viernes, 19 de junio de 2009

SOY UN INTOLERANTE

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Hoy se entiende por “tolerancia religiosa”, la libertad que concede la ley a los ciudadanos para que, cada uno, profese la religión verdadera o falsa que mejor se le acomode.
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Ahora bien, la ley parte del falso principio de que todas las religiones son iguales; de que el hombre como tal, no tiene obligación rigurosa de abrazar ésta, ni desechar aquella; de que el ciudadano es libre para seguirlas todas, o no seguir ninguna y que por consiguiente la ley debe reconocerles esta libertad, este derecho al mal y al error, porque propiamente la ley no sabe a ciencia cierta lo que es verdad, ni lo que es falso.
Partiendo de este principio, la tolerancia religiosa es anti católica, es absurda, es el escepticismo y el ateismo en toda su desnudez.
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Esta llamada tolerancia religiosa pondera con huecas palabrotadas, la libertad del hombre, los derechos del pensamiento, los fueros de la conciencia humana, pero ¡ay de tí, si por desgracia llegas a hacer uso de esta libertad, de esos derechos, de este fuero en oposición a los intereses de lo establecido por la progresía! Sobre ti, todos los insultos, todas las mordazas; gran generosidad tendrán contigo, si te perdonan la vida.
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Dicen los artífices de este invento, que no se sabe a punto cierto, lo que es verdad y lo que es error en religión. Sin embargo, para el creyente, después de la revelación de Cristo-Dios y del establecimiento de su Iglesia, sabemos de un modo cierto, seguro e infalible dónde está la verdad y donde el error.
Dicen ellos también, que el pensamiento del hombre es libre como el viento, y efectivamente es así, porque así lo quiso Dios, pero la verdad es la que es y el desarrollo pleno de la libertad se consigue en función del correcto uso que hagamos de ella para tratar de conocer la verdad y ajustarnos a ella. Tal y como dicen las palabras de Baltasar Gracián permanentemente colgadas en el lateral de este blog: "La verdadera libertad consiste en poder hacer lo que se debe hacer."
Dicen ellos también que hay derecho para todo, incluso para el mal; sin embargo nosotros creemos que el derecho, la justicia y el bien, van íntimamente unidos.
Así pues, lo que ellos llaman tolerancia, nosotros, sin ambages, lo podemos calificar de intolerancia.
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¿Es, acaso, tolerante este mundo que estamos viviendo?, últimamente, raro es el día en que alguien, “muy tolerante” y talantudo, no levante una voz contra la religión, contra la moral y lo que es más grave, contra la vida misma; es como si este mundo alucinado gritara al unísono, ¡abajo lo existente!, aunque en esto vaya comprendido todo lo sagrado, familia, propiedad, Dios…
Se falsifica la verdad y la historia sin pudor, se rompen las sanas tradiciones e incluso, en algún caso se borran de la faz de la tierra los monumentos que recuerdan tanto a la historia, como la tradición.
¿Es esto tolerancia, o es la más tiránica, egoísta y exclusiva de las posturas?
Parece como si en ese afán revolucionario zapaterino, hubiéramos abierto las puertas a lo peor de la historia del ser humano. Nos miramos ya casi en el espejo de aquella Francia jacobina, símbolo inequívoco de la “tolerancia” revolucionaria; probablemente, su primer grito entonces fue el de Voltaire: “¡Aplastad, aplastad al infame!” Y ese infame.. ¡horror! era Jesucristo, nuestro dulce Jesús. Lo que vino luego, ya se sabe, el mayor monumento a esa “tolerancia” revolucionaria se alzó por toda Francia: la guillotina.
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Sin embargo, los católicos siempre fuimos, siempre somos los intolerantes. ¿Sabéis por qué?, porque aunque ahora nos hemos vuelto más blandengues, nunca, en otro tiempo transigimos con los enemigos.
Porque decimos “si” cuando los clamores mundanos dicen “no”, y decimos “no” cuando ellos dicen “si”; vamos siempre a contracorriente, porque nos gusta la libertad, no la imposición y sobretodo porque seguimos la luz de la fé y la de la verdadera razón. Y esa misma luz nos empuja a llamar error a lo que, con recta conciencia, siempre lo fue y maldad a lo que manifiestamente se desvela como tal, por muchos disfraces que tenga.
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Afirmamos que no puede haber fusión legítima entre cosas tan opuestas, como no la hay entre Dios el diablo, lo blanco y lo negro, el bien y el mal, la Iglesia y la antiiglesia.
Aquella sentencia definitiva de Nuestro Salvador es divisa: “El que no está conmigo, está contra Mí”; y por consiguiente llamamos enemigos de la fé, sin complejos, a los que militan, a veces violentamente, y casi siempre radicalmente, en un campo opuesto al de la fé.
En este caso, afortunadamente el Papa es el primer “intolerante” para esos nuevos “ilustrados”, no porque grite más recio, si no porque habla más claro que nadie; y con ese calificativo también tachan a todos aquellos Obispos, curas o seglares que son eco viviente de toda palabra que sale del Vaticano. Pero si hay, por desgracia algún curita desviado, que se olvida de rezar e incluso escandalice un poco, aunque solo sea con el espectáculo de una vida relajada…, ah!, aquel hombre es un tipo adelantado, adecuado a su tiempo, entonces, si es un hombre tolerante….
Sin embargo, felizmente, la mayoría del “intolerante” clero español, como es su deber, recientemente ha vuelto a alzar su voz para proclamar una vez más, la verdad: “un católico no puede votar la ley del aborto”; y todavía dicen los tolerantes que la Iglesia no puede alzar su voz… ¿ni siquiera para defender la vida?
Claro que aquellos columnistas, escritores e incluso políticos a los que se les ocurra la feliz idea de abrazar esta bandera de la VIDA, que también defiende la Iglesia; con toda seguridad serán tachados inmediatamente, de intolerantes, de reaccionarios; no tendrán sitio en los medios si no es para infamarlos, buscando el nombre más asqueroso, ruin y bochornoso del diccionario. ¿Es esto tolerancia?
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A juicio de la progresía laicista son intolerantes, todos los que a su juicio cumplen con su deber. Es intolerante el padre que no permite que sus hijos se acostumbre a ver en televisión aberraciones constantes; es intolerante el que defiende la fidelidad matrimonial; es intolerante la madre que explica a su hija el modo de llevar una sexualidad sana, antes que darle un preservativo; es intolerante cualquier persona que rechace el aborto; es intolerante el que practica la religión de la caridad, el amor y la paz.
Y lo bueno es que al final van a tener razón; SÍ, si somos intolerantes, intolerantes, porque no toleramos el mal. Afortunadamente defendemos todo lo contrario que los malhumorados, feroces, radicales, “tolerantes”, no toleran.

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1 comentario:

Militos dijo...

la tolerancia hoy día sólo va en una dirección, no nos queda más remedio que ser intolerantes con el mal.
Querido Arcendo: que bien me ha hecho hoy este video, es fantástico.
¡Airados! contra los que atacan por sistema la religión Católica.

Un beso con mi cariño

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