Hoy os voy a comentar una noticia que me ha impactado, y no estoy hablando precisamente del Oscar a “Pé”, que me la refanfinfla. Digamos que esta buena nueva, me llegó por suerte, y seguramente por disposición y terquería.
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¿No habéis experimentado alguna vez, la sensación de haber pasado por el mismo sitio, infinidad de veces, y reparar y sorprenderte en tal o cual detalle cotidiano y verlo como si fuera de primeras?; pues algo así, me sucedió a mí, con la lectura del Evangelio en la Misa dominical.
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El pasaje (Marcos 2, 1-12), lo había oído y leído en muchas ocasiones, y además es de sobra conocido, la curación del paralítico; pero esta vez, a fuerza de escucharlo, me llegó especialmente.
Una vez más el Evangelio nos presenta a Jesús predicando y sanando. Lo primero que resalta en el relato del Evangelio es la fe de quienes superan la dificultad de llegar hasta Jesús, una fé que les ayuda a ingeniárselas para hacer descender al enfermo, nada menos que por un agujero del techo para que pueda estar más cerca de Jesús. Su fé les dio determinación para llevar a cabo su ardua tarea, y usaron la imaginación para lograr su propósito. No es raro entonces que Jesús se conmoviera. Me imagino que pensaría, sabían que Yo podría sanar a su amigo y por eso tomaron tantos riesgos, Jesús comprende.
Pero hoy, la sociedad y el mundo entero también están paralizados por un sin fin de males a causa del pecado. Reconozco, en este punto, que una de las causas que me han empujado a escribir este post, es un artículo triste pero esclarecedor de mi amiga “Guerrera de la Luz”, que supone una tremenda diagnosis de la gravedad de esa enfermedad global (ver enlace).
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¿No habéis experimentado alguna vez, la sensación de haber pasado por el mismo sitio, infinidad de veces, y reparar y sorprenderte en tal o cual detalle cotidiano y verlo como si fuera de primeras?; pues algo así, me sucedió a mí, con la lectura del Evangelio en la Misa dominical.
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El pasaje (Marcos 2, 1-12), lo había oído y leído en muchas ocasiones, y además es de sobra conocido, la curación del paralítico; pero esta vez, a fuerza de escucharlo, me llegó especialmente.
Una vez más el Evangelio nos presenta a Jesús predicando y sanando. Lo primero que resalta en el relato del Evangelio es la fe de quienes superan la dificultad de llegar hasta Jesús, una fé que les ayuda a ingeniárselas para hacer descender al enfermo, nada menos que por un agujero del techo para que pueda estar más cerca de Jesús. Su fé les dio determinación para llevar a cabo su ardua tarea, y usaron la imaginación para lograr su propósito. No es raro entonces que Jesús se conmoviera. Me imagino que pensaría, sabían que Yo podría sanar a su amigo y por eso tomaron tantos riesgos, Jesús comprende.
Pero hoy, la sociedad y el mundo entero también están paralizados por un sin fin de males a causa del pecado. Reconozco, en este punto, que una de las causas que me han empujado a escribir este post, es un artículo triste pero esclarecedor de mi amiga “Guerrera de la Luz”, que supone una tremenda diagnosis de la gravedad de esa enfermedad global (ver enlace).
Una enfermedad crónica de la que nadie está a salvo; incluso nosotros mismos, los seguidores de Cristo, corremos el riesgo de paralizarnos y vernos impotentes ante tanto mal.
Por eso, en estos momentos, se nos exige a los creyentes, a los que tenemos fé, una asunción de riesgos ineludible, para llevar a Dios a nuestros hermanos, incluso desde el agujero abierto en el techo de nuestros blogs. Luego, el resto, la potencia sanadora y santificadora la dará El por añadidura, pero sin nuestra colaboración, será muy difícil que muchos paralíticos alcancen al Maestro.
Probablemente esta sea la primera enseñanza de esta Escritura, pero no es realmente la que más me removió. Todo el pasaje, como todo el Evangelio está lleno de rincones, de aspectos muy ricos en detalles.
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Este capítulo es una gran muestra del Amor de Jesús en dos aspectos, por una parte, la Clemencia de Nuestro Dios ante la fé de aquellos hombres y sobre todo la Misericordia ante la enfermedad del cuerpo y del alma.
Está claro que el Maestro oye las murmuraciones, que lee nuestros más escondidos pensamientos, Él sabe exactamente lo que precisamente agradecerá más, aquel paralítico y los que le acompañan, ¡la curación de su enfermedad física!
.Por eso, en estos momentos, se nos exige a los creyentes, a los que tenemos fé, una asunción de riesgos ineludible, para llevar a Dios a nuestros hermanos, incluso desde el agujero abierto en el techo de nuestros blogs. Luego, el resto, la potencia sanadora y santificadora la dará El por añadidura, pero sin nuestra colaboración, será muy difícil que muchos paralíticos alcancen al Maestro.
Probablemente esta sea la primera enseñanza de esta Escritura, pero no es realmente la que más me removió. Todo el pasaje, como todo el Evangelio está lleno de rincones, de aspectos muy ricos en detalles.
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Este capítulo es una gran muestra del Amor de Jesús en dos aspectos, por una parte, la Clemencia de Nuestro Dios ante la fé de aquellos hombres y sobre todo la Misericordia ante la enfermedad del cuerpo y del alma.
Está claro que el Maestro oye las murmuraciones, que lee nuestros más escondidos pensamientos, Él sabe exactamente lo que precisamente agradecerá más, aquel paralítico y los que le acompañan, ¡la curación de su enfermedad física!
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Pero Jesús rompe de nuevo los esquemas, como tantas veces, primero perdona el pecado, como facultad y señal del poder exclusivo de Dios.
Pero la gente no entiende, inicialmente no quiere ese gran regalo, normalmente no buscamos eso; y experimentamos confusión cuando no se nos dá lo que pedimos y nos venimos abajo, desconfiamos e incluso renegamos cuando las cosas no se hacen a nuestro modo.
Cuantas veces, los que sufrimos alguna enfermedad pedimos por nuestra curación física, porque se acabe tal o cual dolor, para que cese la tortura de estar dependiendo de aquel medicamento.
No deseamos sufrir, buscamos más bien lo contrario, queremos estar bien, no tener dolores ni enfermedades, ni padecer las miserias de nuestro cuerpo; por eso ante la acuciante pregunta del Maestro:
¿Qué es más fácil: decirle al paralítico "tus pecados quedan perdonados" o decirle "levántate, coge la camilla y echa a andar"?; ante esto, nos arrugamos, por miedos o comodidades, y damos, siempre la respuesta incorrecta.
¡Nos cuesta tanto tomar esa cruz y ofrecerla convenientemente!; nos olvidamos por conveniencia de lo más importante. Sin embargo, hemos de entender que el sufrimiento de cualquier tipo es parte de nuestras vidas, porque desde que el hombre pecó "entró el mal en el mundo" ese es el quiz de la cuestión, por eso, lo prioritario y lo más difícil es curar el alma.
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Debemos entrar más en la onda de Dios, comprender que El es padre siempre y por lo tanto comprensivo y misericordioso con sus hijos; a veces, cuando conviene, se abaja a nuestra llamada si acudimos con fé. Por eso, en aquel pasaje finalmente, la misericordia divina todavía va más allá y como complemento al perdón, también le quiere devolver la salud: «Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa» (Mt 9,6). Porque Jesús quiso en aquel caso, que el gozo del pecador convertido fuera pleno.
Por supuesto, que podría curar también nuestro cuerpo, ¡lo ha hecho tantas veces!, lo que pasa, a pesar de nuestra óptica es que esa sanación no siempre es lo mejor, Dios sabe más; lo que si sé es que cuando no cura la enfermedad, siempre es por algo, siempre tiene un sentido concreto y además Él, siempre nos da la luz que nos enseña a llevarlo con esperanza y amor, para que a través de nuestra libre aceptación, el sufrimiento produzca frutos de vida eterna..
La confianza en Él pues, tiene que mover nuestro corazón a una respuesta de confianza, de fe y de amor para que cambie nuestras vidas, y las de los que nos rodean. De nuestra respuesta, también depende mucho la salud del mundo entero. Yo no lo dudo.
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Pero la gente no entiende, inicialmente no quiere ese gran regalo, normalmente no buscamos eso; y experimentamos confusión cuando no se nos dá lo que pedimos y nos venimos abajo, desconfiamos e incluso renegamos cuando las cosas no se hacen a nuestro modo.
Cuantas veces, los que sufrimos alguna enfermedad pedimos por nuestra curación física, porque se acabe tal o cual dolor, para que cese la tortura de estar dependiendo de aquel medicamento.
No deseamos sufrir, buscamos más bien lo contrario, queremos estar bien, no tener dolores ni enfermedades, ni padecer las miserias de nuestro cuerpo; por eso ante la acuciante pregunta del Maestro:
¿Qué es más fácil: decirle al paralítico "tus pecados quedan perdonados" o decirle "levántate, coge la camilla y echa a andar"?; ante esto, nos arrugamos, por miedos o comodidades, y damos, siempre la respuesta incorrecta.
¡Nos cuesta tanto tomar esa cruz y ofrecerla convenientemente!; nos olvidamos por conveniencia de lo más importante. Sin embargo, hemos de entender que el sufrimiento de cualquier tipo es parte de nuestras vidas, porque desde que el hombre pecó "entró el mal en el mundo" ese es el quiz de la cuestión, por eso, lo prioritario y lo más difícil es curar el alma.
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Debemos entrar más en la onda de Dios, comprender que El es padre siempre y por lo tanto comprensivo y misericordioso con sus hijos; a veces, cuando conviene, se abaja a nuestra llamada si acudimos con fé. Por eso, en aquel pasaje finalmente, la misericordia divina todavía va más allá y como complemento al perdón, también le quiere devolver la salud: «Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa» (Mt 9,6). Porque Jesús quiso en aquel caso, que el gozo del pecador convertido fuera pleno.
Por supuesto, que podría curar también nuestro cuerpo, ¡lo ha hecho tantas veces!, lo que pasa, a pesar de nuestra óptica es que esa sanación no siempre es lo mejor, Dios sabe más; lo que si sé es que cuando no cura la enfermedad, siempre es por algo, siempre tiene un sentido concreto y además Él, siempre nos da la luz que nos enseña a llevarlo con esperanza y amor, para que a través de nuestra libre aceptación, el sufrimiento produzca frutos de vida eterna..
La confianza en Él pues, tiene que mover nuestro corazón a una respuesta de confianza, de fe y de amor para que cambie nuestras vidas, y las de los que nos rodean. De nuestra respuesta, también depende mucho la salud del mundo entero. Yo no lo dudo.
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Está claro que los católicos no rechazamos la medicina, ni la ciencia y el alivio de las dolencias a través de ellas, la Ciencia también es un don de Dios; pero debemos aprender a ser dóciles a Su voluntad, siempre amorosa. ¡Que gran ejemplo nos dió Nuestro Juan Pablo II, en su enfermedad y agonía!.
Pidamos a María, “salud de los enfermos”, que nos ayude, que nos dé la comprensión y fortaleza que nos lleve a buscar en el corazón de Cristo el alivio para nuestras vidas, y para que sepamos agradecer a Dios esa opción salvadora para nosotros y para los demás, que son nuestras enfermedades.
Pidamos a María, “salud de los enfermos”, que nos ayude, que nos dé la comprensión y fortaleza que nos lleve a buscar en el corazón de Cristo el alivio para nuestras vidas, y para que sepamos agradecer a Dios esa opción salvadora para nosotros y para los demás, que son nuestras enfermedades.
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Mirándolo así, seremos instrumentos de colaboración activa, con nuestras respectivas “cruces”, en la “curación milagrosa” que necesita hoy este mundo enfermo de ausencia de Dios. Porque El secreto de esa curación está siempre, en dar por amor, lo que tenemos y si es dolor y enfermedad…también.
Mirándolo así, seremos instrumentos de colaboración activa, con nuestras respectivas “cruces”, en la “curación milagrosa” que necesita hoy este mundo enfermo de ausencia de Dios. Porque El secreto de esa curación está siempre, en dar por amor, lo que tenemos y si es dolor y enfermedad…también.
Eso es lo que aprendí este domingo y hoy quería compartir con vosotros.
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Hay mas felicidad en dar que en recibir
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8 comentarios:
Justo en estos días estoy leyendo el libro "Vivir con Cáncer", de un filósofo español, llamado Javier Mahillo, hoy ya fallecido, que aprendió a encontrarle un sentido salvífico a su dolor.
Gracias y bendiciones
Pues con lo que has aprendido este domingo todos hemos ganado, me encanto esa frase de el secreto de esa curación está siempre, en dar amor, lo que tenemos.
Estoy con Desire.Un saludo
No nos pongamos pesimistas, Sodoma y Gomorra se perdió porque no se encontraron diez justos, pero creo que ahora si los hay.
En cuanto a las enfermedades y el dolor más que la curación hay que pedir: ¡Auméntame la fe!
Gracias, caro amigo.
Beso
¡Qué suerte tengo! y que bueno es Santiago Martín
Lo de especializarse en el AMOR es buenísimo, eso es un master que debe costar millones de años y de gracias. Es una pena no haberlo empezado antes, a mí por lo menos no me va a dar tiempo a terminarlo. Por lo pronto prometo no volver a quejarme.
Empezaré contigo, hagas lo que hagas o digas lo que digas, no oirás una queja mía.
Besitos
Qué bonito post Arcen, como siempre, vas a las raíces.
Sólo el Señor, con su Amor Misericordioso, nos puede sanar de nuestras múltiples enfermedades.
Un beso cariño. Gracias.
Querido amigo: ayer te leí,pero no pude contestarte.Creo que hemos cruzado las ideas y por eso no nos entendimos; pero como somos hermanos en Jesús,todo queda aclarado.
Yo no tengo hijos,pero rezo por todos,por los que ya están y por los que vendrán, y ruego a María, que fue Madre incondicional, que acoja bajo su manto a todas las que son o van a ser madres.
Me ha gustado mucho la interpretación que has hecho de la Lectura dominical,creo que a muchos nos ha llegado a calar hondo. Eso es lo que demuestra de que somos seguidores del Dios verdadero:es una fe viva y cada vez que leemos el Libro,encontramos interpretaciones que nos interpelan desde hace más de 2000años,no importa el tiempo ni el lugar, Él siempre estará con nosotros.Sólo debemos ser receptivos y responder a su llamado, seguirle, como los apóstoles,sembrando esperanza,fe y caridad.
Estos días nos servirán para afianzarnos en la fe y para mejorar nuestra predicación.
Hay mucha gente necesitada, que no le conoce o que le ha dado la espalda por un momento de ofuscación intelectual. Nosotros estamos llamados a cogerlos de la mano y llevarlos al Señor de nuevo, con la confianza de que Él es misericordioso y nos perdona.
He llegado a esta entrada de blog buscando una imagen para ilustrar la última entrada del mío, y, aunque al final he escogido otra imagen que me gustó más, me ha encantado encontrar esta reflexión tuya y ver de cuántas y cuan diversas formas nos puede hablar un mismo pasaje evangélico.
Un saludo.
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