a las cosas, se supera la crisis".
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El reto es anticipar la ciudad de Dios en la construcción de la ciudad del hombre. Ese seria el resumen de este magnífico regalo del Papa, que invito a leer y difundir.
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Carta Encíclica CARITAS IN VERITATE, de SS. Benedicto XVI * * *
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4 comentarios:
Hola cielo:
Pues yo la estoy releyendo también muy despacio porque es importantísima. Pero conozco sacerdotes que ya van por la tercera lectura.
Es una joya, ojalá el mundo escuchara al Santo Padre. De momento a ver si le dan el Nobel de Economía para el que ha sido ya propuesto por el economista Ettore Gotti.
Un abrazo, qué bien te ha quedado este post con la encíclica insertada!! wow..
Sobre las grandes pelis de la historia se me hace dificilísimo opinar, me quedo con las grandes películas épicas... las disfruto muchísimo.
Y también con todas las que hacen llorar a moco tendido, no puedo remediarlo. Ya sabes que soy algo masoca :P
¡Te quiero!
jajaja... ya me parecía a mi un poco raro. Como raro me parece que ya la prensa y los demás hayan podido sacar un veredicto de la encíclica papal. Seguro que tenían la chuleta mucho antes de que saliera.
Para asimilarla hay que ir poco a poco, subrayando y tomando notas, pero creo que ese no es el modo de leer hoy día nada que merezca la pena. Seguro que echan una ojeada a la primera página, otra por en medio y puede que ni lleguen al final.
yo confieso que aún no la he leido, pero me la llevo al campo, con los post que tú le has dedicado, por ahora, que ayudan un montón, para leerla con tranquilidad y deseos de aprender de nuestro Santo Padre.
Un beso y no te quepa duda que rectificar, como para nuestro bien has hecho, es de sabios.
AVISO:
Como has faltado a tu palabra, ahora ya no te valen los videos del jueves para el viernes, no tengas cara y busca otros que sean bien bonitos.
Besiños
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