2 de abril, Una fecha señalada para siempre en la Historia, y en nuestros corazones. Se cumplen hoy tres años ya de la subida al cielo de nuestro queridísimo Juan Pablo II. Se podrían decir infinidad de cosas sobre su vida, de sus predicaciones, de sus viajes e incluso de la impresionante actitud final, con el que asumió el gran paso a la Vida. Se podrían contar un sinfín de anécdotas y hechos. Pero nadie, podría expresar con palabras los sentimientos que despertó en cada uno de los que tuvimos la suerte de compartir con él, un pedacito de espacio y tiempo; incluso, como fue en mi caso, aunque el encuentro con él fue efímero y ciertamente distante, llegó a –tocarme-. No me fui de vacío, me sentí querido por su mirada, sus palabras me llenaron, todavía me empujan, aún resuenan en mis oídos los ecos del Bernabeu. Yo estuve allí, y estuve en la Castellana, y estuve en Segovia…nunca lo olvidaré mientras viva. Me pasó algo así como a la hemorroísa evangélica, sólo toque la orla de su manto…y me sentí cambiado.
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Sin embargo, en este aniversario de su tránsito, quisiera quedarme con su catequesis en cuerpo y alma, que nos hizo del sacramento del perdón. Si bien, Juan Pablo II, fue el Papa de los grandes encuentros, de los magnos acontecimientos en los que se concentraba un montón de gente a escucharle; también fue el Papa afable y cariñoso que nunca despreció ninguna cercanía. ¿Existe algo más íntimo y entrañable que una confesión sacramental?. El buen Papa Juan Pablo, sabia que no hay nada mejor y por eso es vox populi que pasaba horas en el confesionario siempre que tenía ocasión.
Benedicto XVI ha seguido sus pasos, no podía ser de otra forma, y está alentado a la vuelta del sacramento del perdón. Del mismo modo en que ya lo hiciera Juan Pablo II, él mismo confiesa con cierta frecuencia en la basílica de San Pedro.
El mismo Juan Pablo II en carta a los sacerdotes con motivo del Jueves Santo de 2001, hablaba de la confesión como la caricia del amor de Dios, y decía “es importante que redescubramos el sacramento de la Reconciliación como instrumento fundamental de nuestra santificación. Acercarnos a un hermano sacerdote, para pedirle esa absolución que tantas veces nosotros mismos damos a nuestros fieles, nos hace vivir la grande y consoladora verdad de ser, antes aun que ministros, miembros de un único pueblo, un pueblo de «salvados»” y también “Hay que decir con firmeza y convicción que el sacramento de la Penitencia es la vía ordinaria para alcanzar el perdón y la remisión de los pecados graves cometidos después del Bautismo. Hay que celebrar el Sacramento del mejor modo posible, en las formas litúrgicamente previstas, para que conserve su plena fisonomía de celebración de la divina Misericordia.”
El Papa sabía que «El buen confesor es antes aún un buen penitente», y que es necesario hacer bien las cosas, con la seriedad y la fé que requieren las cosas sagradas. ¡Que gran amor a la penitencia tenía este hombre!.
¿No te parecería a ti, un regalo magnífico en su aniversario, hacer un buen examen interior de tu vida, acrecentar el dolor de amor por haberte apartado de Él, y acercarte hoy mismo a un confesionario?... Te aseguro que, por ti, merece la pena, y allá arriba el Papa que tanto quieres, te mirará con esa inolvidable sonrisa, porque entonces...estaremos un poquito más cerca de él.
A lo mejor, os remueven las palabras de otro santo de nuestros días:
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2 comentarios:
Yo también he recordado hoy a Juan pablo II(no en el blog) y el valor de la confesión. Es un verdadero regalo que sólo se aprecia cuando te levantas del confesionario. Es como nacer de nuevo.
También disfruté con toda la familia su venida a Madrid. Y más tarde en el monte del Gozo de Santiago que fue la locura.
Espero que alguno se anime a probarlo o volver a probarlo, después de leer tu entrada.
La pena es que no puedo ver el video, sólo a trompicones. Pero me dio alegría ver la cara de D. Alvaro.
Maravillosa entrada, Arcendo.
Hoy es también el aniversario del fallecimiento de mi padre, así que es una fecha doblemente significativa.
Un abrazo.
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