LA GENERACIÓN OMEGA.

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Traigo hoy, a modo de prólogo, un curioso texto. Su autor es Paul Harvey, y sin duda es agudo, certero e impactante.
lo mejor (lo peor realmente) es el párrafo final.

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"SI YO FUERA DIABLO"

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“Si yo fuera el diablo....
Convencería engañosamente al pueblo de que su poder era el resultado de su propio esfuerzo en vez de una concesión de las bendiciones divinas.
Fomentaría una actitud de amar las cosas y usar a la gente, en vez de lo contrario.
Convencería a todos que la integridad no es importante para desempeñar un puesto de autoridad.
Legalizaría el quitarle la vida a un nonato.
Promovería que fuera socialmente aceptable quitarse la vida e inventaría máquinas para que resultara fácil.
Le restaría todo el valor posible a la vida humana, de tal forma que se valorara la vida de un animal más que la de una persona.
Marginaría a Dios de los colegios y haría que aun la mención de Su nombre fuera motivo suficiente para entablar una demanda judicial.
Me apoderaría de los medios de comunicación a fin de que cada noche pudiera contaminar la mente de todos los miembros de la familia según mis designios.
Atacaría el concepto de familia, que es la columna vertebral de cualquier nación.
Animaría a la gente a expresar sus fantasías más depravadas en lienzos y pantallas de cine, y lo llamaría arte.
Persuadiría a la gente de que los conceptos de bien y mal los establecen unas cuantas personas que se erigen en autoridades y se refieren a su agenda en términos de lo políticamente correcto.
Convencería a la gente de que la iglesia es irrelevante y anacrónica y que la Biblia es para los ingenuos.
Adormecería a los cristianos y les haría creer que la oración no es importante y que la fidelidad y la obediencia son opcionales.
Bueno....en realidad,... dejaría las cosas más o menos como están.”

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En realidad, la cosa está tan cruda como se pinta. Son muchas ya, las voces autorizadas que nos hablan de lo mismo. En una jugosa entrevista del último número del Semanario ALBA, a Michael O´Brien, autor del Padre Elias, este expone su visión ante el panorama actual:
“Estamos viviendo la mayor apostasía de la fé desde el nacimiento de la Iglesia. Y para mayor vergüenza está ocurriendo en las naciones de la antigua Cristiandad”.
“Las naciones más poderosas de la tierra llaman mal al bien y bien al mal. Fomentan la matanza de los inocentes como si fuera una política razonable y sensata. El inmenso poder de la tecnología y la psicología modernas se emplean a todos los niveles para redefinir el significado y el valor de la vida humana. El asesinato institucionalizado es un fenómeno masivo y global. Es el reino del crimen y la mentira”.
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Lo demoníaco está presente en el mundo. Siempre lo ha estado, pero hoy es más generalizado, más aceptado.
San Pablo, en la epístola a los Efesios, menciona al “Príncipe del imperio del aire, el Espíritu que actúa en los rebeldes” (2,2). Su labor, la labor de este Príncipe, es tentar y pervertir; viciar con malas doctrinas o ejemplos las costumbres y la fe. Y desgraciadamente a la vista de tanto abandono de las cosas de Dios, se puede afirmar que su callada pero incansable labor, está teniendo sus frutos.

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Como decía el teólogo kart Rhaner S.J., “(..) Hay un alejamiento de Dios que se da lo mismo en los hombres piadosos que en los impíos, que desconcierta al espíritu y hace al corazón indeciblemente medroso. Los hombres piadosos no lo reconocen fácilmente porque piensan que algo así no puede sucederles (aunque el mismo Señor ha invocado: "Dios mío, ¿por qué me has abandonado?") y los otros, los no piadosos, sacan falsas consecuencias de los hechos reconocidos.”
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Por eso, que nadie dude que estamos viviendo los días en los que muchos cristianos que de palabra y en apariencia son creyentes, en el fondo casi no se distinguen de los paganos.
Muchos cristianos se han vuelto tan superficiales, mundanos, autocomplacientes y corruptos que hace tiempo que perdieron la inocencia y la luz. Aceptan el aborto, viéndolo como un procedimiento médico necesario, un derecho fundamental, un factor igualador entre los sexos y hasta una mejora de la calidad de vida. No se dan cuenta de que constituye un paralelo exacto de los ritos satánicos en que se sacrificaban niños inocentes sobre el altar del egoísmo y la lujuria.
Han perdido el discernimiento espiritual, y no les queda otra cosa que la apariencia de ser religiosos. Su credo, en vez de mejorar su vida, justifica el pecado.
Es tal el grado de confusión que nos llegamos a pervertir todo.
“La anticoncepción es hacer el amor sin hacer el niño; la fecundación «in vitro» es hacer el niño sin hacer el amor; el aborto es deshacer el niño; y la pornografía es deshacer el amor " Jerôme Lejeune, premio Nobel de Biología
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Lo cierto es que, efectivamente cuando llegue la terrible época predicha en el Apocalipsis, la mayoría de la gente probablemente ni siquiera percibirá esa manifestación del mal en grado extremo. Al fin y al cabo, como decía aquel texto de Harvey, ya tendremos mucha práctica.
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Con estas premisas, sin duda, el futuro se ve mal, muy negro. ¿Qué podemos y debemos hacer nosotros para evitar y paliar este devenir nada esperanzador?
El Señor nos pide que perdonemos, y también por boca del profeta Ezequiel, nos dice: "Te pediré cuenta de la sangre del malvado". Pero perdonar las ofensas no significa andar del brazo de los corrompidos, escandalosos y blasfemos; no se puede estar en connivencia con los enemigos de la Cruz de Cristo, si estos se obstinan en desoír la voz correctora de la Iglesia que tiene poder de atar y desatar.
La respuesta está en el Evangelio, “Velad y orad, para que no entreis en tentacion; el espiritu a la verdad esta dispuesto, pero la carne es debil.” San Mateo cap. 26 vers. 41.
La solución es la misma que proponía el Papa en la homilía en la fiesta de Pentecostés: “Para que Pentecostés se renueve en nuestro tiempo, tal vez es necesario —sin quitar nada a la libertad de Dios— que la Iglesia esté menos "ajetreada" en actividades y más dedicada a la oración”.
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Cuidar y Velar. Rezar y actuar. Una y otra vez el Papa y sus pastores nos señalan el camino. Porque el hombre, aunque el mismo no lo crea, todavía anhela esperanzas, todavía, aunque muy escondidamente, tiene sed de Dios.
“El problema actual es que se busca algo religioso, algo religioso que dé cierta satisfacción, porque el hombre tiene este deseo de encontrarse con el infinito, de tener esta respuesta de otra dimensión, de un más allá que además le dé también una dulzura, una esperanza que las cosas materiales no pueden dar.” Benedicto XVI.
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Es cierto, la situación actual parece irreversible, es tan extrema, que hace poco nuestro Cardenal Rouco nos animaba a ir al martirio, si es necesario, antes que pasar por leyes injustas (ver enlace); pero el poder de la oración vocal y hecha vida con nuestros actos es inmensa; y con ella llegaremos donde nunca podíamos ni pensar.
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Para terminar, he de decir que últimamente me sorprende la cantidad de libros, películas, documentales y artículos sobre el fín de los tiempos, me parece muy significativo. También en internet son muchos los blogs y páginas webs que dedican muchos comentarios a la misma temática con gran cantidad de datos. De estas muy pocas con cierta seriedad, ni intelectual, ni teológica; de hecho hay muchas de estas producciones absurdas que provocan la hilaridad, sobre todo cuanto tratan de confundir pretendiendo demostrar que la Iglesia de Roma es -la gran ramera- profetizada en el texto de San Juan, o cuando califican al Santo Padre, poco menos que de anticristo; cuando es todo lo contrario.
Desgraciadamente, en nuestro suelo patrio, podemos ver, casi a diario, la confirmación de la manipulación que quieren hacer de la figura papal. El último ejemplo, lo tendremos a finales de este mismo mes, antes de que nuestros diputados se vayan de vacaciones, a mal seguro, aprobaran la moción de ICV, secundada por el PSOE para reprobar a Benedicto XVI. Y esto es así porque si algo o alguien molesta profundamente a las fuerzas del mal, es precisamente la Iglesia de Jesucristo y la voz de su Vicario, al que tratan de censurar sus palabras sistemáticamente, confundirlas o menospreciar, incluso a su persona. Cuando él es, casi el único faro de luz, reflejo de Cristo, en el que nos podemos mirar.
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Sin duda, esta y otras cuestiones, como la apostasía de muchos miembros de la Iglesia, la severa crisis económica, la falta de recursos energéticos, el paro creciente, las violencias latentes, las guerras declaradas, las epidemias crecientes, ya pandemías y sobre todo el desprecio de los hombres por la vida y por las cosas de Dios, apuntan a un futuro de grandes cambios.
Sin embargo…, soy de los que piensan, que los cristianos, los católicos no debemos alarmarnos, ni mucho menos poner fechas a la potencial parusía. No debe importarnos ese futuro tanto como para descuidar el presente. No debe preocuparnos lo que venga, más que nada, porque para nosotros, nuestro fín, puede ser mañana mismo o dentro de tan solo unas pocas horas y además, sobretodo porque nuestra vida ya está comprada con la Sangre salvadora del Cordero de Dios.
Tan solo hemos de preocuparnos por el hoy, por el momento, “carpe diem”, con los cinco sentidos de cara y en presencia de Dios, “Haz lo que debes y está en lo que haces”.
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Cuidar y Velar, porque a un corazón vigilante se le puede dirigir el mensaje de la gran alegría. Porque sólo el corazón vigilante es capaz de creer en el mensaje. Porque sólo el corazón vigilante puede infundir el ánimo en nuestros contemporáneos de re-encaminarse, para encontrarse con Dios de nuevo, que nos espera con los brazos abiertos, amorosamente en cruz.
Roguemos pues al Señor, por mediación de su Madre, que es Auxilio de los pecadores, para que nos ayude a convertirnos en personas" vigilantes." Para que con nuestras vidas entregadas a El, seamos capaces de dar la vuelta a este mundo como se le dá a un simple calcetín. Sin olvidarnos tampoco de pedir por lo que no lo hacen.
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“¡Oh, qué recia cosa os pido, verdadero Dios mío, que queráis a quien no os quiere, que abráis a quien no os llama, que deis salud a quien gusta de estar enfermo y anda procurando la enfermedad! Vos decís, Señor mío, que venís a buscar los pecadores; éstos, Señor, son los verdaderos pecadores. No miréis nuestra ceguedad, mi Dios, sino a la mucha sangre que derramó vuestro Hijo por nosotros. Resplandezca vuestra misericordia en tan crecida maldad; mirad, Señor, que somos hechura vuestra. Válganos vuestra bondad y misericordia.” Santa Teresa de Avila.
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