CUARESMARÍA II

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Dios Padre quiso asociar a María con su Hijo, como madre y partícipe de su Pasión; por eso María es la "mujer del dolor" pero también a través de ese dolor, María se convierte en la portadora y soportadora de la ESPERANZA.

Por eso... la Cuaresma es también tiempo oportuno para crecer en nuestro amor filial a Aquella que al pie de la Cruz nos entregó a su Hijo, y se entregó Ella misma con Él, por nuestra salvación.

María aparece siempre con sobriedad, con discreción, con sigilo, casi de puntillas; pero siempre está presente... En el camino, es uno de nosotros, una más, pero en definitiva, ella es el centro cuaresmal de la preparación a la pascua.

Fijémonos esta Cuaresma en Nuestra Madre y meditemos todas las buenas inspiraciones que la oración nos suscite en el corazón, como hacía María. Sólo el corazón que retiene la palabra, como la semilla que cayó en tierra buena, produce frutos de vida eterna.

Plegaria a la Virgen en Cuaresma (fuente)

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Dame tu mano, María, la de las tocas moradas;

clávame tus siete espadas en esta carne baldía.

Quiero ir contigo en la impía tarde negra y amarilla.

Aquí, en mi torpe mejilla,

quiero ver si se retrata

esa lividez de plata,

esa lágrima que brilla.

¿Dónde está ya el mediodía luminoso

en que Gabriel, desde el marco del dintel,

te saludó: "Ave, María"?

Virgen ya de la agonía, tu Hijo es el que cruza ahí.

Déjame hacer junto a ti este augusto itinerario.

Para ir al monte Calvario cítame en Getsemaní.

A ti doncella graciosa, hoy maestra de dolores,

playa de los pecadores, nido en que el alma reposa,

a ti te ofrezco, pulcra rosa, las jornadas de esta vía.

A ti, Madre, a quién quería cumplir mi humilde promesa.

A ti, celestial princesa, Virgen sagrada María.

Amén

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