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“Dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Que tenga autoridad sobre los peces del mar y sobre las aves del cielo, sobre los animales del campo, las fieras salvajes y los reptiles que se arrastran por el suelo. Y creó Dios al hombre a su imagen” (Génesis 26-27).
“Dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Que tenga autoridad sobre los peces del mar y sobre las aves del cielo, sobre los animales del campo, las fieras salvajes y los reptiles que se arrastran por el suelo. Y creó Dios al hombre a su imagen” (Génesis 26-27).
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En este sencillo párrafo del Libro del Génesis, que todos alguna vez hemos leído, se encierra una revelación que da escalofríos, si la meditamos un poco.
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Cuando Dios, Uno y trino, Dios Creador, Redentor y Santificador dijo “Hagamos al hombre a Nuestra imagen”. Las Tres Personas de la Santísima Trinidad, culminaban así la obra de la Creación con el ser más perfecto: el hombre.
¡Que enorme honor haber sido creados a la imagen de Dios!, ¿somos conscientes de eso?, ¿lo pensamos alguna vez?
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Meditemos un poco sobre tan impresionante versículo.
A imagen de Dios no quiere decir que el hombre deba tener una semejanza física con Dios, pienso más bien que se refiere al hecho de que el hombre tiene un alma espiritual e inmortal, que está por encima de los otros seres vivientes que habitan en la tierra. El hombre no es una cosa, ni un animal irracional, es persona. El hombre, piensa, y tiene capacidad de amar; también tiene libertad y puede escoger el bien; de tal modo que, somos criaturas únicas y maravillosas, porque somos, ¡si queremos ser!,… IMAGEN DE DIOS.
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Así, también podemos descubrir algo de Su "Rostro de bondad" en cada hombre, de ahí, el “amar al prójimo como a uno mismo”, porque desde que Cristo vino al mundo, todo gesto de amor que hagamos al otro está hecho a Él, "a Mí me lo hicisteis", Mt 25,40.
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Nada está perdido, dentro del peor puede estar el mejor, solo basta, como El hizo con nosotros, infundir el soplo del espíritu sobre todo aquellos con quienes nos crucemos a diario, poniendo amor, donde no hay amor, para sacar AMOR.
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Recapitulando, como seres humanos hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. En consecuencia, nuestra dignidad no depende de lo que poseemos, ni de lo que hacemos. Ni tampoco la podemos comprar o vender, ni mucho menos, corresponde que la dignidad humana sea definida por nadie, ni siquiera por el gobierno de una nación. Tenemos tal dignidad, porque Dios nos ha dado un don completo e inestimable.
Un gran regalo, que hemos de emplear, usando bien de nuestra libertad, aceptando y teniendo en cuenta, los términos bajo los cuales fuimos creados: Por Amor y a Su Imagen.
En este sencillo párrafo del Libro del Génesis, que todos alguna vez hemos leído, se encierra una revelación que da escalofríos, si la meditamos un poco.
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Cuando Dios, Uno y trino, Dios Creador, Redentor y Santificador dijo “Hagamos al hombre a Nuestra imagen”. Las Tres Personas de la Santísima Trinidad, culminaban así la obra de la Creación con el ser más perfecto: el hombre.
¡Que enorme honor haber sido creados a la imagen de Dios!, ¿somos conscientes de eso?, ¿lo pensamos alguna vez?
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Meditemos un poco sobre tan impresionante versículo.
A imagen de Dios no quiere decir que el hombre deba tener una semejanza física con Dios, pienso más bien que se refiere al hecho de que el hombre tiene un alma espiritual e inmortal, que está por encima de los otros seres vivientes que habitan en la tierra. El hombre no es una cosa, ni un animal irracional, es persona. El hombre, piensa, y tiene capacidad de amar; también tiene libertad y puede escoger el bien; de tal modo que, somos criaturas únicas y maravillosas, porque somos, ¡si queremos ser!,… IMAGEN DE DIOS.
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Así, también podemos descubrir algo de Su "Rostro de bondad" en cada hombre, de ahí, el “amar al prójimo como a uno mismo”, porque desde que Cristo vino al mundo, todo gesto de amor que hagamos al otro está hecho a Él, "a Mí me lo hicisteis", Mt 25,40.
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Nada está perdido, dentro del peor puede estar el mejor, solo basta, como El hizo con nosotros, infundir el soplo del espíritu sobre todo aquellos con quienes nos crucemos a diario, poniendo amor, donde no hay amor, para sacar AMOR.
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Recapitulando, como seres humanos hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. En consecuencia, nuestra dignidad no depende de lo que poseemos, ni de lo que hacemos. Ni tampoco la podemos comprar o vender, ni mucho menos, corresponde que la dignidad humana sea definida por nadie, ni siquiera por el gobierno de una nación. Tenemos tal dignidad, porque Dios nos ha dado un don completo e inestimable.
Un gran regalo, que hemos de emplear, usando bien de nuestra libertad, aceptando y teniendo en cuenta, los términos bajo los cuales fuimos creados: Por Amor y a Su Imagen.
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6 comentarios:
Esta cita del Génesis es demasiado fuerte para que nuestra intelijencia pueda entenderla. Surgen muchas preguntas: ¿Cómo yo? ¿Cómo éste? o ¿cómo aquel? ¿Qué he hecho con esa semejanza?
Yo lo creo porque está escrito y porque así lo enseña la Santa Madre iglesia, pero !Señor aumenta mi fe!
Besiños, Maestro, mañana lo llevaré a la oración.
Ah, Arcendo y buenas noches nos de Dios.
Besiños
Hola Arcendo, seas quien seas, llego aquí guiada por don Joan Carreras, no me da tiempo ahora de leer, pero este blog pinta bien, muy bien!
Te envío un enlace de un boletín al que estoy suscrita y que a mí me sirve...http://es.catholic.net/comunicadorescatolicos
Volveré!
cristina
No se puede añadir nada más a esta maravilla. Solo apresurarse a pulir el espejo.
Mi hermano me ha enviado la homilía que hará este domingo si D.q. hay en tu post un elemento del que habla, así que te remito al domingo donde la publicaré.Otro abrazo. Uff, no tienes piedad de mi FM. me voy a por el Red Bull,para seguir leyendo. Estás a tope Chaval.
Ay Arcendo, qué difícil reflejar la imagen del Creador cuando te hacen daño en lo que más te duele.
Claro que segun te escribo esto me vienen a la mente las afrentas al Hijo de Dios, así que no hagas caso a mis primeros renglones, ya estoy arrepentida de haberlos escrito.
Muchas gracias por tu apoyo incondicional.
Te quiero, Arcendo.
Besiños
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