EL PAPA VERDE

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A pesar del título de este post, el tema que quiero tratar nada tiene que ver con cierta famosa obra con el mismo título, del excelente autor guatemalteco Miguel Ángel Asturias, Premio Nobel de literatura en 1967.

La cuestión en sí, trata de lo que hoy se conoce como “verde”, del cuidado del medio ambiente, la ecología y de la inequívoca postura de Su Santidad Benedicto XVI, con respecto a esa gran exigencia humana, que debe ser la estima a la naturaleza.
Pero vayamos por partes, como decía Jack el destripador....

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Verán ustedes...; queríamos mucho a Juan Pablo II y lo seguimos queriendo, eso no lo va a impedir nada, ni nadie. Sin embargo...., alguno, incluso dentro de las propias filas, pensaba que nadie iba a poder cubrir su hueco y mucho menos ese "panzer" alemán, llamado Ratzinger.

Desde luego..., quien pensaba así, se equivocaba de parte a parte. No se trata de rellenar vacíos, cada uno tiene su pedacito de historia, cada instante su sentido, cada hombre su personalidad.

Por eso ahora, constato y me confirmo en que la elección de cada Papa es asunto exclusivo del Espíritu Santo y a Él, le doy gracias por proveernos siempre de lo que precisamos, exactamente cuando más lo necesitamos.

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Juan Pablo fue el Papa magno, pero cada vez que Benedicto habla, ¡CRECE!. 
Antes de ayer en el parlamento alemán, el Papa estuvo extraordinario. Después de ese discurso memorable, -como todos los suyos-, algunos medios no dudaron en calificarle como la referencia intelectual de Occidente.

No en vano, toda esa intervención en el "bundestag", -que yo animo a leer detenidamente (pinchando aquí)-, fue una lección magistral no solo para políticos y juristas, lo que dijo, nos concierne a todos.

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Este verano, gracias a la JMJ, muchos hemos tenido la fortuna de poder seguir más de cerca los discursos del Santo Padre..., cada una de sus disertaciones es un tesoro en si mismo, que conviene ir descubriendo si se quieren obtener ciertas claves para entender y reparar este maltrecho mundo contemporáneo.

Cada una de esas intervenciones, -la de ayer también-, asombran por la increíble capacidad de hacerse entender a través de un lenguaje claro y sencillo, a pesar de la enorme profundidad del mensaje. Un mensaje.... necesario, vital en estos tiempos, que habla de de tolerancia, de racionalidad, de espiritualidad, de sabiduría netamente práctica.

Algunos reniegan de ese intelectualismo del Papa. Algunos acusan la inutilidad de las palabras, frente a la eficacia inmediata de la praxis; sin embargo es precisamente esa capacidad de razonar para luego expresar lo pensado, lo que más nos humaniza; y es también lo que posteriormente anima nuestras acciones, lo que nos empuja, lo que nos mueve. De ahí, la necesidad de ¡ese verbo!

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Concretando, es de tal enjundia ese discurso de anteayer que es difícil entresacar tan solo un pensamiento.

Unos medios han destacado hoy en primera plana, la certera cita que el Papa hizo de San Agustín: "Quita el derecho y, entonces, ¿qué distingue el Estado de una gran banda de bandidos?".

Mientras tanto otros periódicos se han levantado con otra frase no menos llamativa del discurso: "El principio de mayoría no basta", en clara alusión a ciertas leyes en materia bioética.

Ninguno de los dos, son malos titulares tipográficos para los tiempos que corren, sin embargo yo hoy, me quedaría con su mensaje..... ¡ecologista!

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Ahora está "de moda" el ahorro energético, el reciclaje, la preservación de espacios naturales, la optimización de recursos, la lucha contra la contaminación, en definitiva el cuidado del medio ambiente. Y esa concienciación popular no es una "moda pasajera", sino que existe porque la tierra (en mayor o menor medida) tiene problemas reales al respecto, que conviene cuidar... sin demagogias.

De ahí las instrucciones apostólicas del Papa sobre estos temas, porque la Iglesia, que está siempre, comprometida con el hombre; no es ajena a estas cuestiones.

Por eso el Papa estuvo ayer... especialmente genial y oportuno cuando en su discurso saludaba la aparición del movimiento ecologista en los años 70, "como expresión de una señal de alarma de que algo no marchaba bien"

Benedicto XVI, efectivamente señaló la importancia, pero también la necesidad de reconducirla, contando también con la "ecología del hombre"; y eso me gustó mucho.

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Sin embargo, no es la primera vez que el Papa me emociona hablando de estos mismos temas. Hace tiempo ya, a finales de 2007, Benedicto XVI, asistió, a un encuentro con el clero de las diócesis de Belluno-Feltre y Treviso. En el mismo, Benedicto XVI pronunciaba unas palabras que, a mi me recuerdan mucho al mensaje de San Francisco.

El Papa nos instaba a “cuidar la tierra”:

“debemos escuchar la voz de la tierra”, decía el Santo Padre, y añadía “No podemos hacer lo que queramos con nuestra Tierra, que ha sido confiada a nosotros", "Tenemos que respetar las leyes naturales de la creación, de la Tierra, aprenderlas y obedecerlas si es que queremos sobrevivir. Esta obediencia a la voz de la Tierra es más importante para nuestra futura felicidad que un deseo del momento. Nuestra Tierra nos está hablando y tenemos que escucharla para descifrar su mensaje si queremos sobrevivir".

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¡Oír la voz de la tierra!, Imponente mensaje, sobrecogedor... No se puede ser más claro, ni más conciso, ni más genial. Sin embargo, anteayer en Alemania el Papa volvió a sorprender complementando perfectamente aquel inicial discurso ecologista:

"La importancia de la ecología es indiscutible, pero existe también una ecología del hombre, una naturaleza que él debe respetar y que no puede manipular a su antojo arbitrariamente."

"El hombre, continuó el Pontífice, es espíritu y voluntad, pero también naturaleza, y su voluntad es justa cuando escucha la naturaleza, la respeta y cuando se acepta como lo que es, y que no se ha creado a sí mismo. Así, y sólo de esta manera, se realiza la verdadera libertad humana".

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¡Providencial!. Este enorme personaje que Dios nos ha dado, además de ser un gran teólogo, sabe enlazar, como nadie, lo sobrenatural con lo natural de una manera tan fluida, y pasa de un plano a otro, como sólo los santos saben hacerlo.

Sabio, intelectual, serio aspirante a santo, ¿será el mundo tan necio como para desoír sus palabras?

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