ESTE SÍ QUE SABE.

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Como es de conocimiento público, el Santo Padre Benedicto XVI ha estado estos últimos días en Lourdes con motivo del 150 aniversario de las apariciones marianas. La culminación de su visita ha sido una celebración multitudinaria donde decenas de miles de personas han acudido a rezar y a estar con el Papa.
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Estos días el Santo Padre ha vuelto a mostrar su magisterio a través de sus distintos discursos. Probablemente, el que ha suscitado mayor controversia, entre los de siempre, fueron sus palabras de este último sábado. En ellas, el Papa manifestó su preocupación y la de la Iglesia por el afán desmesurado del hombre moderno por el dinero. El Papa ha denunciado que la codicia insaciable es una idolatría, que el amor al dinero es "la raíz de todos los males" y que "el afán de tener, de poder e incluso de saber desvían al hombre de Dios".
A pesar de la firmeza y la bondad del Santo Padre, hoy se han vuelto a oír multitud de voces enemigas de los que sólo buscan la confusión en la descalificación y en la mentira. Estos críticos malintencionados vuelven, una y otra vez, a las andadas con los viejos tópicos; tachan de hipócrita al Papa y piden a la Iglesia ejemplo y que se despoje de todo su, supuesto, rico Patrimonio.
Y por eso, tan machaconamente como ellos, hay que repetir que la cosa no es como la pintan. Porque desde el sacerdote más humilde hasta el mismo Papa, viven modestamente y sin propiedades personales. El sueldo de un sacerdote de la diócesis como la de Toledo es de 770 euros mensuales, mientras que el del arzobispo "no llega" a los 900, según dijo el propio Monseñor Antonio Cañizares, Primado de España, durante la presentación de la Memoria Económica de la diócesis.
Aún así, la Iglesia ayuda económicamente y de manera muy importante a los pobres. En los últimos 15 años, la Iglesia ha puesto en marcha cada día en las misiones cuatro obras sociales y 10 obras educativas. Estas obras incluyen hospitales, dispensarios, leproserías, hogares para ancianos y minusválidos y jardines de infancia. La Iglesia y sus confesiones religiosas mantienen en España 5.141 Centros de enseñanza, lo que supone educación para casi un millón de alumnos y un ahorro para el Estado aproximado de tres millones de euros por centro y año; y tiene a su cargo 107 hospitales (50 millones de euros ahorrados por hospital y año); entre ambulatorios, dispensarios, asilos, centros para minusválidos o enfermos terminales de sida dependen de la Iglesia 1.004 centros, o sea 51.312 camas (4 millones de euros por centro y año ahorrados al Estado); Cáritas, la verdadera ONG, gasta al año 155 millones de euros salidos del bolsillo de los cristianos españoles; y el gasto de Manos Unidas es de 43 millones que salen del mismo bolsillo…. Etc etc. etc. Así, que quien quiera encontrar manipulación la encontrará, pero aquel que quiera analizar la realidad y los datos de forma honrada y sin complejos, que sepa que también puede hacerlo.
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Otra cosa que ha llamado les ha llamado la atención a estos aguafiestas, es que el Papa también haya puesto también en solfa, que el afán de “saber” pueda ser un peligro. Estos, se han predispuesto a renovar la vieja dicotomía entre ciencia y fé para devolver a un oscurantismo ficticio, que nunca existió, a Nuestra Madre la Iglesia.
Efectivamente, el afán de –saber- a toda costa, sin importar los medios para llegar al fín, además de ser un peligro, es una inmoralidad. No debemos olvidar el ejemplo bíblico del –árbol de la ciencia-, a la postre la única prohibición del edén.
No todo es lícito, aún si el objeto de cualquier experimento humano, sirviera para buenos fines, si atenta contra la vida, no es permisible; pongo por caso, el conseguir células madre a costa de vidas humanas, es totalmente rechazable. No se puede vestir un santo para vestir a otro.
Pero aun así, voy más allá, el otro día comentábamos aquí, la puesta en marcha, del ya famoso, acelerador de partículas en Ginebra. Ese gran aparato, al que tan pomposamente, se le ha llamado –La partícula de Dios-, pretende reproducir el Big Bang, en un inmenso laboratorio. Ya hablé entonces de sus pros y de sus contras, pero lo que ahora me interesa señalar es el afán del hombre, de emular, de querer ser como Dios, de querer conocer todos los insondables secretos del creador a través de la ciencia. Y ya sabemos como nos ha ido otras veces cuando lo hemos intentado, ¡cuantas babeles se han generado por esa causa!. ¿Quién como Dios?, parece repetirnos el Papa en Lourdes, parafraseando al Arcángel.
Creo, que a eso se refería Benedicto XVI, en su discurso, y no a la negación científica que pretenden achacarle; porque de todos es sabido, que si por algo es conocido nuestro Papa actual, además de por su bondad, es por su probada intelectualidad y su erudición.
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Los discursos del Santo Padre, no hacen sino acrecentar el amor por la Iglesia. El Papa ha pedido que “recuperemos a Dios, ese gran desconocido”, que nos dejemos encontrar por Él, que nos busca a través del amor. Que practiquemos el amor y la caridad, y que apartemos TODO lo que nos aparte de Él. La Iglesia todavía confía en la humanidad y nosotros debemos confiar en ella.
Esa simbiosis nos hace mejores y más humanos. Que en definitiva es de lo que se trata, ser feliz en este mundo, a través de la caridad. No le busquemos más, tres pies al gato.
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Pidamos entonces a la Señora de Lourdes, que no nos aparte del camino, Ella es Maestra de Sabiduría y nadie mejor, sabrá guiar nuestras vidas al encuentro final con su Querido Hijo.

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