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Hay personas que tienen el
nombre, clavado. No es que
sus padres acertaran, es como si predispusieran al vástago con el apelativo
impuesto.
Cándido López, era así..., como su nombre y también como su apellido. Un tipo sencillo, normal, sin malicia alguna, una buena persona.
Cándido López, era así..., como su nombre y también como su apellido. Un tipo sencillo, normal, sin malicia alguna, una buena persona.
Cándido contaba ya treinta
años, tenía un buen trabajo
y vivía con sus padres. Quizás por su forma de ser, aún no había encontrado a
la mujer de su vida. No es que fuera tímido..., es que según él: "todavía no ha aparecido alguien especial".
Casi todos sus amigos de la infancia y de la
juventud se habían ido emparejando y él seguía solo. Alguno le decía: "Tío..., te vas a quedar para vestir santos",
y algún otro le animaba a buscar la medía naranja a través de internet o de
alguna de esas agencias matrimoniales tan de moda...; él siempre rechazaba
tales propuestas: "todavía no ha aparecido
alguien especial" decía y se quedaba tan fresco; "pues es una pena porque, se te va a pasar el arroz",
le espetaban sus amigos..
Algunos, tras una dura jornada
laboral acuden ávidos a los bares
a gastar su tiempo, bebiendo cerveza y comentando el día, pero Cándido siempre
fue distinto. A Cándido después de trabajar y antes de ir a casa, le gustaba
pasar una hora en la biblioteca de su calle, y explorar otros mundos a través
de las páginas de los libros...
"¡Así, poco va a
ligar!" pensaban
los que le conocían..., sin embargo, los caminos que tiene dispuestos DIOS para
las gentes buenas son impredecibles.... Aquella tarde iba a ser trascendentalmente
decisiva.
Al tomar un libro de un
estante, se sintió
intrigado, no por las palabras del libro, sino por las notas escritas con lápiz
en el margen. La suave letra reflejaba un alma pensativa y una mente
especialmente lúcida, que dejó encandilado a nuestro protagonista.
En la primera página de aquel volumen,
descubrió el nombre de la antigua propietaria de aquel libro, lo firmaba Rosa
María Blanco. Tanta fue la fascinación por aquellas palabras allí escritas, que
misteriosamente el simplón de Cándido, se transformó. Desde entonces no paró un
momento y tras ocho meses de continuas indagaciones, pudo lograr su dirección
de correo electrónico y se decidió a escribirla.
Le escribió un primer correo
presentándose e invitándola a cartearse. Sin embargo, -(la vida tiene sus métodos)-, justo al día
siguiente de ese primer contacto, Cándido tuvo que embarcar a América. La sucursal canadiense de
su empresa había sufrido una baja importante y era él, la única persona que
podía cubrirla. ¡Estuvo más de un año, fuera!
Ahora bien, durante todo ese tiempo..
siguieron aquella relación, a través de esa correspondencia virtual y realmente
llegaron a conocerse. Es más, cada carta era una semilla que caía en un corazón
fértil; el romance empezaba a echar raíces.
Cándido le pidió una
fotografía..., pero ella
siempre se rehusó. Pensaba que si realmente estaba interesado en ella, su
apariencia no debía importar. Cuando finalmente llegó el día en el que el debía
regresar, ambos fijaron su primera cita a las siete de la tarde en la vieja
Estación del Norte.
Ella le había escrito: “Me reconocerás por una ROSA BLANCA (igual que
su nombre), que llevaré en la solapa.”
Así que a las siete en punto, él estaba en la estación, buscando a la chica
cuyo corazón amaba, pero cuya cara desconocía. Dejaré ahora que el propio
Cándido nos cuente lo que sucedió después:
“Una joven
preciosa venía hacia mí. Su figura era delgada. Su impresionante pelo negro
caía hacia atrás sobre sus delicadas orejas; sus ojos eran lo más bonito que
había visto. Sus labios y su barbilla tenían una firmeza amable y, enfundada en
su traje azul celeste de falda larga y elegante, era como la primavera misma,
que empezaba a latir en mi interior.
Comencé a andar
hacia ella, olvidando por completo que debía buscar la rosa blanca en su
solapa. Al acercarme, una pequeña y provocativa sonrisa curvó sus labios.
- ¿vas en esa dirección? Murmuró. Casi
incontrolablemente, di un paso para seguirla y en ese momento vi, entre la
multitud..., a Rosa Maria con su rosa blanca en la solapa.”
“Aquella
otra chica del traje azul celeste ya se empezaba a alejar, hasta perderse. Me
sentí como partido en dos, tan vivo era mi deseo de seguirla y, sin embargo,
tan profundo era mi anhelo por conocer a esta otra mujer cuyo espíritu me había
acompañado tan sinceramente....
Ahí estaba ella, esta otra muchacha: Su carita era
morenita y regordeta y sus ojos tenían un destello cálido y amable. No dudé
más. Habia venido a esto y tenía que hacerlo. Mis dedos afianzaron la gastada cubierta de piel marrón de aquel primer
libro con su firma que había provocado nuestra relación y que ahora haría que
ella me identificara.
Esto no sería amor, en su acepción romántica, pero de alguna manera habría otra especie de afecto en una sincera y desinteresada amistad, por la cual yo estaba y debía estar siempre agradecido. Saludé y le extendí el libro, a pesar de que sentía que, al hablar, me ahogara la amargura de mi reciente desencanto:
Esto no sería amor, en su acepción romántica, pero de alguna manera habría otra especie de afecto en una sincera y desinteresada amistad, por la cual yo estaba y debía estar siempre agradecido. Saludé y le extendí el libro, a pesar de que sentía que, al hablar, me ahogara la amargura de mi reciente desencanto:
"Soy Cándido, y tú debes ser Rosa
María. Estoy muy contento de que hayas podido venir a nuestra cita.., tenía
muchas ganas de conocerte en persona, ¿Puedo invitarte a cenar?”
.
La cara de aquella simpática
mujer se ensanchó con una GRAN sonrisa:
“No sé de que
va todo esto, –respondió- pero la chica del traje azul celeste con la que te
acabas de cruzar, me pidió que me pusiera esta rosa blanca en la solapa de mi
abrigo. Y me rogó que, si tú me invitabas a cenar, por favor te dijera que te está
esperando en el restaurante que está cruzando la calle, a la salida de la
estación. Dijo que era algo así como una prueba. A mi me pareció divertido...,
y aquí me tienes"
Cándido..., no cabía de
contento. Plantó dos
grandes besos en el rostro de aquella mujer y salió corriendo, cruzando la calle...., ¡hacía su destino!
.
.
Moraleja: la verdadera naturaleza del corazón se
descubre, muchas veces en su respuesta, incluso a lo que, a primera vista no es
tan atractivo.
Admirable la sabiduría de Rosa María. Por fín, nuestro Cándido personaje, encontró en ella... a "alguien especial".
Admirable la sabiduría de Rosa María. Por fín, nuestro Cándido personaje, encontró en ella... a "alguien especial".
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...
* * * * *
7 comentarios:
Bueno, bueno, que historia tan bonita, eres increíble y vaya con el Cándido, qué pena que esta Rosa se me haya adelantado..., no creo que queden hoy muchos hombres así.
Me encantó y la moraleja más.
BESIÑOS Y FELICIDADES.
Ya veo que te volvieron las musas, jajaja...
Arcendo Ha sido una satisfacción conocer este admirable historia el amor nunca sabemos donde flórese
.
Saludos desde Abstracción texto y Reflexión
Esta bonito el cuentito, no se como inventas cuentos. Esta bello. La canción preciosa "más que palabras" me encantó, nunca la había escuchado.
Gracias!!
DTB!!
¡Qué bonita historia!, yo me la creo, porque el amor es mágico y Cándido es encantador, supo esperar, lo tenía claro.
¡¡¡Muy bonito!!! Gracias.
Muy conmovedora historia.., pero en realidad pasó o es solo un cuento?
Al final ya no entendí, y como en la etiqueta dice cuentos..
saludos Arcendo :)
(Cuanto me gustaría me sucediera algo parecido :) )
Qué bonito el banner. Esa rosa blanca inspira tánto. Y el alfiler también me gusta mucho, hay algunas cosas que tienen mucho encanto, una Hoja verde, por ejemplo. Jaja..., si algun día nos conocemos puedes llevar una hoja verde, lo malo es que yo no puedo aparecer con un cañón...
BESIÑOS TODAVÍA NO DE BUENAS NOCHES.
Cuenta cuenta Arcen, es un cuento, una historia real ¿qué es?
Está bonito.
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