viernes, 10 de abril de 2009

VIERNES SANTO

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Ningún hombre salva a otro hombre. Sólo Dios, por su infinita misericordia, se acercó a nosotros en Jesús, para salvarnos. Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, compartiendo nuestras fatigas y dolores, y curándonos con el agua del Bautismo y con la sangre de la Eucaristía, es la nueva fuente de vida que brota del altar de nuestros templos católicos, donde podemos acercarnos a beber la salvación.
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Esta es la fuente de la salud; éste es el nuevo santuario; éste es el nuevo altar; ésta es la nueva víctima por nuestros pecados; éste es el árbol frondoso de frutos abundantes y hojas medicinales, el árbol de la Cruz, donde estuvo clavado el Salvador del mundo. Toda esta riqueza se encuentra en Jesús, el Redentor del hombre.
Nuestra IMPORTANTE E INELUDIBLE OBLIGACIÓN, es que nadie, que pase por nuestras vidas, se quede sin beneficiarse de esa salud, de esa vida, de esa salvación.
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La Virgen Santísima, Nuestra Madre, que estuvo en aquel trascendental momento, también nos acompaña. Fue precisamente en aquella hora de la cruz, cuando la Madre recibió el pleno derecho de la intercesión. Que Ella, que como nadie, tiene esa maravillosa facultad, interceda por nosotros, para que sepamos ser fieles a lo que Dios pida de nosotros, en cada momento de nuestra vida. ASÍ SEA.

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1 comentario:

Militos dijo...

"No hay dolor como su dolor".
¿Qué he hecho?...
Madre, Madre, Madre mía...
déjame pasar esta noche a tu lado.

Maravillosas imágenes las de Stabat Mater.
Un beso

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