Siendo como es, preocupante la crisis económica que hoy amenaza a España, no lo sería tanto si hubiera una voluntad común en volcar todos los esfuerzos para procurar mantenernos a flote frente al vendaval que se avecina.
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En la más pura teoría política elemental, en democracia, socialmente solo se deberían admitir aquellos esfuerzos que pudieran traducirse en mejoras sensibles para el bienestar común y general de todos los individuos. Y esto es así, porque, en la génesis de toda filosofía política democrática está escrito que el individuo es lo más importante, es su esencia.
Ese individualismo sociológico, que es precisamente lo contrario al colectivismo en el que se alinean todas las dictaduras, es el único garante del mantenimiento de las libertades y derechos. La defensa del individuo, con su espíritu crítico y su capacidad para la libertad y el conocimiento es precisamente la base de todo.
El mundo ha ido evolucionando, a lo largo de los siglos, porque ha habido personas individuales que lo han podido interpretar y hacer de sus sueños grandes realidades. Fué la razón individual, la que hizo posible la convivencia y por consiguiente la base democrática que nos permitió vivir en base a unos derechos y obligaciones comunes en beneficio de todos, para avanzar hacia el futuro.
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Sin embargo, estas teorías no se deben interpretar como un rechazo por la comunidad, sino que la comunidad, como bien dice un conocido lema, es la suma de todos, de todos los individuos, que juntos, en un mismo esfuerzo y unidos en torno a una misma Ley –la Constitución-, acuerdan vivir en esos principios.
Pero el problema surge cuando la Ley no se respeta y la idea de unidad se quiebra y eso está pasando hoy en España, que está viviendo su pesadilla más delirante.
La llamada transición y la Constitución vigente se hicieron, en su día, bajo un espíritu de consenso y fue un acierto, sin embargo aquel ánimo de entendimiento y convivencia, hoy está en ruinas y el avance de los nacionalismos excluyentes de esa idea de unidad, se han convertido en el primer enemigo, no solo de la Patria, sino de la misma democracia.
El nacionalismo independentista, a ultranza, supone la aniquilación del concepto moral y natural de Patria en base al trastorno y la manipulación caprichosa de la fronteras y al olvido de una historia común secular; donde el otro concepto primordial, el de Nación, también pierde su sentido.
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En la idea de –Nación-. hay, sin duda, muchos elementos distintos. Pero ninguno de ellos, ni la naturaleza, ni la biología, ni la lingüística, incluso ni la geografía dan cuenta exacta de lo que es, una nación. Es la unión inseparable de todos estas piezas, la que conforma el verdadero concepto nacional. ¡La unión!.
La Patria, se posa en todos esos elementos unidos, pero además transciende a todos ellas, porque además de la sangre, la raza, el habla materna, la tierra que nos vió nacer y la historia está la voluntad de unidad indisoluble de cada uno de esos elementos. Y es esa imagen de realidad nacional, superior al tiempo y a la naturaleza, la que da con su significado preciso y justo. Así, esta, no es una teoría que se pueda discutir, aceptar o rechazar. Es la realidad misma de la vida humana. Por eso, luchar por la Patria y el mantenimiento de su unidad, es luchar por los valores mismos que configuran una existencia humana digna y libre.
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Sin embargo, las pretensiones de los segregacionistas, de aquellos que se auto titulan hoy, nacionalistas, chocan de bruces contra el muro del auténtico concepto nacional. Y se equivocan porque su proyecto no es el de unión, sino de ruptura; se equivocan porque no miran al futuro, ni al progreso, antes bien, sus ideas se anclan en un pasado trasnochado que supone un delirante aislamiento egocéntrico que frena cualquier evolución. Y se equivocan sobretodo, porque quieren llegar a la independencia aupados en un odio irracional que ha provocado muchas muertes y sufrimiento.
El separatismo tal y como lo han entendido muchos de sus lideres, se basa en la agresión constante al Estado, en esa actitud irresponsable que provoca la violencia más tremenda, que a su vez, es consentida, disculpada y nunca condenada de forma tajante.
Es precisamente, ese nacionalismo basado en el odio, el mismo que dice hacer y deshacer en nombre del pueblo, su faceta más peligrosa, la que ha dado lugar a los más grandes tiranos y dictadores del mundo. Mussolini, Hitler, Saddam Hussein, Fidel Castro y Hugo Chávez, son buenos ejemplos de esa perversión del concepto de nación y nacionalismo. Es notorio que sus hechos y maneras a quien menos han favorecido es al pueblo que dicen defender, con sus políticas, los derechos del individuo, han quedado y quedan siempre pisoteados y maltrechos.
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Aquí en España, además de la violencia física del terrorismo y de los distintos grupos radicales, es también reseñable, la persecución al castellano, que no deja de ser, un nuevo atentado a la unidad y a la libertad del individuo. Las famosas inmersiones que son sino prohibir, acorralar y extirpar a la fuerza el empleo de la lengua de todos aquellos que libremente deciden usarla.
La agresión a la lengua común de los españoles y de cuatrocientos millones de personas en el mundo, es una de las barbaridades más estúpidas y destructivas que se han sacado de la manga. Porque, lejos de suponer un bien común, es la absurda defensa del empobrecimiento cultural, un sembrado de división y una perversa utilización de la lengua como instrumento de batalla.
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La tragedia y el lastre de estos nacionalismos es el individuo, la persona. Así tal y como yo lo entiendo, esa mala idea que niega y ataca a la persona, a la unidad territorial, a la libertad, a la lengua, a la historia, a la evolución y se basa en el odio, no debería, nunca, auto proclamarse nacionalista, sino segregacionista o independentista. Se debería cuidar esta cuestión semántica, pues en nuestra Patria, por su concepto estricto, sólo existe una sola nación: España. Que es la única realidad histórica en la que libremente, se relacionan, conviven y evolucionan miles de individuos, que quieren buscar en el presente y para el futuro el bien común para todos, en un marco de unidad y libertad.
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En la más pura teoría política elemental, en democracia, socialmente solo se deberían admitir aquellos esfuerzos que pudieran traducirse en mejoras sensibles para el bienestar común y general de todos los individuos. Y esto es así, porque, en la génesis de toda filosofía política democrática está escrito que el individuo es lo más importante, es su esencia.
Ese individualismo sociológico, que es precisamente lo contrario al colectivismo en el que se alinean todas las dictaduras, es el único garante del mantenimiento de las libertades y derechos. La defensa del individuo, con su espíritu crítico y su capacidad para la libertad y el conocimiento es precisamente la base de todo.
El mundo ha ido evolucionando, a lo largo de los siglos, porque ha habido personas individuales que lo han podido interpretar y hacer de sus sueños grandes realidades. Fué la razón individual, la que hizo posible la convivencia y por consiguiente la base democrática que nos permitió vivir en base a unos derechos y obligaciones comunes en beneficio de todos, para avanzar hacia el futuro.
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Sin embargo, estas teorías no se deben interpretar como un rechazo por la comunidad, sino que la comunidad, como bien dice un conocido lema, es la suma de todos, de todos los individuos, que juntos, en un mismo esfuerzo y unidos en torno a una misma Ley –la Constitución-, acuerdan vivir en esos principios.
Pero el problema surge cuando la Ley no se respeta y la idea de unidad se quiebra y eso está pasando hoy en España, que está viviendo su pesadilla más delirante.
La llamada transición y la Constitución vigente se hicieron, en su día, bajo un espíritu de consenso y fue un acierto, sin embargo aquel ánimo de entendimiento y convivencia, hoy está en ruinas y el avance de los nacionalismos excluyentes de esa idea de unidad, se han convertido en el primer enemigo, no solo de la Patria, sino de la misma democracia.
El nacionalismo independentista, a ultranza, supone la aniquilación del concepto moral y natural de Patria en base al trastorno y la manipulación caprichosa de la fronteras y al olvido de una historia común secular; donde el otro concepto primordial, el de Nación, también pierde su sentido.
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En la idea de –Nación-. hay, sin duda, muchos elementos distintos. Pero ninguno de ellos, ni la naturaleza, ni la biología, ni la lingüística, incluso ni la geografía dan cuenta exacta de lo que es, una nación. Es la unión inseparable de todos estas piezas, la que conforma el verdadero concepto nacional. ¡La unión!.
La Patria, se posa en todos esos elementos unidos, pero además transciende a todos ellas, porque además de la sangre, la raza, el habla materna, la tierra que nos vió nacer y la historia está la voluntad de unidad indisoluble de cada uno de esos elementos. Y es esa imagen de realidad nacional, superior al tiempo y a la naturaleza, la que da con su significado preciso y justo. Así, esta, no es una teoría que se pueda discutir, aceptar o rechazar. Es la realidad misma de la vida humana. Por eso, luchar por la Patria y el mantenimiento de su unidad, es luchar por los valores mismos que configuran una existencia humana digna y libre.
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Sin embargo, las pretensiones de los segregacionistas, de aquellos que se auto titulan hoy, nacionalistas, chocan de bruces contra el muro del auténtico concepto nacional. Y se equivocan porque su proyecto no es el de unión, sino de ruptura; se equivocan porque no miran al futuro, ni al progreso, antes bien, sus ideas se anclan en un pasado trasnochado que supone un delirante aislamiento egocéntrico que frena cualquier evolución. Y se equivocan sobretodo, porque quieren llegar a la independencia aupados en un odio irracional que ha provocado muchas muertes y sufrimiento.
El separatismo tal y como lo han entendido muchos de sus lideres, se basa en la agresión constante al Estado, en esa actitud irresponsable que provoca la violencia más tremenda, que a su vez, es consentida, disculpada y nunca condenada de forma tajante.
Es precisamente, ese nacionalismo basado en el odio, el mismo que dice hacer y deshacer en nombre del pueblo, su faceta más peligrosa, la que ha dado lugar a los más grandes tiranos y dictadores del mundo. Mussolini, Hitler, Saddam Hussein, Fidel Castro y Hugo Chávez, son buenos ejemplos de esa perversión del concepto de nación y nacionalismo. Es notorio que sus hechos y maneras a quien menos han favorecido es al pueblo que dicen defender, con sus políticas, los derechos del individuo, han quedado y quedan siempre pisoteados y maltrechos.
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Aquí en España, además de la violencia física del terrorismo y de los distintos grupos radicales, es también reseñable, la persecución al castellano, que no deja de ser, un nuevo atentado a la unidad y a la libertad del individuo. Las famosas inmersiones que son sino prohibir, acorralar y extirpar a la fuerza el empleo de la lengua de todos aquellos que libremente deciden usarla.
La agresión a la lengua común de los españoles y de cuatrocientos millones de personas en el mundo, es una de las barbaridades más estúpidas y destructivas que se han sacado de la manga. Porque, lejos de suponer un bien común, es la absurda defensa del empobrecimiento cultural, un sembrado de división y una perversa utilización de la lengua como instrumento de batalla.
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La tragedia y el lastre de estos nacionalismos es el individuo, la persona. Así tal y como yo lo entiendo, esa mala idea que niega y ataca a la persona, a la unidad territorial, a la libertad, a la lengua, a la historia, a la evolución y se basa en el odio, no debería, nunca, auto proclamarse nacionalista, sino segregacionista o independentista. Se debería cuidar esta cuestión semántica, pues en nuestra Patria, por su concepto estricto, sólo existe una sola nación: España. Que es la única realidad histórica en la que libremente, se relacionan, conviven y evolucionan miles de individuos, que quieren buscar en el presente y para el futuro el bien común para todos, en un marco de unidad y libertad.
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2 comentarios:
La lengua de un pais es lo que le da fuerza. Cuantas más personas hablen esa lengua, mayor importancia y representatividad tiene ese pais en el mundo. Como ocurre con el ingles. Ya me dirás si reducimos el Español a unas cuantas comunidades ¿que irá quedando de nuestra Nación?
Un beso
Apreciado en Cristo Arcendo,
Realmente muy acertado tu post. Lo único que puedo agregar a modo de complemento es que, si bien es cierto que en la génesis de toda filosofía política democrática está escrito que el individuo es lo más importante, es su esencia, dicho individuo porma parte de una pequeña comunidad que es la familia, que le va a brindar apoyo material y espiritual forjando sus valores, hasta que sea capaz de valerse por si mismo. He allí el valor de que el estado promueva la familia, como célula básica de la sociedad.
Gracias y bendiciones
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