"Al final, en tiempos de crisis, siempre ha sido un batallón de soldados, el que ha salvado la civilización." Oswald Spengler. La decadencia de Occidente.
Como ya comenté, el domingo pasado Monseñor Cañizares pronunció una homilía, memorable, digna de tenerse en cuenta, para realizar una profunda meditación.
Además de denunciar los atropellos a la fé católica por parte del laicismo estatal; ejerciendo la corrección fraterna, como buen pastor; nos alertó de las dificultades y de la oscuridad del camino venidero:
“Son tiempos recios y difíciles los que atravesamos", dijo Monseñor; "a la situación de crisis económica se unen otras crisis más hondas…". "Hay crisis del sentido de la vida, crisis humana, moral y de valores universales, crisis espiritual y social y crisis del sentido de la verdad".
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Sin embargo, no debemos quedarnos con el ruido y no recoger las nueces. Si analizamos las palabras de este discurso, podemos certificar que el Arzobispo no sólo pretendía limitar su predicación a describir una situación palpable y en exponer los obstáculos presentes y futuros, porque algunos ya son evidentes.
Monseñor Cañizares, nos habló a los fieles, desde su púlpito para comprometernos en un cambio necesario ante lo venidero. La respuesta, pues, ha de ser igualmente, una respuesta decidida y coherente. No debemos escurrir el bulto, ni omitir nuestro deber de ser luz del mundo en la espesa negrura que se avecina.
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Pero para ser faro brillante que alumbre y muestre la senda, son imprescindibles tres requisitos:
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- Primero, rezar, comunicarse con Dios Padre, “que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”.
Para saber lo que Dios nos pide en este momento crucial de la Historia del mundo y de la propia existencia, es hoy más que nunca, necesaria la oración; y además eso también supone e implica, estudiar y poner en práctica, lo que por las Escrituras o por la Tradición, Dios ha participado al hombre a lo largo de los tiempos. En definitiva, oración y formación.
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- En segundo lugar, hemos de seguir fielmente las indicaciones de quien, por gracia del Espíritu, conoce mejor el camino, es decir, del Magisterio de la Santa Iglesia Católica, del Vicario de Cristo en la tierra, del Papa y de sus Obispos.
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-Y tercero, persuadirnos que hemos de asumir nuestra firme condición de miembros activos de la Iglesia militante, haciendo viviente, el mensaje evangélico, en todos nuestros actos cotidianos para dar la máxima credibilidad a nuestras palabras y a nuestro pensamiento.
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De la marcha de los acontecimientos, no nos podemos quejar. Una actitud sincera y constructiva debe mirar hacia dentro buscando la propia responsabilidad en ese micro mundo cotidiano que nos ha tocado vivir. Si esa reflexión se hace desde el razonamiento y desde el corazón, en muchas ocasiones descubriremos que cuando el mundo no va bien, algo mal estaremos haciendo los cristianos.
Además, el pasado 6 de Noviembre, saltaba a los medios, una noticia preocupante; Minuto Digital, daba cuenta que, “El 34% de los católicos españoles se ha alejado de la Iglesia, ya no asiste a los servicios religiosos, o lo hacen con muy poca frecuencia y eso supone un tercio de los bautizados”.
Así, lejos de atraer, las ovejas se dispersan del rebaño; lejos de sumar, estamos restando.
No es de extrañar esto, en una sociedad atacada furibundamente por el laicismo fanático; pero esto, más que nada, es consecuencia de la falta de conocimiento de nuestra propia fé y de la nula comunicación con el Padre; ¡oración y formación!, otra vez.
Esta fé es endeble, si no se cuida y se riega, es una higuera seca, sin raíces profundas y a merced de cualquier viento pagano que, por liviano que sea, acaba arrancando la planta, desde esos mismos débiles cimientos.
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El quiz de la cuestión, es que hemos perdido la base, que no es otra que el primero de los mandamientos: Amar a Dios sobre todas las cosas.
Ciertamente, nos deberían llamar la atención, esas encuestas que aparecen de forma aleatoria, en las que se pregunta a la población, que es lo que consideran más importante en sus vidas; unos dicen que la familia, otros ponen en primer lugar la salud, algunos en el dinero y otros en conservar su puesto de trabajo. Siendo todas estas pretensiones muy loables, ninguna de ellas, pone por encima a Dios, ni su relación con Él.
Por eso, lo preocupante no es que los agentes del laicismo excluyente, hayan retirado a Dios de las escuelas; somos nosotros los que le hemos relegado a un segundo plano, ayudando así, a que pasen situaciones como esta.
Somos muchas veces, los cristianos los que propiciamos esas circunstancias, dejando la religión en un puro cumplimiento ritual y eso no es Amor. No amamos a Dios, porque no nos preocupamos de conocerle, ni le tratamos (del roce nace el cariño), no sabemos que quiere de nosotros, ni podemos descubrir el maravilloso futuro, más allá de la muerte, que su Amor nos tiene preparado. Así, lo que descubren estas estadísticas es que recelamos y desconfiamos de su inmenso poder, y de su Amor sin límites.
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A fuerza de no tratarle la Providencia Divina pierde todo su sentido. Cuestión esta, que para los cristianos, debería ser primordial; porque cuidando de la presencia de Dios constante, lo que necesitemos, si es bueno, Él, lo da por añadidura y con creces. Nadie gana al Padre, en amor y generosidad hacía su criatura, el hombre.
Pero desgraciadamente es imposible llegar a esta conclusión, si no rezamos, si no nos preocupamos de tenerle presente en nuestras vidas, si no nos esforzamos en formarnos, si no oímos lo que nos dice a través de sus Escrituras y de sus pastores, si no observamos fielmente las señales que nos ha puesto en el camino, para llegar a su gloriosa meta.
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Como ha dicho Cañizares, vienen “tiempos recios”, y estos requieren de hombres y mujeres de conocimiento seguro, de fé firme y de actitud resuelta. El ambiente es hostil, pero no es momento de quejas, sino de coherencias. Fé sin obras es fé muerta. Es el tiempo de sacudirse el aburguesamiento y de ponerse en marcha.
El viejo Catecismo decía que el Sacramento de La Confirmación nos aumenta la gracia del Espíritu Santo para fortalecernos en nuestra fé y hacernos soldados y apóstoles de Cristo, que es precisamente lo que el mundo ahora demanda. ¡Vivamos en consecuencia!.
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La solución a los problemas y crisis de este mundo parten desde nuestro propio entorno y está en nuestra voluntad; Es hora de actuar y de rezar, porque rezar, también es combatir…. Y ahora, ¡alzaos como caballeros, y cumplid la misión encomendada!.
Además de denunciar los atropellos a la fé católica por parte del laicismo estatal; ejerciendo la corrección fraterna, como buen pastor; nos alertó de las dificultades y de la oscuridad del camino venidero:
“Son tiempos recios y difíciles los que atravesamos", dijo Monseñor; "a la situación de crisis económica se unen otras crisis más hondas…". "Hay crisis del sentido de la vida, crisis humana, moral y de valores universales, crisis espiritual y social y crisis del sentido de la verdad".
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Sin embargo, no debemos quedarnos con el ruido y no recoger las nueces. Si analizamos las palabras de este discurso, podemos certificar que el Arzobispo no sólo pretendía limitar su predicación a describir una situación palpable y en exponer los obstáculos presentes y futuros, porque algunos ya son evidentes.
Monseñor Cañizares, nos habló a los fieles, desde su púlpito para comprometernos en un cambio necesario ante lo venidero. La respuesta, pues, ha de ser igualmente, una respuesta decidida y coherente. No debemos escurrir el bulto, ni omitir nuestro deber de ser luz del mundo en la espesa negrura que se avecina.
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Pero para ser faro brillante que alumbre y muestre la senda, son imprescindibles tres requisitos:
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- Primero, rezar, comunicarse con Dios Padre, “que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”.
Para saber lo que Dios nos pide en este momento crucial de la Historia del mundo y de la propia existencia, es hoy más que nunca, necesaria la oración; y además eso también supone e implica, estudiar y poner en práctica, lo que por las Escrituras o por la Tradición, Dios ha participado al hombre a lo largo de los tiempos. En definitiva, oración y formación.
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- En segundo lugar, hemos de seguir fielmente las indicaciones de quien, por gracia del Espíritu, conoce mejor el camino, es decir, del Magisterio de la Santa Iglesia Católica, del Vicario de Cristo en la tierra, del Papa y de sus Obispos.
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-Y tercero, persuadirnos que hemos de asumir nuestra firme condición de miembros activos de la Iglesia militante, haciendo viviente, el mensaje evangélico, en todos nuestros actos cotidianos para dar la máxima credibilidad a nuestras palabras y a nuestro pensamiento.
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De la marcha de los acontecimientos, no nos podemos quejar. Una actitud sincera y constructiva debe mirar hacia dentro buscando la propia responsabilidad en ese micro mundo cotidiano que nos ha tocado vivir. Si esa reflexión se hace desde el razonamiento y desde el corazón, en muchas ocasiones descubriremos que cuando el mundo no va bien, algo mal estaremos haciendo los cristianos.
Además, el pasado 6 de Noviembre, saltaba a los medios, una noticia preocupante; Minuto Digital, daba cuenta que, “El 34% de los católicos españoles se ha alejado de la Iglesia, ya no asiste a los servicios religiosos, o lo hacen con muy poca frecuencia y eso supone un tercio de los bautizados”.
Así, lejos de atraer, las ovejas se dispersan del rebaño; lejos de sumar, estamos restando.
No es de extrañar esto, en una sociedad atacada furibundamente por el laicismo fanático; pero esto, más que nada, es consecuencia de la falta de conocimiento de nuestra propia fé y de la nula comunicación con el Padre; ¡oración y formación!, otra vez.
Esta fé es endeble, si no se cuida y se riega, es una higuera seca, sin raíces profundas y a merced de cualquier viento pagano que, por liviano que sea, acaba arrancando la planta, desde esos mismos débiles cimientos.
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El quiz de la cuestión, es que hemos perdido la base, que no es otra que el primero de los mandamientos: Amar a Dios sobre todas las cosas.
Ciertamente, nos deberían llamar la atención, esas encuestas que aparecen de forma aleatoria, en las que se pregunta a la población, que es lo que consideran más importante en sus vidas; unos dicen que la familia, otros ponen en primer lugar la salud, algunos en el dinero y otros en conservar su puesto de trabajo. Siendo todas estas pretensiones muy loables, ninguna de ellas, pone por encima a Dios, ni su relación con Él.
Por eso, lo preocupante no es que los agentes del laicismo excluyente, hayan retirado a Dios de las escuelas; somos nosotros los que le hemos relegado a un segundo plano, ayudando así, a que pasen situaciones como esta.
Somos muchas veces, los cristianos los que propiciamos esas circunstancias, dejando la religión en un puro cumplimiento ritual y eso no es Amor. No amamos a Dios, porque no nos preocupamos de conocerle, ni le tratamos (del roce nace el cariño), no sabemos que quiere de nosotros, ni podemos descubrir el maravilloso futuro, más allá de la muerte, que su Amor nos tiene preparado. Así, lo que descubren estas estadísticas es que recelamos y desconfiamos de su inmenso poder, y de su Amor sin límites.
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A fuerza de no tratarle la Providencia Divina pierde todo su sentido. Cuestión esta, que para los cristianos, debería ser primordial; porque cuidando de la presencia de Dios constante, lo que necesitemos, si es bueno, Él, lo da por añadidura y con creces. Nadie gana al Padre, en amor y generosidad hacía su criatura, el hombre.
Pero desgraciadamente es imposible llegar a esta conclusión, si no rezamos, si no nos preocupamos de tenerle presente en nuestras vidas, si no nos esforzamos en formarnos, si no oímos lo que nos dice a través de sus Escrituras y de sus pastores, si no observamos fielmente las señales que nos ha puesto en el camino, para llegar a su gloriosa meta.
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Como ha dicho Cañizares, vienen “tiempos recios”, y estos requieren de hombres y mujeres de conocimiento seguro, de fé firme y de actitud resuelta. El ambiente es hostil, pero no es momento de quejas, sino de coherencias. Fé sin obras es fé muerta. Es el tiempo de sacudirse el aburguesamiento y de ponerse en marcha.
El viejo Catecismo decía que el Sacramento de La Confirmación nos aumenta la gracia del Espíritu Santo para fortalecernos en nuestra fé y hacernos soldados y apóstoles de Cristo, que es precisamente lo que el mundo ahora demanda. ¡Vivamos en consecuencia!.
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La solución a los problemas y crisis de este mundo parten desde nuestro propio entorno y está en nuestra voluntad; Es hora de actuar y de rezar, porque rezar, también es combatir…. Y ahora, ¡alzaos como caballeros, y cumplid la misión encomendada!.
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Pidamos pues, a la Santísima Madre, brillante estrella de la mañana, la victoria en esta lucha; que Ella nos alumbre, para que sepamos tratar cada día, “¡más y mejor!” al Padre, y en base a esa relación diaria y a una responsable formación constante; sepamos hacer de nuestras vidas, la luminaria, que ayude a los que nos rodean, a salir de sus crisis personales y habilitarles la oportunidad de alcanzar la Luz eterna, y así empezaremos a cambiar el mundo.
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5 comentarios:
He decididdo dejar el sitio a otros. Voy a meditar este post y mañana con más luces lo comento. No quiero abusar,
Un beso
Alguien dijo que las crisis de la humanidad son crisis de santos. Habrá que trabajar la santidad personal
No lo puedo remediar, pero el video del Ave maría es precioso y ver a José arropando con su brazo al Niño y a María, me emociona. Mañana estudio tu post.
Un beso
Jooope Arcen, me voy a la cama emocionada, no sabes la bocanada de fuerza que me ha infundido lo que has escrito.
Qué fortaleza da saber que cada día somos más los que estamos decididis a cambiar el mundo!! yo vengo esta noche de la Adoración en el Seminario de los martes, todo lleno de gente joven, con música en directo y hasta la bandera, un alimento brutal para el alma.
VAMOS A VENCER!! De la mano de nuestra Madre lo podemos todo.
El vídeo maravilloso y la foto otra que me tengo que llevar :P que me encantaaaaaaaaaa.
Un abracito en los brazos de la Reina.
Gracias!!
Bueno!! y el vídeo de los caballeros casi me muero!!!! de la emoción xDD
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