domingo, 9 de septiembre de 2012

DIOS LE DIJO AL MAR: ¿POR QUÉ NO TE CALLAS?



Metidos en la espiral de mis partes médicos, tengo la impresión de que imperdonablemente este blog ha dejado aparcados ciertos temas que tienen mucha más importancia que cualquier tema temporal. Y es bueno, saludable y recomendable, de vez en vez, pedir tiempo muerto, parar y sentarse a reflexionar, para recomponerse y seguir luchando y viviendo... como DIOS quiere que lo hagamos.
Así que... este domingo, para no perder las buenas costumbres me dispongo con presteza a recompensar con este post las posibles omisiones anteriores.
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En esta ocasión, quisiera compartiros mi gusto y asombro por uno de los pasajes de la vida de la vida de Jesús que siempre me han movido y conmovido más. El relato es conocido por todos, y a grandes rasgos y algo “novelado” por mí, viene a decir algo así:

- Era ya tarde, Jesús había predicado todo el día, y como hombre que era, estaba cansado. Así, que de regreso, con sus amigos en la barca que les había de llevar de vuelta a casa, decidió dormir durante las dos o tres leguas que les separaban de la otra orilla.

Curiosamente, creo que este pasaje es el único en toda la Escritura, que nos presenta a un Jesús durmiente…. Pero sería, como vamos a ver, un sueño muy peculiar.

- Cuando partieron, el mar estaba en calma chicha, como dicen los marineros, pero paulatina e inesperadamente el tiempo fue cambiando hasta desatarse una importante tormenta.

Al parecer, el hecho en sí, de esta tormenta súbita no tiene nada de extraño, ni de milagroso. Estas tempestades “imprevistas” ocurren con cierta frecuencia en el mar de Galilea, en ciertas épocas del año. La ubicación geográfica de este mar es propicia para este tipo de fenómenos, está situado en una hondonada a 200 metros bajo el nivel del Mediterráneo y en torno a él hay un círculo de abundantes montañas abiertas por estrechos desfiladeros y gargantas por los que la fuerza del viento se cuela violentamente. Así, en cuestión de minutos el mar de Galilea, puede generar tempestades de ímpetu inusitado. Así, incluso a día de hoy, el brío de tales tempestades todavía sigue cobrándose vidas humanas.
Pero continuemos con el relato, que sin duda, es uno de los más dramáticos de todo el Evangelio.

- Aquel día los amigos del Señor, que nadie se olvide que eran expertos pescadores, vivieron auténtico miedo, nunca antes habían vivido un peligro tan grande. Y junto a su angustia….¡El Señor dormido!; es lo que menos entendían, probablemente les sulfuraba, les indignaba. ¿Fingía el sueño?, era imposible que no se despertase con aquellos tremendos vaivenes, el agua, por fuerza debía salpicar su rostro, pero Él dormía, sólo dormía.
Así que decidieron actuar, y molestos casi enfadados le despertaron y le atravesaron con esta pregunta:
"¿Es que no te importa que perezcamos?"
Evidentemente era un duro reproche fruto del nerviosismo de la situación, pero también un reconocimiento tácito del poder de Jesús. Es cierto, que estos rudos pescadores, fallaron en las formas, pero no en el fondo.
Ahora Jesús se puso en pié y se dirigió al mar como si fuese una persona, y le dijo:

"¡Cállate!", "¡Guarda silencio!"

... y en un instante el viento se paró, el mar se apaciguó y se produjo una gran calma, una gran quietud. Acto seguido, se volvió a sus amigos y ahora era Él quien se quejaba: “¿Por qué tenéis miedo?"·, "¿Es que no tenéis fé?".
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Claro que tenían fé, pero en esta ocasión su miedo fue más grande que su fe. Ellos, que habían vistos milagros, curaciones, ¡resurrecciones incluso!, a la vuelta de la esquina y viendo el peligro en sus vidas habían olvidado todos estos prodigios. Así somos los hombres.
Sin embargo, ahora viene lo más impactante. La Escritura dice que después de las dos preguntas del Maestro, “se llenaron de temor”.
Posiblemente, seguramente... se estaban dando cuenta de que Se daban que habían salido de un mar y entraban en otro más profundo, ¡el misterio de Jesús!
Aquel si que era un océano en el que se perdían y en el que todo podía suceder. “¿Quién es este que hasta los vientos y el mar le obedecen?”. Era un hombre como los demás, como ellos, pero era mucho más. Caminar a su lado, entrar en su obra, era mucho más peligroso que adentrarse en el mar. Intuían que en aquella navegación perderían sus vidas. Pero misteriosamente, se sentían felices por ello.

Lección suprema, una vez más del Maestro, a través de su Evangelio. Lección que enseña hoy, que calma y dirige nuestros pasos actuales..., estemos viviendo la situación que estemos viviendo, ÉL, -aún durmiendo- está a nuestro lado. Podremos tener temor..., pero a su lado, nadie naufraga.
Fe, más fe, nos hace falta más fe, y yo no hago más que pedírselo, para mí..., para los demás. La vida es demasiado corta para hundirse..., hemos de convencernos de una vez por todas, hemos de persuadirnos de que ¡SOMOS SUYOS! 
.
 
...
*     *     *     *     *

9 comentarios:

George Orwell 67 dijo...

Y por lo tanto estamos en sus manos. No naufragarás. Mucho ánimo, querido amigo :)

Ramón en http://nocheoscuradelalma.wordpress.com/ dijo...

Hola Arce, buenas tardes, con tu permiso, te copio algo del Evangelio tal como me ha sido revelado por María Valtorta:
"La tempestad calmada. Una lección sobre sus preliminares
Una barca de vela, ni demasiado grande ni demasiado pequeña, una barca de pesca en la que pueden moverse
cómodamente cinco o seis personas, surca las aguas de un hermoso lago de color azul intenso.
Jesús duerme en la popa. Va vestido de blanco, como de costumbre. Tiene la cabeza reclinada sobre el brazo izquierdo;
debajo del brazo y la cabeza, ha colocado su manto azul-gris doblado varias veces. Está sentado, no echado, en el fondo de la
barca; su cabeza apoya sobre esa porción de entablado que está en el extremo de la popa (no sé cómo la llaman los marineros).
Duerme plácidamente. Se le ve cansado. Está sereno.
Pedro guía el timón. Andrés se ocupa de las velas. Juan con otros dos que no conozco están poniendo en orden
maromas y redes en el fondo de la barca, como si tuvieran intención de prepararse para la pesca (quizás nocturna). Yo diría que
el día se encamina al atardecer, pues el sol desciende ya hacia occidente. Todos los discípulos se han subido las túnicas, de
forma que, sujetas con el cinturón, están abolsadas a la altura de la cintura, para así estar más libres de movimientos y poder
desplazarse mejor por la barca, salvando remos, asientos, cestas y redes, sin que las túnicas estorben; todos se han quitado el
manto.
Veo que el cielo se oscurece y el sol se esconde detrás de unos nubarrones de tormenta que han aparecido al improviso
detrás del pináculo de una colina. El viento los empuja velozmente hacia el lago. Por el momento, el viento está alto y el lago se
mantiene sereno; eso sí, adquiere una tonalidad más oscura y su superficie se frunce: no son todavía olas, pero empieza a
agitarse el agua.
Pedro y Andrés observan el cielo y el lago, y organizan las maniobras para acercarse a la orilla. Pero, he aquí que el
viento se abate sobre el lago y en pocos minutos todo bulle y espumea. Olas que se embisten mutuamente, que chocan contra
la barquilla, levantándola, bajándola, girándola en todas las direcciones, impiden las maniobras del timón, como el viento las de
la vela, que ha de ser arriada. Jesús sigue durmiendo. No lo despiertan ni los pasos, ni las azogadas voces de los discípulos, ni el
silbar del viento; ni siquiera los latigazos de las olas contra los costados y la proa. Sus cabellos ondean al viento. Le alcanza
alguna salpicadura de agua. Pero Él duerme. Juan saca de debajo de un entablado su manto y, desde la proa, corre a la popa, y lo
tapa; lo cubre con delicado amor.

Ramón en http://nocheoscuradelalma.wordpress.com/ dijo...

La tempestad se hace cada vez más amenazadora. El lago está tan negro, que parece como si en él se hubiera
derramado tinta; estriado por la espuma de las olas. La barca traga agua. El viento cada vez más la va empujando mar adentro.
Los discípulos ya sudan haciendo la maniobra y arrojando por la borda el agua que las olas vierten dentro. Pero no sirve de nada;
se ven chapoteando ya en el agua, hasta la mitad de las piernas, y la barca cada vez se hace más pesada.
Pedro pierde la calma y la paciencia. Deja a su hermano el timón y, bamboleándose, se llega a Jesús y lo menea
vigorosamente.
Jesús se despierta y levanta la cabeza.
-¡Sálvanos, Maestro, que perecemos! - grita Pedro (tiene que gritar para poder ser oído).
Jesús mira a su discípulo fijamente, mira a los demás y luego al lago.
-¿Tienes fe en que os puedo salvar?
-¡Rápido, Maestro! - grita Pedro mientras una verdadera montaña de agua originada en el centro del lago se dirige veloz
contra la pobre barca; tan alta, espantosa, que parece una tromba de agua. Los discípulos, que la ven venir, se arrodillan y se
agarran donde pueden y como pueden, convencidos de que ha llegado el final.
Jesús se alza. Está erguido sobre el entablado de la barca: figura blanca contra el color lívido de la tempestad. Extiende
los brazos hacia la enfurecida ola y dice al viento:
-¡Detente y calla! - y al agua: ¡Cálmate! ¡Lo quiero!
Y el golpe se disuelve en espuma, que cae inocua: un último bramido que se apaga en susurro; y también el viento,
mutándose en suspiro su último silbido. Sobre el lago pacificado vuelve el cielo despejado; la esperanza y la fe, al corazón de los
discípulos.
No puedo describir la majestad de Jesús: hay que verla para comprenderla. Me deleito en ella en mi interior, pues
todavía tengo su presencia, y pienso en cuán plácido era el sueño de Jesús y cuán potente su imperio sobre el viento y las olas.
Jesús dice luego (A María Valtorta):
-No te voy a comentar el Evangelio en el sentido en que lo hacen todos. Voy a ilustrarte los preliminares del pasaje
evangélico.
¿Por qué dormía Yo? ¿No sabía, acaso, que la borrasca estaba llegando? Sí, Yo lo sabía, Yo sólo lo sabía. Y entonces,

Ramón en http://nocheoscuradelalma.wordpress.com/ dijo...

¿por qué dormía? Los apóstoles eran hombres, María; animados, sí, de buena voluntad, pero todavía muy "hombres". El hombre
se cree siempre capaz de todo. Y si se da el caso de que realmente sea hábil en algo, se envanece y se llena de apego a su
"habilidad".
Pedro, Andrés, Santiago y Juan eran buenos pescadores y, por tanto, se creían insuperables en las maniobras marineras.
Yo, para ellos, era un gran "rabí", pero no valía nada como marinero. Por ello, me juzgaban incapaz de ayudarlos, y, cuando
subían a la barca para atravesar el Mar de Galilea, me rogaban que estuviera sentado porque no era capaz de nada más.
También lo hacían por afecto, porque no querían darme trabajos físicos, si bien el apego a sus capacidades era el elemento más
importante.
María, Yo sólo me impongo en casos excepcionales. Generalmente os dejo libres y espero. Aquel día, cansado como
estaba y habiéndome solicitado que descansara, o sea, que los dejase actuar a ellos - a ellos que tan duchos eran - me puse a
dormir... y a constatar cómo el hombre "es hombre" y quiere actuar por sí solo, y no percibe que Dios no pide sino ayudarle.
Veía en esos "sordos espirituales", "ciegos espirituales", a todos los sordos y ciegos del espíritu que durante siglos y siglos
acarrearían su propia ruina por querer "actuar por sí solos", teniéndome a mí, abierto a sus necesidades, en espera de su
llamada pidiendo ayuda.
Cuando Pedro gritó: "¡Sálvanos!", mi amargura descendió como una piedra por su propio peso.
Yo no soy "hombre", soy el Dios-Hombre. No actúo como vosotros, que, cuando uno ha rechazado vuestro consejo o
ayuda y luego lo veis en problemas, aunque no seáis tan malos que os alegréis de ello, sí lo sois siempre en cuanto que os lo
quedáis mirando desdeñosamente y con indiferencia - y no os conmovéis ante su grito que pide ayuda - con grave ademán que
significa: "¿No me has aceptado cuando te quería ayudar? Pues ahora arréglatelas solo". No, Yo soy Jesús, soy Salvador, y salvo,María; salvo siempre, en cuanto se me invoca.
Mas vosotros, bienquistos hombres, podríais objetar: "¿Y por qué permites que se formen tempestades en el individuo
o en la colectividad?".
Si con mi poder destruyese el Mal (del tipo que fuera), acabaríais creyéndoos autores del Bien - que en realidad es un
don mío - y no os volveríais a acordar jamás de mí, jamás.
Tenéis necesidad, bienquistos hijos, del dolor para acordaros de que tenéis un Padre; como el hijo pródigo, que se
acordó de que lo tenía cuando sintió hambre. Las desventuras sirven para convenceros de vuestra nada, de vuestra insipiencia -
causa de tantos errores - y de vuestra maldad - causa de tantos lutos y dolores -, de vuestras culpas - causa de castigo que
vosotros mismos os proporcionáis - y de mi existencia, potencia y bondad.
Esto es lo que os dice el Evangelio de hoy, "vuestro" evangelio de la hora presente, pobres hijos míos. Llamadme. Jesús
duerme sólo porque está angustiado de ver vuestro desamor hacia Él. Llamadme y acudiré."

Alejandra dijo...

Arcendo, no sé qué pasó con un comentario que puse, parece que no llegó. Te cuento primero lo que te decía:
Me perdonarás si te sugiero un par de cosas, una, que la marihuana va de cine para los efectos secundarios de la quimio. Otra, que cuando las ganas de comer aflojen, hay un jarabe fantástico: "maigace altas dosis" -previa consulta al médico!! naturalmente- te comes literalmente las piedras.
En cuanto al post de hoy...¡qué grande eres amigo!, y es por eso que Cristo te elige para participar de su "dulce" cruz. ¡Dios te bendiga siempre. Un abrazo!

Militos dijo...

Querido, perdona que te diga: "No se te puede dejar solo," Vaya meditación que nos has largado. qué gusto leerte, me recuerda a algunos post pasados... .

Esa tempestad imprevista es como las que tantas veces nos suceden en el alma y tenemos al Señor dormido porque no nos ocupamos de Él, porque se aburre de que no le hagamos caso. ¿Y la fe? la fe es no tener que llegar a decir: "Sálvanos que perecemos." Saber que en todo momento estamos en sus manos, en la calma y en la tempestad.

Tengo que reñirte, como en mis buenos tiempos, porque no tienes derecho a decir que has aparcado nada, toda tu Hoja está llena del tema de Dios, aunque hables de otras cosas, Dios es el tema de tu vida y te doy gracias por ello.

En esta paz que tengo ahora en Noray, aunque a veces echo de menos el jolgorio, he saboreado cada párrafo de tu entrada, he comprendido y sentido muy cerca de los apóstoles y también he bajado la cabeza ante el reproche del Maestro..., no tengo ningun derecho a pensar que Jesús duerme, que no le importan nuestras tormentas y galernas.

Hijo de mi vida, qué bien te has documentado sobre el mar de Galilea.
BESIÑOS NAVEGANTES

También quiero decirte que me alegra mucho ver a mi amiga Alejandra por tu Hoja, incorporada a esta lucha junto a tí, es muy querida y valiosa para mí.

Militos dijo...

Qué maravilla de sonido y qué maravilla de letra.
Ah es que no te he dicho que desde hace unos días ya puedo ver y oir los videos, estoy muy contenta con esta suerte.

BESIÑOS PARA ESTE TIEMPO CORTO QUE TENEMOS, SEGUN DICE EL CANTANTE, AUNQUE A VECES SE HACE DMASIADO LARGO

Angelo dijo...

me gusta verte con tus profundas reflexiones. En cuanto al video que decirte. Ya sabes el cariño que le tengo...
Un abrazo

Militos dijo...

Buenos días nos dé Dios, ¿Cómo van esas defensas?

BESILLOS, GUERRILLERO

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