“Dios no vino a suprimir el sufrimiento. No vino ni siquiera a dar una explicación. Vino a llenarlo de su presencia” Paul Claudel
En el mundo hay mucho sufrimiento, por eso es de lógica que alguna vez, una –infinitesimal- parte de esas penurias, tarde o temprano nos toque a nosotros de lleno. Cuando esto ocurre, y más aún si no estamos acostumbrados, la tendencia es… “mirarse el ombligo”. Sin embargo…, no es bueno ni auto compadecerse eternamente, ni ensimismarse de esa manera, primero porque ninguno de nosotros somos el centro del universo y segundo porque con esas actitudes perdemos el sentido de todo, empezando por nuestra propia capacidad de acción.
El sufrimiento, el dolor, la enfermedad…, son para todos. El truco está en saber encauzar lo inevitable. “Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento”, decía con mucho acierto, Vicktor Frankl.
Si sabemos amar, debemos estar preparados al sufrimiento, en cualquier momento.
Una enfermedad, la soledad, una muerte repentina, un paro prolongado (pienso en mi amigo Elías y pido oraciones por él) pueden ser los detonantes de nuestros padecimientos, a veces muy hondos.
Sin embargo esa bomba de relojería tiene dos caminos:
- El malo, que es el alimentar con nuestros egos, esa apabullante e inoperante tristeza que puede acabar en una preocupante depresión.
- Y el bueno…, el del ofrecimiento, porque la vida está llena de oportunidades para vivirlas y aprovecharlas a plenitud.
Lo primero que hay que advertir es que ese fatídico auto compadecimiento, antes nombrado, no deja de ser UNA TENTACIÓN que siempre termina en cosas raras. Así…, una excusa bastante común, es el pensar que DIOS se olvida de nosotros.
Es muy fácil, poniendo de pantalla a todos los que sufren en el mundo, empezando por esos niños que están muriendo de hambre en el cuerno de África, cuestionarse sobre la amnesia divina desde nuestro sofá; lo malo es que tras esa actitud uno acaba angustiado, llevando esas absurdeces al terreno más íntimo: “Tengo miedo que DIOS se olvide de mí”, porque sí… DIOS se olvidó de aquellos pobres parias…”
Esas y muchas otras inexactitudes del calibre de que, -con nuestras enfermedades, DIOS nos está castigando por nuestros pecados-, son los monstruos provocados por los sueños de la razón y de la fe.
Lo cierto es que si Dios, por un solo instante, se olvidara de cualquiera de nosotros, dejaríamos de existir de facto inmediato.
El dolor, la enfermedad, o cualquier clase de sufrimiento, no estarían permitidos por nuestro Padre -que todo lo puede y que nos ama hasta el extremo-, si no fuera necesario.
Aún así, a veces cuesta entender esta realidad que es difícil de asumir…, y eso es porque el mal que sufren otros, o el que padecemos nosotros mismos es todavía un misterio para nosotros.
Sin embargo, por la revelación, la oración, la vida sacramental, y posteriormente por la propia experiencia, sabemos el mucho bien que el dolor –bien encauzado- puede hacer a los demás y hacernos a nosotros mismos.
El dolor, de cualquier índole, no es lo peor que nos puede pasar, pese a lo que la gente piense, puede ser incluso, LO MEJOR que nos pueda pasar:
El dolor nos hace humildes, nos purifica y -aceptándolo- ayudamos a Cristo a llevar su Cruz y a salvar a las almas. ¡Puede haber algo mejor y más grande!
Él siempre sabe más y porqué pasan las cosas.
Tener confianza en DIOS PADRE es reconfortante, (dicen que DIOS sólo sabe contar hasta 1) así que… ponte en sus manos y deja de agobiarte; este es el consejo de un buen amigo, probablemente tan sufriente como tú, que espera compartir y contagiarte esa bendita alegría del dolor, que gracias a DIOS, tengo en este momento de mi vida.
En el mundo hay mucho sufrimiento, por eso es de lógica que alguna vez, una –infinitesimal- parte de esas penurias, tarde o temprano nos toque a nosotros de lleno. Cuando esto ocurre, y más aún si no estamos acostumbrados, la tendencia es… “mirarse el ombligo”. Sin embargo…, no es bueno ni auto compadecerse eternamente, ni ensimismarse de esa manera, primero porque ninguno de nosotros somos el centro del universo y segundo porque con esas actitudes perdemos el sentido de todo, empezando por nuestra propia capacidad de acción.
El sufrimiento, el dolor, la enfermedad…, son para todos. El truco está en saber encauzar lo inevitable. “Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento”, decía con mucho acierto, Vicktor Frankl.
Si sabemos amar, debemos estar preparados al sufrimiento, en cualquier momento.
Una enfermedad, la soledad, una muerte repentina, un paro prolongado (pienso en mi amigo Elías y pido oraciones por él) pueden ser los detonantes de nuestros padecimientos, a veces muy hondos.
Sin embargo esa bomba de relojería tiene dos caminos:
- El malo, que es el alimentar con nuestros egos, esa apabullante e inoperante tristeza que puede acabar en una preocupante depresión.
- Y el bueno…, el del ofrecimiento, porque la vida está llena de oportunidades para vivirlas y aprovecharlas a plenitud.
Lo primero que hay que advertir es que ese fatídico auto compadecimiento, antes nombrado, no deja de ser UNA TENTACIÓN que siempre termina en cosas raras. Así…, una excusa bastante común, es el pensar que DIOS se olvida de nosotros.
Es muy fácil, poniendo de pantalla a todos los que sufren en el mundo, empezando por esos niños que están muriendo de hambre en el cuerno de África, cuestionarse sobre la amnesia divina desde nuestro sofá; lo malo es que tras esa actitud uno acaba angustiado, llevando esas absurdeces al terreno más íntimo: “Tengo miedo que DIOS se olvide de mí”, porque sí… DIOS se olvidó de aquellos pobres parias…”
Esas y muchas otras inexactitudes del calibre de que, -con nuestras enfermedades, DIOS nos está castigando por nuestros pecados-, son los monstruos provocados por los sueños de la razón y de la fe.
Lo cierto es que si Dios, por un solo instante, se olvidara de cualquiera de nosotros, dejaríamos de existir de facto inmediato.
El dolor, la enfermedad, o cualquier clase de sufrimiento, no estarían permitidos por nuestro Padre -que todo lo puede y que nos ama hasta el extremo-, si no fuera necesario.
Aún así, a veces cuesta entender esta realidad que es difícil de asumir…, y eso es porque el mal que sufren otros, o el que padecemos nosotros mismos es todavía un misterio para nosotros.
Sin embargo, por la revelación, la oración, la vida sacramental, y posteriormente por la propia experiencia, sabemos el mucho bien que el dolor –bien encauzado- puede hacer a los demás y hacernos a nosotros mismos.
El dolor, de cualquier índole, no es lo peor que nos puede pasar, pese a lo que la gente piense, puede ser incluso, LO MEJOR que nos pueda pasar:
El dolor nos hace humildes, nos purifica y -aceptándolo- ayudamos a Cristo a llevar su Cruz y a salvar a las almas. ¡Puede haber algo mejor y más grande!
Él siempre sabe más y porqué pasan las cosas.
Tener confianza en DIOS PADRE es reconfortante, (dicen que DIOS sólo sabe contar hasta 1) así que… ponte en sus manos y deja de agobiarte; este es el consejo de un buen amigo, probablemente tan sufriente como tú, que espera compartir y contagiarte esa bendita alegría del dolor, que gracias a DIOS, tengo en este momento de mi vida.
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14 comentarios:
¡Comparto tu reflexion! Muchas veces el dolor nos acerca a Dios, nos permite descubrirlo y aumentar nuestra fe, siempre frágil. ¡Gracias por compartir1
En cierto modo he coincidido en el post, aunque salvando las distancias, claro está, lo que va de ti a mi es abismal.
Es muy buena esta entrada, hasta en la mención de Elías.
Aceptar y ofrecer es nuestra mejor respuesta a esa oportunidad que nos da Dios de santificar nuestra vida y la de los demás.
¡Qué grande eres y cómo te quiero!
BESIÑOS, ARCENDO
Dios sabe más y me quiere y es todopoderos. Pensar en esto es un balsamo, el único que funciona en los momentos más duros.
Gracias por la entrada
Arcen que hermoso explicas, hasta me dan ganas de tener mucho sufrimiento, pero creo que a mi Dios no me hizo para sufrir mucho, porque nunca lo he sentido así, nunca me he sentido en grandes tribulaciones, aunque quienes me conocen dicen que que soy muy resistente, la verdad no me siento atribulada, al contrario Dios ha sido enormemente amoroso conmigo en todos los aspectos de mi vida. Más bien creo que cuando me ha faltado algo o alguien Él siempre ha suplido mis carencias, no se como decir, pero yo me siento agradecida mucho con Dios por todo su amor. Y por estar rodeada de muchas personas muy pero muy buenas que me edifican y ahora de ustedes en la red. Unidos en oración, en especial por el gran Elias.
DTB!!
Si te sirve... yo sufro contigo y rezo por ti y contigo también...
Hace ya mucho que mi estrategia, no se si es buena pero ahí andamos...es olvidarme de mi misma... prestarle oidos a los sufrimientos de los otros, a las carencias del mundo... una empieza a ver que su propio dolor es una insignificancia al lado de tanto sufrir que existe y al mismo tiempo una le va dando gracias a Dios por poder sentir ese dolor que te hace más sensible al dolor de los otros, que te hace querer poner ese sufrimiento personal a disposición del resto...
También le doy gracias a Dios porque en cierto modo es como acercarse un poco, aunque sea desde muy lejos al propio padecer de Cristo, es como estar ahí encaramada a la Cruz con Él o a los pies de la misma pero sabiendo en cualquier caso que es el único lugar posible para quien intenta deshacerse en amores por Él.
Por otro lado creo, bueno, afirmo porque así lo experimento que cuando uno acepta su cruz, cuando uno la hace suya y la abraza... la cruz, a ver como lo explico... es menos cruz... es como si floreciera... se hace posible sonreir bajo la carga.
Un abrazo muy fuerte.
En el dolor físico o moral descubrimos nuestra fragilidad y pequeñez y nos volvemos a Aquel que nos da fuerza. ¡Mucho animo!,
Gracias Arcendo, tu post es exactamente lo que necesitaba hoy.
Un abrazo.
Una reflexión muy acertada que comparto.
Me viene ahora que ni pintada, muchas gracias por compartirla.
Un abrazo.
"Posí" lo he recibido y sin interferencias. Yo por ti, tú por mi, en la enfermedad, en el sufrimiento, con Cristo y para los demás. ¿Quién dijo dolor, quién sufrimiento? En la oscuridad brilla una Luz y sabemos al verla cantar: Cristo es la luz, Cristo es mi luz, Él es la salvación.
Un abrazo de esos espachurraos ;)
“En ningún otro lugar puede el hombre darse cuenta mejor de cuanto vale, que mirándose en el espejo de la cruz” San Antonio de Padua.
Gracias un abrazo
La imagen que nos has traído es sobrecogedora..., no hay dolor que se iguale al suyo porque él contenía todos los dolores del mundo.
Deseo y pido que vayas mejorando y que el amor de Dios llene tu vida sobre todo en estos momentos..
BESIÑOS de a tu lado siempre
A medida que voy creciendo y observando la realidad del sufrimiento mas me asombro del Amor de Dios en mi Arcen......Me tuvo que llevar hasta el limite...pues las sensaciones y emociones llegaban a esclavizarme.....pero cuando la Gracia me sacaba de este abismo sin sentido veia que la Esperanza resurgia en mi...y Hoy doy infinitas gracias por ese sufrimiento que sin la Gracia no se lo deseo a nadie creeme.
Solo en la Cruz he encontrado mi descanso Arcen...y en ella encuentro el sentido a mis debilidades que ya las acojo con mucha ternura y pasion fijate......no es esto una gracia?
No he empezado a ser consciente del Amor de Dios en mi vida hasta que no he empezado a sufrir bien, en serio....y ya el abandono en sus Manos es diario.....entras en lo que realmente eres: pobre y pequeño y ves muchos momentos de eternidad aqui en la tierra....tu lo sabes bien. un abrazo...siempre que vengo salgo reconfortada...eres un cielo.
El dolor es un misterio sin duda. Imposible entenderlo desde fuera de la fe.
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