LA CARRERA MÁS DURA

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No hay treinta y seis caminos hacia el bien sino uno solo: el del corazón. Los otros caminos parecen a veces más fáciles, pero no conducen a ninguna parte.
¿Qué se nos cierran los caminos del mundo? ¡Mucho mejor!.
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En estos momentos, el heroísmo consiste en seguir corriendo, en resistir, en luchar calladamente, en estar siempre alerta, alegre y fuerte, en medio de ese fango, de esos montones de excrementos, de esos cadáveres, de esa niebla, de esa ausencia total de “felicidad” externa...
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Tenemos que despojarnos de todo para poder encontrar, después, la felicidad que florece solo en el alma desnuda. Aquí nada tenemos y por eso, somos felices. Mi pequeña lámpara sigue brillando. Mi corazón vive como ella: ardiente y solitario.
En todas partes, la virtud se forja del mismo modo, las privaciones. Menos tenemos, más somos, más ligeros vamos. El sacrificio no admite cálculos ni reservas.
Hay que avanzar con calma, metro a metro, unos pasos mas allá y sabemos que noche seguirá ahí, oscura, cerrada, helada, pero la certeza de la mañana ensancha nuestra alma.
¿Cuando y como ocurrirá el prodigio?, no importa, lo que importa es que el destino nos encuentre fuertes y dignos
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El camino es duro, a veces falta el aliento, otras me envuelve la nostalgia, pero hay que seguir. Aunque caiga, aunque mis rodillas estén ensangrentadas, me aferraré a lo que tengo, a mi fé. En la vida todo es cuestión de fe y de tenacidad. Lo esencial, lo único, es que entonces podre decir:

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“He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida”.
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Hoy 25 de enero, celebramos la Conversión de S. Pablo.
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