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Con toda lo que está cayendo, estar alegres sería una ironía, si no fuéramos cristianos.
La insistencia de los problemas individuales y colectivos está creando un clima social preocupante, donde el desaliento es general.
Estas crisis hacen que la confianza disminuya y el pesimismo aumente. No existe la esperanza. Experimentar, la alegría hoy, se convierte así, en un auténtico desafío.
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Pero es precisamente ahora, en un mundo donde todo parece derrumbarse a nuestro alrededor cuando debemos transmitir toda esa alegría que llevamos dentro. Nuestra alegría ha de ser la sal del mundo, debe ser contagiosa y nuestra sonrisa ha de ser nuestro faro. Porque si la felicidad ciertamente es una necesidad fundamental del ser humano, para el cristiano es también, una exigencia, algo que va inseparablemente unido a nuestra condición.
En nuestro caso, no es cuestión de fingir una alegría postiza y prestada por las cosas, la verdadera alegría nace de haber encontrado a Dios como el verdadero tesoro de nuestras vidas. Y tampoco es cuestión de enterrar ese tesoro en las islas desiertas que nos queramos fabricar, son tiempos de abrirse, hay que salir a la calle y compartir esa alegria, porque ese es el mejor anuncio que podemos hacer de Dios, entre los que nos rodean.
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Ante esta afirmación habrá quien me rebata con innumerables experiencias de dolor, pero es que el dolor es una realidad humana inevitable, al igual que lo son muchos de nuestros defectos, soledad, malestares físicos y cansancio, pero incluso desde esas limitaciones que evidencian nuestra finitud, debemos buscar la alegría, porque es mediante el dolor como llegó la salvación del mundo. Jesús no vino a librarnos del sufrimiento, sino a darle sentido.
Por eso, a veces, incluso ese dolor, que a veces es ineludible, puede ser motivo de alegría, si sabemos aprovecharlo en beneficio de la salvación, propia o ajena.
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Una vez más, en este día de la conmemoración de su natividad nos miramos en María. En la Anunciación el ángel la invita a vivir la alegría: «Alégrate, llena de gracia...». María, entonces se llena de gozo en el Señor, pues el Mesías nacerá de Ella por obra del Espíritu Santo. La alegría se origina en el compromiso con el Plan divino y es consecuencia de el.
Y con Ella también, aprendemos que la alegría cristiana subsiste aun en el dolor, que aparece como telón de fondo de la esperanza en las situaciones más dramáticas, así el dolor, nunca es estéril ni incompatible con la alegría. La Cruz se presenta no como señal de tortura, sino como signo de reconciliación y alegría.
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Esa alegría nuestra, incluso en estos tiempos convulsos, aunque a los ojos del mundo parezca masoquista es totalmente lo contrario, porque como decía Juan Pablo II:
“La característica inconfundible de la alegría cristiana es que puede convivir con el sufrimiento porque se basa en el amor. Efectivamente, el Señor que está cerca de nosotros, hasta el punto de hacerse hombre, nos infunde su alegría, la alegría de amar. Solo así se entiende la serena alegría de los mártires en medio de los suplicios, o la sonrisa de los santos de la caridad frente a los que sufren: una sonrisa que no ofende sino que consuela”.
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Quedarse sólo en los problemas sin buscar vias de solución, en lo que esté en nuestra mano, da un mensaje desalentador, que ni es humano, ni mucho menos, cristiano.
Allá donde estemos, hemos de inundar nuestra pequeña parcela de alegría.
La alegría debe ser la música de fondo que no acompañe siempre y es prioritario que la dejemos oír a todos, porque a pesar de todo, probablemente ahora, nuestra misión principal es devolver la esperanza al hombre para que estas dificultades que estamos sufriendo, no ensombrezcan todas las cosas buenas que podemos sacar de ellas.
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Pidámosle a la Virgen en su día, que nos ayude en ese propósito:
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Dios te salve, María,
causa de nuestra alegría,
enséñanos a saber captar, en la fe,
la paradoja de la alegría cristiana,
que nace y florece en el dolor,
en la renuncia,
en la unión con tu Hijo crucificado:
Con toda lo que está cayendo, estar alegres sería una ironía, si no fuéramos cristianos.
La insistencia de los problemas individuales y colectivos está creando un clima social preocupante, donde el desaliento es general.
Estas crisis hacen que la confianza disminuya y el pesimismo aumente. No existe la esperanza. Experimentar, la alegría hoy, se convierte así, en un auténtico desafío.
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Pero es precisamente ahora, en un mundo donde todo parece derrumbarse a nuestro alrededor cuando debemos transmitir toda esa alegría que llevamos dentro. Nuestra alegría ha de ser la sal del mundo, debe ser contagiosa y nuestra sonrisa ha de ser nuestro faro. Porque si la felicidad ciertamente es una necesidad fundamental del ser humano, para el cristiano es también, una exigencia, algo que va inseparablemente unido a nuestra condición.
En nuestro caso, no es cuestión de fingir una alegría postiza y prestada por las cosas, la verdadera alegría nace de haber encontrado a Dios como el verdadero tesoro de nuestras vidas. Y tampoco es cuestión de enterrar ese tesoro en las islas desiertas que nos queramos fabricar, son tiempos de abrirse, hay que salir a la calle y compartir esa alegria, porque ese es el mejor anuncio que podemos hacer de Dios, entre los que nos rodean.
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Ante esta afirmación habrá quien me rebata con innumerables experiencias de dolor, pero es que el dolor es una realidad humana inevitable, al igual que lo son muchos de nuestros defectos, soledad, malestares físicos y cansancio, pero incluso desde esas limitaciones que evidencian nuestra finitud, debemos buscar la alegría, porque es mediante el dolor como llegó la salvación del mundo. Jesús no vino a librarnos del sufrimiento, sino a darle sentido.
Por eso, a veces, incluso ese dolor, que a veces es ineludible, puede ser motivo de alegría, si sabemos aprovecharlo en beneficio de la salvación, propia o ajena.
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Una vez más, en este día de la conmemoración de su natividad nos miramos en María. En la Anunciación el ángel la invita a vivir la alegría: «Alégrate, llena de gracia...». María, entonces se llena de gozo en el Señor, pues el Mesías nacerá de Ella por obra del Espíritu Santo. La alegría se origina en el compromiso con el Plan divino y es consecuencia de el.
Y con Ella también, aprendemos que la alegría cristiana subsiste aun en el dolor, que aparece como telón de fondo de la esperanza en las situaciones más dramáticas, así el dolor, nunca es estéril ni incompatible con la alegría. La Cruz se presenta no como señal de tortura, sino como signo de reconciliación y alegría.
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Esa alegría nuestra, incluso en estos tiempos convulsos, aunque a los ojos del mundo parezca masoquista es totalmente lo contrario, porque como decía Juan Pablo II:
“La característica inconfundible de la alegría cristiana es que puede convivir con el sufrimiento porque se basa en el amor. Efectivamente, el Señor que está cerca de nosotros, hasta el punto de hacerse hombre, nos infunde su alegría, la alegría de amar. Solo así se entiende la serena alegría de los mártires en medio de los suplicios, o la sonrisa de los santos de la caridad frente a los que sufren: una sonrisa que no ofende sino que consuela”.
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Quedarse sólo en los problemas sin buscar vias de solución, en lo que esté en nuestra mano, da un mensaje desalentador, que ni es humano, ni mucho menos, cristiano.
Allá donde estemos, hemos de inundar nuestra pequeña parcela de alegría.
La alegría debe ser la música de fondo que no acompañe siempre y es prioritario que la dejemos oír a todos, porque a pesar de todo, probablemente ahora, nuestra misión principal es devolver la esperanza al hombre para que estas dificultades que estamos sufriendo, no ensombrezcan todas las cosas buenas que podemos sacar de ellas.
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Pidámosle a la Virgen en su día, que nos ayude en ese propósito:
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Dios te salve, María,
causa de nuestra alegría,
enséñanos a saber captar, en la fe,
la paradoja de la alegría cristiana,
que nace y florece en el dolor,
en la renuncia,
en la unión con tu Hijo crucificado:
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¡Haz que nuestra alegría
sea siempre auténtica y plena
para podérsela comunicar a todos!
Míranos clemente en esta hora.
¡Haz que nuestra alegría
sea siempre auténtica y plena
para podérsela comunicar a todos!
Míranos clemente en esta hora.
Haz que nos nos rindamos, que entendamos que El todavía sigue confiando en nosotros.
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Amén.
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1 comentario:
Querido Arcendo: ¡qué bonito post! precisamente en el cumpleaños de Nuestra Madre.
Me encanta la figura del niño abandonado y confiado en las rodillas de María. Es preciosa.
Y sí que la Causa de Nuestra Alegría, nos la mantenga siempre para poder llevarla a los demás.
Si nosotros no estamos alegres, confieso que a veces cuesta, ¿quién tendría motivos para estarlo?.
¡¡Qué gran alegría nos has traído esta mañana!!
Un beso de corazón alegre
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