Sin embargo, a parte de cumplir con el plan previsto, ocurre, que mis pasos, acaban dirigiéndose ante ciertas obras, que me atraen poderosamente. Me pasa siempre, y siempre son los mismos cuadros, es algo mágico, parece como si me llamaran, siempre termino embelesado allí delante de estos lienzos o tablas.
Estos, se cuentan con los dedos de una sola mano, son estos:
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- El Jardín de las delicias de El Bosco.
- El carro de heno, también de El Bosco.
- El Cardenal de Rafael de Sanzio
Y - El descendimiento de Roger van der Weyden.
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Es cierto que en el Museo hay otras excelentes e irrepetibles obras, por nombrar a otros que también me gustan, están los Dureros, el autorretrato, y los de Adán y Eva. Los soberbios Grecos, y por supuesto todo lo mucho y bueno, que hay de nuestros Velazquez y Goya; pero aún así, todavía me siguen hipnotizando más los antedichos. He pasado, me atrevo a confesar, horas ante ellos, descubriendo un nuevo detalle cada vez.
Hoy me gustaría compartir, aunque sea en la distancia, ese sentimiento, casi obsesivo con vosotros. Para ello, voy a escoger uno de ellos y lo voy a desmenuzar, elijamos por ejemplo, el último, “El descendimiento” de Van der Weyden.
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La obra pertenece a la escuela flamenca del siglo XV, y naturalmente la temática es puramente religiosa. Va der Weyden, es una de las figuras más destacadas de la pintura holandesa, y se puede decir que es el sucesor de los hermanos Van Eyck, también excelentes artistas.
Para entender un poco más esta obra, ahondemos un poco más en los distintos aspectos de la escuela pictórica de la época.
La pintura flamenca anterior a Weyden carecía de precedentes en gran formato, a excepción de las vidrieras. Pero sí en las miniaturas, sobre las cuales posee una larga tradición de excepcional calidad.
A lo largo del tiempo, el perfeccionamiento de la técnica de la pintura al óleo, mediante la utilización de aceite de linaza como aglutinante, y la introducción de barnices y disolventes que aceleran el secado, van a permitir una minuciosidad que antes era imposible, así como el empleo de las veladuras y transparencias, con las que consiguen una mayor brillantez de colorido con mejores matices y texturas.
Otro de los aspectos destacados de esta escuela y por tanto también del cuadro que hablamos es que los personajes se distribuyen equilibradamente, bien en el centro si es uno sólo, bien simétricamente si son varios. Después abordaremos otras cuestiones más esótericas sobre las curiosas dimensiones, de este cuadro en particular.
Por otro lado, las acciones son muy comedidas y apenas se deja lugar al movimiento.
Pero, entremos ya de lleno en “el descendimiento”. De su ficha técnica podríamos decir que se trata de la tabla central de un tríptico. La técnica utilizada es la pintura al temple, y el soporte sobre el que se realiza es la madera; sus proporciones son 220 por
Una vez hecha esta breve referencia, pasemos en seguida con la temática del cuadro. Teóricamente la acción transcurre en el Calvario, cuando la ejecución de Cristo ya ha tenido lugar y sus discípulos se aprestan a bajarlo de
Pasando a otro tema, como ya hemos adelantado, este cuadro esconde una serie de elementos simbólicos muy interesantes. Así, en el suelo, en la esquina inferior izquierda, encontramos una calavera y algunos restos de huesos. En la tradición iconográfica cristiana, esta calavera, así como los huesos, pertenecen a Adán, el primer hombre sobre la Tierra. Si por Adán caemos en el pecado, por Cristo nos redimimos de el. Se cree que debajo de la Cruz donde fue muerto Jesús estaba enterrado Adán. Las gotas de la Sangre de Cristo cayeron sobre su calavera y lo resucitaron a la vida eterna.
Además, esta obra también ha sido muy estudiada desde un punto de vista matemático: Esta obra es el ejemplo más importante del empleo del pentágono, figura considerada como perfecta porque en ella aparece de manera reiterada la sección áurea; pero eso ya es para meterse en otros campos, que ahora no tendrían lugar. (el que quiera saber más que pinche en el enlace).
Así y para terminar, hay que decir que Van der Weyden enuncia su propia lección al aislar, acentuándola, la expresión de lo patético y convertirla en la protagonista exclusiva de la representación. Su pintura queda así definida no en relación con el mundo sensible sino con un modo de sentir. Busca conmover y tiene por fin provocar la reflexión moral. ¡Y vaya si lo consigue!, al menos en mí. Es una obra impresionante, en el sentido más amplio de la palabra. ¿Comprendéis ahora mi arrobo ante esto?.
En un futuro indeterminado, os analizaré, a mi modo, otra de las obras maestras, que mencioné más arriba. Pero eso será ya otro día.
5 comentarios:
Es uno de los momentos de la Cruz que más me impresionó desde siempre en cualquier pintura. Sobre todo por la Virgen. Es como la consumación de la entrega total de los dos.
La descripción pictórica perfecta, para mirar más allá de las figuras terminadas. Nos van a venir muy bien estas clases, al menos a mí.
A mí también me pasa hay obras que gustan de manera que no me cansa volver a contemplarlas (igual con la música). Realmente esta es extraordinaria y que buen análisis nos ofreces. Estoy ya esperando el próximo.
Me llama aquí la atención que Jesús y María tienen una misma postura de brazos y piernas como uniéndose madre e hijo en las líneas oblicuas.
Gracias por la visita a los dos.
Fran, te gustará Fresas Salvajes, no lo dudes. Y efectivamente las figuras de la Virgen y Jesús, tienen la misma postura, que a parte de hacer el cuadro más armónico, es un simbolismo más, como apunta acertadamente Militos, la consumación de la corredención de ambos.
María es la corredentora de la humanidad.
Bonito y emotivo mensaje.
Arcendo unas obras preciosas y no lo que hay por ahí que le llaman “arte”.
Saludos
Quisiera conocer tu observación -lógicamente, estás invitado a entrar- en el último post de la República.
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