jueves, 10 de diciembre de 2009

¿CONTRADICCIÓN BÍBLICA?

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"Y aconteció un día que él entró en un barco con sus discípulos, y les dijo: Pasemos a la otra parte del lago, y remaron mar adentro.
Pero mientras ellos navegaban, Él se durmió, y sobrevino una tempestad de viento en el lago; y henchían de agua, y peligraban. Y llegándose a Él, le despertaron, diciendo: Maestro, Maestro, que perecemos! Y despertado, increpó al viento y a la tempestad del agua; y cesaron, y fue hecha bonanza. Y les dijo: ¿Qué es de vuestra fe? Y atemorizados, se maravillaban, diciendose los unos a los otros: ¿Quién es éste, que hasta a los vientos y al agua manda, y estos le obedecen
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" Luc. 8. 22 – 25.

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Sin duda, este es uno de mis pasajes bíblicos preferidos pero también es de los más impactantes. Ahí está Jesús, ¡Dios mismo!, mostrándose con toda su fuerza y poder “¿Quién es éste, que hasta a los vientos y al agua manda, y estos le obedecen?“.

¡Mira que lo habré leído veces, y veces!…., y en una de esas, caí en una extraña contradicción… Pensé, no puede ser, esta Biblia tiene que estar equivocada.
Miré en otras versiones que tengo, la Nacar Colunga y posteriormente la Biblia de Jerusalén y estaban igual, nada cambiaba; las tres narraban el versículo 22, de igual manera.
¿No os parece raro leer el contraste entre “Pasemos a la otra parte del Lago” y “Y remaron mar adentro”?, ¿En que quedamos, lago o mar?
Sin embargo, una vez aceptado ese primer choque y llevándolo a la meditación, en seguida llegué a la conclusión que nada está así por azar, tras el curioso contrasentido, hay una gran enseñanza.
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Mi interpretación es la siguiente, el barco representa nuestras vidas y los discípulos somos los que seguimos a Jesús. Cuando el Señor sube a nuestro barco, todo está lleno de paz y tranquilidad como las aguas de "un lago"; pero a pesar que Jesús se embarca con nosotros, pronto nos olvidamos de ello y comenzamos a tomar nuestras propias decisiones sin contar con Él.
Entonces, comenzamos a pilotar nuestro barco solos y pronto nos vemos navegando “mar adentro” llevando el barco de nuestra vida, hacia aguas tempestuosas, enfrentándonos a grandes vientos. Entonces todo va a la deriva, nuestro barco se tambalea y a veces hasta se inunda.
Y es solo en esa desesperanza cuando recordamos, por fín, a ese Jesús que lo tenemos “dormido” y le pedimos ayuda. Cuando, por nuestra llamada, despierta, se levanta y con autoridad manda calmar todas las aguas.
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La solución siempre es Él. El único remedio es que le invitemos siempre a nuestro barco, sea cual sea nuestro rumbo, nuestro proyecto, nuestro trabajo, ante cualquier decisión, lo más prudente es que sea Él, el capitán de nuestro barco.
Si es así, ya no importará que en el trayecto nos encontremos lluvias, vientos o huracanes. El siempre responde y siempre calma las aguas. Siempre acabamos maravillados de lo mucho que es capaz de hacer en nuestra vida. Y como esos discípulos asombrados, siempre, una y otra vez, nos sorprendemos de su inmenso poder.
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Para terminar, quisiera también recordar en este post la bellísima petición a María, de S. Bernardo de Claraval:
En medio de las tempestades de la vida, en el corazón de los horizontes, en medio de la confusión de las ideas, ante la presión de las ideologías... mira la estrella, invoca a María. Ella te guiará con mano segura al puerto. Stella Maris, ruega por nosotros”.
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Así pues, ¿Lago o mar?... ¡que importa, si estamos en las mejores manos!
Esa es mi interpretación... ¿Cuál es la tuya?

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6 comentarios:

Caballero ZP dijo...

Interesante apreciación Arcendo, está claro que no se te escapa nada.
Saludos

Militos dijo...

HOLA SEÑOR CARCAJEANTE del mal ajeno. Es broma, querido, que ya lo entiendo.
Pues nunca se me había ocurrido pensar en ese contrasentido. La verdad es que parece chocante porque lo que va a dar al mar son los ríos y no los lagos.
Tu interpretación es muy buena, se ve que tú lees el Evanfelio como decía S. Ignacio que debía hacerse:
"CÓMO SI PRESENTE ME HALLASE"
El nos coloca en el lago apacible y nosotros nos desviamos a las aguas turbulentas, pero Él nos encuentra también en ellas y nos salva, si pedimos auxilio.
Me ha encantado tu reflexión, sirve hasta para las malas caídas.

Besiños desde Cádiz

AGILITY SOLUCIONES HIPOTECARIAS dijo...

Hola Arcen:

Interesante y agudísima observación la tuya, yo particularmente creo que LAGO significa tranquilidad, y Mar significa agitación, a lo mejor van por ahí las cosas, no lo sé. Pero puede ser que los hombres prefiramos el lago por lo de la maldita comodidad y con Él, seríamos capaces de surcar el mar y sus tempestades.

Buenas tardes amigo.

Soy Anaroski.

eligelavida dijo...

Preciosa la oración a la Virgen. Los españoles tendríamos que invocarla más como Stella Maris. Un saludo.

Anónimo dijo...

Sinceramente no sé de donde sacas las fotos pero son buenísimas

Javier dijo...

¿Lago? ¿Mar? ¡Qué importancia tiene! Supongo que el hagiógrafo correspondiente habría dirimido la cuestión si hubiese puesto en su lugar: "... y adentrándose en las aguas..." Esto me recuerda a lo de que: “es más difícil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el cielo”. Estudios serios concluyen diciendo que la palabra "camello" en arameo es parecida a la palabra "calabrote" que, los que tienen contacto con el mar, saben que es una estacha de las que se utilizan en los barcos para su amarre en puerto, (tratándose de marineros, como alguno de los apóstoles, no parece muy descabellado). Esa es mi opinión.

Un abrazo y… tratándose de traducciones, todo es posible. No obstante, lo que está claro es que, utilicemos un idioma u otro, si el timonel es Jesús, el rumbo que nos ha de llevar a buen puerto es el correcto y no habrá escollos que hagan zozobrar a la embarcación.

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