A nadie se le escapa que el burro es un animal, una bestia. Pero es de mis preferidos, porque es sufrido, tenaz, y además, a pesar de la creencia popular es muy inteligente.
De hecho, el burro es un símbolo, siempre lo fue, en distintas leyendas, fábulas y cuentos; incluso los más grandes fabulistas utilizaron al noble animal como protagonista para el diálogo filosófico, siendo el pollino el cargado de razón y sentido común, frente a su interlocutor humano.
Su potencia no es la arrogante y machista del toro, ni la desagradable sabihondez del gallo o del buho, sino que es la simbología de la paciencia humilde, y la fuerza tranquila, mediterránea, de afrontar la vida. Incluso el mismo Dios utilizó al querido animal en su entrada triunfante en Jerusalem, ¿Quién soy yo para despreciar al pobre animalito?.
Por eso, ante esta noticia de Libertad Digital:
“Rubalcaba en
“Hay quien no se va a bajar del burro, jamás”.”
Yo… soy de los que se quedan con y en el burrito.
11M= ¡¡¡Todavia queremos saber!!!
1 comentario:
Adoro los burros. aunque me gusta más en singular. En el campo hay uno que retraté en el post "yo viví en libertad" que todas las noches me dice adiós, antes de dormir, desde lejos con un dulce rebuzno que resuena por toda la urbanización.
Este si que es un post precioso. Gracias por él.
Hasta la vuelta, besiños
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