EL TIEMPO DE LOS MEJORES

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Una cosa es la justicia, la ecuanimidad y el equilibrio y otra muy distinta es la tibieza, conviene aclararlo porque la tibieza es el estado anímico propio de los tiempos que vivimos.
El mediocre, el hombre de masas, el ser unidimensional prefiere ante todo, la tibieza.
Este remedo de persona solo cree en lo que le gusta creer y en lo que le dicen que crea, sin hondura alguna, sin investigación sesuda, sin el menor atisbo de criterio, sin ningún tipo de contraste.
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Hoy, buena parte de nuestra juventud está en esa onda y “pasa” de los grandes problemas de esta sociedad, ¡que lo arreglen los políticos! dicen, lo que ocurre es que cuando los políticos no hacen nada, porque no pueden y no saben, tampoco tienen una verdadera oposición cívica que les pueda hacer frente, para salvar los últimos resquicios de humanidad que van quedando.
Al igual que me repugna esta política de mangantes y aprovechados; igual abomino de esta juventud desvirilizada, deshumanizada de hoy, que prefiere no enterarse de nada y que se lo den todo hecho. Estos ingenuos ignorantes, no se percatan que si ellos no actúan contra los políticos, estos si se ocuparán de ellos. Les someterán con decretos, prescripciones, prohibiciones y disposiciones. A su hijas les enseñarán a fornicar sin consecuencias desde los colegios, matarán a inocentes por ley, nos arruinaran a base de impuestos y poco a poco acabaremos solapadamente subyugados al dominio total de unos pocos.
Y ante esto, hay que MOJARSE, no cabe la tibieza.
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Actualmente nuestro mundo precisa de hombres y mujeres con un gran deseo de hacer, de creer, de amar y de luchar fervientemente por algo. Por tanto nos es necesario asumir una postura categórica frente a tantos engaños. Habrá que buscar caminos, puentes de salvación, si quiera un último bastión donde poder dar la batalla por los restos de humanidad que debemos conservar. Es necesaria la catarsis, la purificación de todos esos criterios utilitarios y vanales que la época nos ofrece. Se hace ya urgente una recuperación de valores.
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Ortega y Gasset hace ya casi un siglo, abogaba entonces, por el elogio de las elites y Juan Ramón Jimenez, abogaba por la vuelta de la aristocracia. Sin embargo, en este principio del tercer milenio, el envilecimiento es tan manifiesto, que ya es vital esa reconquista del hombre por el hombre, no caben esperas, ni medias tintas.
El acertado requerimiento de nuestros ilustres pensadores españoles ha de entenderse siempre desde su etimología exacta, es decir "aristos": -el mejor-; y "krátos" -poder o gobierno-; así en su conjunto el vocablo "aristocracia" significa: “el gobierno de los mejores”; Así ha de entenderse, como el deseo y anhelo de que, los que tengan las tareas de gobierno sean la elite, no por nobleza sanguínea, sino por supremacía intelectual y sobretodo moral y espiritual, por bondad demostrada y demostrable.
Pero yo iría aún más lejos, la sociedad perfecta, el sueño ideal sería aquel en el que todos fuéramos “los mejores”. -Ser yo mejor, para hacer mejores a los demás y hacer mejor el mundo en el que vivo-.
¡Que lejana utopía en este tiempo de tibios y mediocres!; ¡Que gran reto para locos, idealistas y enamorados!.

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