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Probablemente, hoy la blogosfera se llenará de posts, en la mayoría de los casos, indignados por las respuestas vacías, faltas de razón y contenido, de ese ser de cejas circunflejas que dice ser nuestro Presidente. Sin embargo, yo hoy prefiero mirar para otro lado, para si es posible, no perder la paz, que hoy he confesado y no quiero tomarla con nadie, aunque de sobra lo merezca.
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Así pues, me gustaría hoy, abrir una ventana a la esperanza, retomando un poco las lecturas de este domingo pasado.
En la segunda lectura de la Misa dominical se nos acercaba un poco a la historia de Jonás. Su relato es uno de los relatos más fascinantes de la Escritura, probablemente sea también uno de los más conocidos y cuestionados de toda la Biblia por su increíble peripecia dentro del cetáceo. Sin embargo, incluso de entre todo ese debate, una cosa es segura; Jonás dentro de ese oloroso hotel subacuatico, realizó un profundo examen de conciencia, que a día de hoy, nos vendría muy bien a todos, repetir.
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Porque a veces, cuando las cosas nos tan van mal, como le pasó a Jonás, merece la pena, parar y meditar, y empezar a cuestionarse sobre lo que verdaderamente importa.
Muchas veces miramos a Dios como un juez severo y castigador, no como el Padre que es. En ese aleccionador pasaje, tenemos un ejemplo claro. Ante la descarada desobediencia de Jonás, el Señor tuvo que hacer algo drástico para captar su atención y llevarle al arrepentimiento, y por tanto a la salvación.
El espejo de Jonás es uno de esos modelos en los que me gusta mirarme a menudo, podría decir incluso que es una de esas historias, que cambió mi vida.
A veces, nosotros también en nuestras vidas nos hayamos en situaciones difíciles, complicadas y tan oscuras como Jonás en aquel vientre de ballena. Es el tiempo entonces, de las grandes preguntas.
¿Qué he hecho mal en mi vida?, ¿Hay pecado en mi proceder?, ¿Qué puedo aprender de esta situación concreta?... Se trata de crecer, aun en la dificultad, manteniendo la confianza en Él.
“En mi angustia clamé al Señor y Él me respondió” Jonás; 2.2
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Así pues, me gustaría hoy, abrir una ventana a la esperanza, retomando un poco las lecturas de este domingo pasado.
En la segunda lectura de la Misa dominical se nos acercaba un poco a la historia de Jonás. Su relato es uno de los relatos más fascinantes de la Escritura, probablemente sea también uno de los más conocidos y cuestionados de toda la Biblia por su increíble peripecia dentro del cetáceo. Sin embargo, incluso de entre todo ese debate, una cosa es segura; Jonás dentro de ese oloroso hotel subacuatico, realizó un profundo examen de conciencia, que a día de hoy, nos vendría muy bien a todos, repetir.
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Porque a veces, cuando las cosas nos tan van mal, como le pasó a Jonás, merece la pena, parar y meditar, y empezar a cuestionarse sobre lo que verdaderamente importa.
Muchas veces miramos a Dios como un juez severo y castigador, no como el Padre que es. En ese aleccionador pasaje, tenemos un ejemplo claro. Ante la descarada desobediencia de Jonás, el Señor tuvo que hacer algo drástico para captar su atención y llevarle al arrepentimiento, y por tanto a la salvación.
El espejo de Jonás es uno de esos modelos en los que me gusta mirarme a menudo, podría decir incluso que es una de esas historias, que cambió mi vida.
A veces, nosotros también en nuestras vidas nos hayamos en situaciones difíciles, complicadas y tan oscuras como Jonás en aquel vientre de ballena. Es el tiempo entonces, de las grandes preguntas.
¿Qué he hecho mal en mi vida?, ¿Hay pecado en mi proceder?, ¿Qué puedo aprender de esta situación concreta?... Se trata de crecer, aun en la dificultad, manteniendo la confianza en Él.
“En mi angustia clamé al Señor y Él me respondió” Jonás; 2.2
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Hoy, el mundo está sumido en un continuo ataque a su Creador, sin embargo, la situación no es nueva, aquel malvado pueblo de Nínive, que vivió Jonás, también era enemigo acérrimo de los designios de Dios. La diferencia entre Nínive y Sodoma y Gomorra, fue la fé la buena recepción de a su palabra a través de la predicación de Jonás.
Sin embargo, inicialmente Jonás veía aquella situación pérdida, su óptica era demasiado humana. Jonás pensó que aquel pueblo no tenía salvación, no debía ser juzgado y no debía tener una segunda oportunidad. Y por eso fue a parar al interior de la ballena.
Obviamente, Dios nunca deja de ser padre amoroso y Jonás necesitaba una lección acerca de compartir la compasión de Dios por los perdidos.
“Y vio Dios que sus acciones se habían apartado del camino; entonces, Dios se arrepintió del mal que habia dicho que haría y no lo hizo” Jonás 3;10.
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A menudo, nuestro sufrimiento y nuestro aparente castigo, debe valernos de trampolín, para salir de nuestra ceguera. Dios obra también a través de nuestras debilidades y nuestras negaciones. Jonás, se encontró a si mismo, en aquella aparente situación de impotencia, y Dios se sirvió de aquel “desliz humano”, para cambiar su vida y para llevar a aquella nación pagana el arrepentimiento y la salvación.
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La moraleja de esta historia es no perder nunca la capacidad de cuestionarnos nuestra vida, hacernos esas preguntas difíciles y poner las respuestas en consonancia con la voluntad amorosa de Nuestro Padre. Aún en tiempos de oscuridad, en los que el mundo otra vez, parece enterrado en la tripa del monstruo, nada está perdido. En la historia de Jonás, la ballena es el instrumento del que se vale la voluntad divina para manifestar claramente su lección acerca de la auténtica misericordia.
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También, Jonás aprendió que en la escuela del sufrimiento también se aprenden lecciones que no podríamos aprender de otro manera.
La conclusión es que, incluso ante la extrema dificultad, nuestra actitud receptiva a Dios puede marcar claramente la diferencia entre la desesperación y la liberación, la nuestra y la de nuestros coetáneos.
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Así pues, la solución, probablemente, no esté en vivir resignadamente en las entrañas del ZETAceo que nos toque en suerte, sino en confiar ciegamente en la misericordia de Dios y buscarla a través de la oración y de nuestras obras.
Como dijo nuestro Papa Benedicto, “la humanidad necesita que se proclame y se dé testimonio "con vigor" de la misericordia de Dios, que es "más fuerte que todo mal".
La misericordia de Nuestro Dios es grande, porque aunque a veces, nosotros no creamos en Dios; Él tozudamente, sigue creyendo en ti y en mí, y en cada uno de nosotros, incluso en Zapatero.
Hoy, el mundo está sumido en un continuo ataque a su Creador, sin embargo, la situación no es nueva, aquel malvado pueblo de Nínive, que vivió Jonás, también era enemigo acérrimo de los designios de Dios. La diferencia entre Nínive y Sodoma y Gomorra, fue la fé la buena recepción de a su palabra a través de la predicación de Jonás.
Sin embargo, inicialmente Jonás veía aquella situación pérdida, su óptica era demasiado humana. Jonás pensó que aquel pueblo no tenía salvación, no debía ser juzgado y no debía tener una segunda oportunidad. Y por eso fue a parar al interior de la ballena.
Obviamente, Dios nunca deja de ser padre amoroso y Jonás necesitaba una lección acerca de compartir la compasión de Dios por los perdidos.
“Y vio Dios que sus acciones se habían apartado del camino; entonces, Dios se arrepintió del mal que habia dicho que haría y no lo hizo” Jonás 3;10.
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A menudo, nuestro sufrimiento y nuestro aparente castigo, debe valernos de trampolín, para salir de nuestra ceguera. Dios obra también a través de nuestras debilidades y nuestras negaciones. Jonás, se encontró a si mismo, en aquella aparente situación de impotencia, y Dios se sirvió de aquel “desliz humano”, para cambiar su vida y para llevar a aquella nación pagana el arrepentimiento y la salvación.
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La moraleja de esta historia es no perder nunca la capacidad de cuestionarnos nuestra vida, hacernos esas preguntas difíciles y poner las respuestas en consonancia con la voluntad amorosa de Nuestro Padre. Aún en tiempos de oscuridad, en los que el mundo otra vez, parece enterrado en la tripa del monstruo, nada está perdido. En la historia de Jonás, la ballena es el instrumento del que se vale la voluntad divina para manifestar claramente su lección acerca de la auténtica misericordia.
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También, Jonás aprendió que en la escuela del sufrimiento también se aprenden lecciones que no podríamos aprender de otro manera.
La conclusión es que, incluso ante la extrema dificultad, nuestra actitud receptiva a Dios puede marcar claramente la diferencia entre la desesperación y la liberación, la nuestra y la de nuestros coetáneos.
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Así pues, la solución, probablemente, no esté en vivir resignadamente en las entrañas del ZETAceo que nos toque en suerte, sino en confiar ciegamente en la misericordia de Dios y buscarla a través de la oración y de nuestras obras.
Como dijo nuestro Papa Benedicto, “la humanidad necesita que se proclame y se dé testimonio "con vigor" de la misericordia de Dios, que es "más fuerte que todo mal".
La misericordia de Nuestro Dios es grande, porque aunque a veces, nosotros no creamos en Dios; Él tozudamente, sigue creyendo en ti y en mí, y en cada uno de nosotros, incluso en Zapatero.
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TEN CALMA - MARTIN VALVERDE
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2 comentarios:
Arcendo: distinto, pero parecido...los post de hoy.
Gracias por el tuyo, sólo la Misericordia de Dios puede salvarnos.
Hay un salmo que dice algo así como que: Dios disimula los pecados de los hombres para llamarlos a la penitencia.
Si nos hiciera ver de golpe el mal que hacemos, puede que cayéramos en la desesperanza.
Qué estupenda entrada. Un beso
Arcendo me ha encantado lo del Bus de Zapatero, no sé por qué no podemos unirnos y hacer esa campaña, aunque veríamos como en este caso no se entendía la misma.
Me alegra ver que te lo has tomado con calma, es normal en personas que como nosotros estamos acostumbrados a esto. Lo peor lo estarán pasando los pocos que hayan despertado.
Saludos
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