martes, 26 de agosto de 2008

EL RESCATE DE LOS NUESTROS V: RETRATO DE UN SOLITARIO

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Dentro de esa sección intermitente que llamamos en este blog el “Rescate de los Nuestros”, no quiero olvidar por gusto y por conciencia a uno de mis preferidos, probablemente de mis más favoritos, a uno de los que considero… muy mio; a D. Pío Baroja.

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Baroja pertenece como Unamuno, salvando las distancias, a la raza de esos raros y geniales especimenes, inclasificables, inconformistas y libres que no aceptaron ni encasillamientos políticos, ni imposiciones sociales.

En este apunte de urgencia, que pretende sólo servir de homenaje, me permito la licencia de condensar su biografía en esbozo, para centrarme más en otros aspectos.

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Baroja nació en San Sebastián. Fue Médico, y dueño de una panadería en la capital de España pero ante todo y sobre todo fue escritor y como consecuencia de ello miembro de la Real Academia Española de la Lengua en 1935.

En su faceta social fue muy respetado por la intelectualidad de la época y en lo político nunca se casó con nadie.

Al estallar la Guerra Civil fue hecho preso por los carlistas, poco después fue puesto en libertad y se exiló a Francia.

Se estableció en París, en el Colegio de España donde encontró la hostilidad del entonces embajador de la República en Francia, Araquistain, que hizo repetidas gestiones para que se expulsase a Baroja.

Así, durante el periodo 1936-39 regresó a España (a la Zona Nacional) varias veces, en una de estas fue nombrado en Salamanca, miembro del recién creado Instituto de España. Acabada ya la Guerra se estableció definitivamente entre Madrid y Vera de Bidasoa. Así, siguió escribiendo y publicando sus novelas, hasta su muerte.

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Desde niño Baroja fue gran viajero, de este modo, pudo conocer muy pronto diversas partes de España, y sobre todo, Madrid, su amor más grande después de Vasconia. Esos viajes los continuó durante su vida, llegando a convertirse en una de sus grandes aficiones. Sus viajes por España los hizo casi siempre acompañado; hizo uno con Maeztu y otro con Azorín, y más adelante, con Ortega y Gasset, que le llevó en algunas ocasiones en su automóvil. Gracias a estos periplos, se puede decir que Baroja llegó a ser uno de los escritores que mejor conoció la España de su tiempo, algo que se puede comprobar en muchas de sus obras.

Cultivó con frecuencia el ensayo y ocasionalmente el teatro, la lírica y la biografía; pero ante todo la novela, así se puede decir sin temor a equivocarse que es el máximo novelista de su tiempo.

Su actitud ante la vida, reflejada en sus novelas, como ya hemos dicho, es independiente y sin tapujos, libre de juicio y de expresión; de tal manera que aunque por sus actitudes y rasgos ideológicos y, por supuesto, por cronología, se le sitúa dentro de la Generación del 98, él rechaza la existencia misma de esa generación, en una muestra más de su perenne rebeldía contra las imposiciones artificiales.

En apariencia su obra es pesimista y negativa, contradictoria y paradójica, pero siempre sincera. Tras un primer toque aspero yace un fondo de ternura bondadosa asistida por una única y particular aguda inteligencia irónica.

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Baroja es un tipo genial e irrepetible que hay que leer. De mi juventud recuerdo el impacto que me causó la primera novela que yo leí de él, “El árbol de la ciencia”, y ya más próximo en el tiempo, una de mis obras de cabecera, “La busca”.
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La busca, este seria, sin duda, el libro que yo me llevaría a una isla desierta.

En el, Baroja retrata a la perfección los bajos fondos madrileños muy al estilo Dickens, pero yo diría que mejor. Utiliza un lenguaje muy rico en el que abundan los adjetivos, en el que llama la atención el uso de diferentes registros y en el que subyace ese característico humor socarrón que choca con la seriedad que parece emanar del autor.

La psicología del personaje siempre me ha hecho reflexionar mucho sobre la influencia que el medio tiene en las personas. La relectura de esta obra me ha descubierto, más de una vez, como resume de manera perfecta no sólo el estilo de Baroja, sino sobre todo su pensamiento, su postura ante la vida, su compromiso con la realidad social que le tocó vivir.

Compromiso y calidad que, entre los autores y payasos (Izaguirre) actuales, se echa mucho de menos hoy en día.

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Con Baroja siempre te queda el regusto de volver a leerle. Ni que decir tiene que Don Pío es, para mí, uno de los mejores escritores en lengua española de todos los tiempos. Leer cualquiera de sus obras para mí es un placer inefable que quiero compartir con vosotros. Así que, a todos mis lectores, habituales u ocasionales, os animo encarecidamente:

El que le conozca que lo relea, el que no, que lo descubra; en ambos casos no os vais a arrepentir.

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Para saber más:

BIOGRAFÍA.

BIBLIOGRAFÍA.

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2 comentarios:

Anaroski dijo...

Querido Arcendo:

Le conozco desde el punto de vista literario, pero no he leído nunca ninguna de sus obras, así que yo seré de las que se anime. Que por cierto acabo de terminar libro, y estoy desde ayer pensando en qué leía ahora.

Gracias por este post tan ilustrativo dando a conocer a nuestros escritores.

Un abrazo.

Militos dijo...

Ahora que mi vecina del quinto, Ana, no nos escucha, te diré que ya veo como me sustituye para que no me eches de menos. Me gusta que tenga esos detalles.
Esta noche estoy agotada intentando ponerme al día con tus post. Mañana leeré lo que dices de Baroja. Siempre me gustó.
Oye ¿yo he faltado tanto a esta escuela de la Hoja, o tú has escrito más que nunca?
Beeesiñoos, estoy medio dormida. Ayer me quedé hasta las 5 de la madrugada en el baile del pueblo.
Besiños mejores

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