LA ALEGRIA TIENE UN POR QUÉ.

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Si hay algo que dará valor a este año que comienza, será el amor que pongamos en todo lo que hagamos a lo largo de estos próximos meses.
Si queremos que este joven 2010 sea verdaderamente feliz, ante la gran generosidad y el amor que Dios ha puesto en cada uno de nosotros, nuestra única respuesta, desde nuestra más íntima libertad, debe ser la reciprocidad incondicional.
No hay más camino, la elección ha de ser rotunda. Por eso, yo desde este mismo instante elijo ser feliz.
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Elijo comunicar LA VERDAD.
Elijo curar y no herir. Ante la ignorancia elijo la buena educación, elijo la realidad antes que el espejismo.
Elijo el poder de Dios y no el de los hombres, elijo el entendimiento antes que el enfrentamiento.
Elijo ver en cada hombre y mujer, un alma inmortal. Elijo amar y ver a Dios en toda la creación.
Elijo buscar la inspiración, elijo la esperanza, elijo la oración.
Elijo el principio de compartir, elijo ser cocreador de la vida y no su destructor.
Elijo pues, vivir la vida abundante y alegremente.
¡¡Elijo ser feliz!!.
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Alegraos, una vez más os lo digo: ¡alegraos!. La alegría es nuestro banderín de enganche fundamental. Por esencia "evangelium" es buena nueva y por tanto, el mayor motivo de satisfacción.
La fé del cristiano no es un compendio de preceptos y prohibiciones es un camino de vida, de afirmación y de luz. Ciertamente, la alegría de Cristo no es tan fácil de ver como el placer banal que nace de cualquier diversión. Pero sería falso decir estas palabras: «Alegraos en el Señor» y esconder estas otras: «Alegraos, “pero” en el Señor», La segunda frase reafirma, encauza y da sentido a la primera. Sin Él, no hay alegría posible, y nosotros debemos ser sal y luz en esta gran fiesta de la Vida.

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“Madre, Vida, Esperanza mía, condúceme con tu mano... y si algo hay ahora en mí que desagrada a mi Padre Dios, concédeme que lo vea y que, entre los dos, lo arranquemos.
¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen Santa María!, ruega por mí, para que, cumpliendo la amabilísima Voluntad de tu Hijo, sea digno de alcanzar y gozar las promesas de Nuestro Señor Jesús”. (Forja, n. 161). San Josemaría Escrivá.

Madre mia, Causa de mi ALEGRÍA, a tí te encomiendo este año y toda mi vida.

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