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Es un atardecer de orar, mudo,
donde el silencio todo lo dice...
Te has ido, Señor,
no hay mayor dolor...
Gracias por el dolor que a Ti me une
y por la soledad que a TÍ me lleva.
Quiero abrazar contigo la cruz de cada día,
para alcanzar esa vida nueva,
que siguiéndote
me tienes prometida.
...
. . .
...
Venid y vedme hoy aquí:
¿Hay dolor cual mi dolor
cuando a mi Dios y Señor
en la Cruz sufriendo vi?
Mil veces con él morí,
pues, siendo mi Redentor,
era mi niño, mi amor,
a quien, virgen, concebí.
Al ser tanta nuestra unión,
su dolor mi dolor fue,
y su muerte mi pasión,
porque al tiempo le lloré
con llanto del corazón
y con lágrimas de fe.
¿Hay dolor cual mi dolor
cuando a mi Dios y Señor
en la Cruz sufriendo vi?
Mil veces con él morí,
pues, siendo mi Redentor,
era mi niño, mi amor,
a quien, virgen, concebí.
Al ser tanta nuestra unión,
su dolor mi dolor fue,
y su muerte mi pasión,
porque al tiempo le lloré
con llanto del corazón
y con lágrimas de fe.
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1 comentario:
En esta tarde de silencio... ¡Gracias!.
Que sepamos sonreir entre las lágrimas (como hace mi Macarena), seguros de que todo dolor es pasajero ante la promesa de Vida eterna.
Dios te bndiga.
Un abrazo fuerte.
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