EL SELLO DEL SÉPTIMO ARTE

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Esta noche voy a comentaros por segunda vez, una película de uno de mis directores favoritos, Ingmar Bergman. La primera fue “Fresas Salvajes” (Ver enlace), sin duda mi predilecta por su estética, interpretaciones y sobre todo por ese mensaje final, tan positivo y esperanzador y tan poco habitual en este magnífico y enigmático cineasta sueco.
En esta ocasión, la elegida es, posiblemente su obra más conocida, “El Séptimo Sello”, al igual que la anterior una obra maestra, sin paliativos.

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En general, al hablar del cine de Bergman, a mi modo de ver, hay que situarlo en su justo contexto, es decir en un peldaño superior, intelectualmente hablando, de muchos artistas de la época. Para mí, es una de las mentes más brillantes del cine, una personalidad con múltiples facetas, dramaturgo, guionista, escritor y director, cuyo trabajo se estudia no solo en las Escuelas de cine, sino también en muchas Facultades de Psicología y Filosofía, al lado de la de otros ilustres como Freud o Nietzsche.

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La película que hoy nos ocupa, “El séptimo sello”, es uno de los clásicos indispensables de la filmografía de su autor y de toda la historia del cine con mayúsculas.
El título hace referencia a la apertura de los siete sellos del libro al que se hace mención en el Apocalipsis de San Juan, y al igual que en “Fresas Salvajes”, desarrolla la historia en base a un viaje, sin retorno y en esta ocasión, aparentemente, de esperanza incierta.
Efectivamente, en “El Séptimo Sello”, Bergman nos enfrenta a una puerta oscura de procedencia misteriosa llena de las manifestaciones más crípticas; el arte es la llave de este umbral en donde podemos atrevernos a cruzar hacia el silencio y jugarnos, obligatoriamente, el sino total de la existencia de uno mismo, en un juego total y arrebatador, fascinante y sublime.

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El argumento transcurre en un impresionante mosaico medieval, donde Bergman relata el regreso a casa de un joven caballero cruzado, intelectual y cuestionador, y de su astuto y escéptico escudero, ambos en busca de sentido en un caótico entorno de superstición y peste que abruma por completo aquella Europa del medioevo.
Al final de una noche, sentado en una roca de la playa, se presenta la Muerte para buscar al caballero. El caballero decide entonces, retar a la siniestra figura de la muerte a un difícil juego de ajedrez, para intentar ganar tiempo, mientras intenta descubrir qué es lo que hay más allá de ese viaje.

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Es sin duda, la Muerte la auténtica protagonista de la obra. Y así lo refleja Bergman. En todo momento está presente, ya sea en su forma típica de personaje, con el rostro pálido y el traje oscuro, o en forma de símbolos. Todo el film, está lleno de simbolismo, así lo demuestra el nombre de la familia de juglares, que acompañan al caballero Antonius Block : María, José y Miguel…

La película, desde luego, podría analizarse desde diferentes puntos de vista, pero lo que si se puede decir es:

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- Que esa imagen de un caballero medieval jugando una partida de ajedrez con la muerte es un extraordinario poema atemporal sobre la condición humana y sobre las últimas preguntas, las más importantes del ser humano.

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- Que, la calidad visual y el simbolismo sugerente aportan una gran originalidad muy poco convencional, en el cine y es de agradecer.

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- Y sobre todo, que Bergman es puro cine..

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Así, la pregunta final sería: ¿Vale la pena jugarse la vida ante la muerte inexorable?.

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Como toda obra de arte, se puede reflexionar sobre ella e interpretar de mil manenas diferentes, tantas como ángulos tiene el alma humana; Bergman además, como en todas sus películas, juega obsesivamente, con los tópicos del carpe diem y del tempus fugit, con el irremediable paso del tiempo y su destino final.
Para mi, precisamente el visionado de esta película supone un acícate más para aprovechar el momento y la vida hasta en sus más pequeños detalles. Así pues, no considero que es un mensaje desesperanzador el que transmite, todos tenemos el mismo sino, sí; pero lo que importa en cualquier caso, es responder con un sí rotundo a tan importante cuestión.

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Claro que vale la pena exponerlo todo con tal de seguir viviendo, pero no por cualquier cosa, sino revalorizando cada instante de la vida, intensificando cada momento, a modo de sublimar cada recuerdo para que quede atesorado en nuestra conciencia y sobre todo para compartir cada segundo con todos nuestros semejantes, repartiendo bondad. La muerte, al fín, es solo un emisario de la VIDA sin fín.
Además, creo que Bergman también responde de algún modo a esa incertidumbre de forma afirmativa, en su posterior "Fresas Salvajes", el mensaje ya es claramente esperanzador y mucho menos sombrio.

Bergman siempre fue un hombre de busqueda a través del arte, y por lo que creo y sé, el que busca....acaba encontrando.

El, ya por fín jugó su partida, y seguro que su jaque de la muerte, fue el triunfo de SU VIDA. Descanse en Paz, el maestro Bergman.
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TRAILER DEL ENCUENTRO ¡CRUCIAL!

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