No me cabe resquicio de duda, de que es el Espíritu Santo, es el mismo DIOS a través de su tercera persona, el que inspira y guía los sínodos donde se eligen a los nuevos Papas de la Iglesia.
Juan
Pablo II fue un Papa ejemplar, además de un modelo de santidad, fue el hombre
idóneo para acometer todas las transformaciones mundiales que tuvieron lugar
en, y gracias a su Pontificado.
Es
innegable que este impresionante Papa tuvo que ver en muchos de esos acontecimientos
históricos de gran relevancia, que el supo afrontar y dirigir como nadie lo
habría hecho: El desarrollo del Concilio Vaticano II, la desactivación de las
teologías -sandinistas- de la liberación, el triunfo de Solidarnosc y la caída
del muro de la verguenza sin duda, se deben a su trabajo y a sus oraciones.
Fue
el Papa oportuno en el tiempo apropiado. DIOS lo hace.
La constatación (una de muchas) de que todo es obra del Espíritu, es
la misma sucesión del Papa santo. Una vez más, Benedicto XVI es la persona más
capaz y además la más adecuada para abordar los años que estamos viviendo.
Este
nuevo, grandísimo personaje que DIOS nos regala en estos momentos, además de
ser una persona preparadísima intelectualmente hablando, me consta que es
también un gran rezador, que además... predica continuamente sobre la necesidad
urgente de oración que tiene el hombre de este siglo.
Cada vez que el Papa habla o escribe, hay que prestar atención a lo
que dice, porque nada es vano. Todo es útil y siempre abre
unos caminos inusitados, que sin sus enseñanzas sería muy difícil o incluso,
imposible descubrir.
Quiero
traer aquí, porque me han gustado mucho y porque personalmente me confortan y
me esperanzan, las palabras de una de esas últimas catequesis que hace el Papa,
aprovechando las audiencias generales.
Últimamente
el Santo Padre viene desgranando el Apocalipsis de San Juan. Sus lecciones a
pesar de la dificultad simbólica del libro en cuestión, son muy amenas. Están
llenas de referencias -como no puede ser de otro modo-, pero sus
explicaciones son muy entendibles y hermosas en forma y fondo.
Me
gusta lo que dice y como lo dice, y lo que es más importante, me llega.
Me encanta como explica el Papa lo de los tres símbolos apocalípticos: El trono de Dios, el libro y el Cordero.
- En el trono está sentado Dios omnipotente
que “no se ha quedado sólo en su cielo, sino
que se acercó al hombre, estableciendo una alianza con él”.
- El libro “contiene
el plan de Dios sobre los acontecimientos y los hombres, pero está cerrado herméticamente
con siete sellos y nadie puede leerlo”.
Ahora bien, “hay
un remedio al desamparo del ser humano ante el misterio de la historia: alguien
es capaz de abrir el libro e iluminarlo”.
- Ese alguien, se manifiesta en el tercer
símbolo: Cristo, “El Cordero, Cristo muerto y
resucitado, progresivamente abrirá los sellos desvelando el plan de Dios, el
sentido profundo de la historia”.
Estos símbolos, que el Papa explica tan
bellamente nos recuerdan “cual es la clave para
descifrar los acontecimientos de la historia y también de nuestra propia vida". LA ORACIÓN ES
LA SOLUCIÓN. Levantar los ojos al cielo y buscar constantemente la
estrecha relación con DIOS por medio de la oración.
El Papa en su sabio discurso viene a tirar
por tierra a todos aquellos agoreros que dicen que nada tiene solución, que de
nada sirve rezar. El Papa por el contrario, como Pontífice que es, tiende el
puente directo entre DIOS (que todo lo puede) y el hombre. No hay otro camino
mejor, que la oración, para no perder la esperanza, para ganar el futuro y la
eternidad.
En la oración, dice el Papa "aprendemos a ver las cosas de forma nueva y a captar su
significado verdadero”.
“Ante estas
realidades, a menudo dramáticas, la comunidad eclesial está llamada a no perder
nunca la esperanza, a creer firmemente que la aparente omnipotencia del Maligno
se enfrenta con la omnipotencia verdadera que es la de Dios”.
“Tenemos que estar seguros -dice el Papa- de que no hay oraciones superfluas o inútiles, ninguna se
pierde. Dios no es insensible a
nuestras súplicas. A menudo frente al mal
tenemos la sensación de no poder hacer nada, pero es precisamente nuestra
oración, la respuesta primera y más eficaz que podemos dar y que fortalece
nuestro compromiso diario de difundir el bien.
La potencia de Dios hace fecunda nuestra debilidad”.
Yo sabía que no hay ninguna
oración inútil, pero es
bueno, es alentador, es emocionante que alguien, de la talla intelectual, moral
y espiritual de Benedicto XVI, me lo recuerde, me lo repita. Dios es grande y a
ÉL le agradezco por este Papa tan necesario.
¡No hay duda! Este es el Papa idóneo para
este tiempo convulso, tan solo haría falta que le oyéramos mucho más e hiciéramos
más caso... para salir de todas las crisis.
...
* * * * *
1 comentario:
Opino igual, Dios nos ha dado en este momento justamente el Papa que necesitábamos, ni más ni menos.
El mejor, para este momento.
Te veo bien Arcen, y eso me gusta, sigues en mis oraciones todos los días.
(Br)
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