martes, 26 de marzo de 2013

MIRÁNDOLE A ÉL...

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Queridos todos, espero de corazón que estéis pasando una buena y SANTA semana.
La mía, en lo corporal está siendo costosa, pero alegre y confiada en que todo es para bien y no estoy solo.
Os contaré algo de estos últimos días. En los momentos de más dolor y dificultad, alzo la vista y me encuentro de frente con un Cristo que tengo en mi pared..., y me pregunto: ¿Como se le puede pedir alivio en el dolor a alguien que está taladrado de pies y manos? ¡El me gana siempre!, me hace entender, ¡Me gana en AMOR!

Bueno queridos, estamos junto con las fiestas de Navidad, en la Semana más grande de nuestra fé, y en este blog tenemos una costumbre que este año vamos a seguir escrupulosamente. Se trata de rescatar aquel artículo del sacerdote y periodista José Luis Martín Descalzo publicó hace ya muchos años en la revista BLANCO Y NEGRO, que entonces ejercía de suplemento dominical del diario ABC.

En este brillantísimo artículo, Martín Descalzo engarza perfectamente arte y religión. Fé y cultura. Pero sobretodo este escrito, y por eso lo traemos siempre, es capaz de remover conciencias, de mover a la acción.
Antes hablaba del sufrimiento, del mío propio, y de como se me "pasaba" mirando al crucificado... ¡Cuánto más mirando este impresionante CRISTO SEPULTADO DE HOLBEIN!, del que habla Martín Descalzo en este imperdible...

"ANTE EL CRISTO MUERTO"

"Un día de abril de 1867 un matrimonio de recién casados pasea por las salas del museo de Basilea. El hombre es flaco y rubio, de rostro rojizo y enfermo, pálidos labios que se contraen nerviosamente, pequeños ojos grises que saltan inquietos de un objeto a otro, de un cuadro a otro. Es el rostro de un hombre a la vez vertiginosamente profundo e impresionable como un chiquillo. Ahora se ha detenido ante el Cristo en el sepulcro, de Holbein.
Los ojos del hombre parecen ahora magnetizados por ese terrible muerto metido en un cajón que aparece en el cuadro.

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Es -dirá él muchos años más tarde- "el cadáver de un hombre lacerado por los golpes, demacrado, hinchado, con unos verdugones tremendos, sanguinolentos y entumecidos; las pupilas, sesgadas; los ojos, grandes, abiertos, dilatados, brillan con destellos vidriosos".
Es un cuerpo sin belleza alguna, sometido al más dramático dominio de la muerte. Y el hombre, al verlo, tiembla. Su mujer se ha vuelto hacia él y percibe su rostro dominado por el pánico. Teme que le dará un ataque. Y el hombre musita en voz baja. "Un cuadro así puede hacer perder la fe". Luego se calla y continúa la visita al museo, como un sonámbulo, sin ver ya lo que contempla. Y, al llegar a la puerta, como atraído magnéticamente, regresa de nuevo al cuadro de Holbein. Se queda largos minutos ante él, como si quisiera taladrarlo en su alma. Luego, cuando se va, tiene en el hotel uno de los más dramáticos ataques epilépticos de su vida. Es un escritor de cuarenta años. Se llama Fedor Mikailovich Dostoievski.
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Un año antes ha publicado una novela titulada Crimen y castigo. Pero sabe que lo que dividirá su vida en dos es la contemplación de ese Cristo muerto de Holbein, que ya jamás podrá olvidar.
Meses más tarde, cuando está escribiendo El idiota, la visión de ese Cristo sigue aún persiguiendo al escritor. Y una reproducción del "cajón" de Holbein aparece en la casa de Rogochin, uno de sus personajes. Y el protagonista, príncipe Mischkin, repetirá las palabras que el propio Dostoievski dijera en Basilea a su mujer. "Ese cuadro puede hacer perder la fe a más de una persona." Y páginas más tarde explicará el propio novelista el por qué de esta frase. En otras visiones de Cristo muerto los autores le pintan "todavía con destellos de extraordinaria belleza en su cuerpo", pero en el cuadro de Holbein "no había rastro de tal belleza; era enteramente el cadáver de un hombre que ha padecido torturas infinitas antes de ser crucificado, heridas, azotes; que ha sido martirizado por la guardia, martirizado por las turbas, cuando iba cargado con la cruz". "La cara está tratada sin piedad, allí sólo hay naturalezas Ante un muerto así, se descubre "qué terrible es la muerte, que se aparece, al mirar este cuadro, como una fiera enorme, inexorable y muda, como una fuerza oscura e insolente y eternamente absurda, a la que todo está sujeto y a la que nos rendimos sin querer".
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Estos descubrimientos han conducido a Dostoievski -acostumbrado, como ortodoxo, a ver Cristos siempre celestes, jamás pintados en la crueldad naturalista de un cadáver- a formularse dos preguntas vertiginosas: "Si los que iban a ser sus apóstoles futuros, si las mujeres que lo seguían y estuvieron al pie de la cruz vieron su cadáver así, ¿cómo pudieron creer, a la vista de tal cadáver, que aquel despojo iba a resucitar?" Y una segunda aún más agria. "Si aquel mismo Maestro hubiera podido ver la víspera de su suplicio ésta su imagen de muerto, ¿se habría atrevido a subir a la cruz?"
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He usado ya dos veces en este artículo la palabra "vértigo, vertiginoso". Nunca sé escribir en la Semana Santa sin emplearla. Siendo, efectivamente, cuando a ella me acerco, que el alma me da vueltas, que algo tiembla dentro de mí, como se vio convulsionada el alma de Dostoievski ante la realidad de la muerte de Cristo. ¿Cómo podría hacer literatura sobre ella? ¿Cómo esquivar la sensación de que estamos asomándonos a un abismo?.
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Desde hace muchos siglos venimos defendiéndonos de la pasión de Cristo con toneladas de crema y sentimentalismo. Ahora nos defendemos con playas y excursiones. Porque si realmente creyéramos, si tomáramos mínimamente en serio la realidad de que un Dios ha muerto, ¿no sufriríamos todos, al pensarlo, ataques de terror como el de Dostoievski? ¿No vacilaría nuestra fe o, cuando menos, el delicado equilibrio sobre el que todos hemos construido nuestras vidas, aunando una supuesta fe con nuestra comodidad? ¿Cómo lograríamos vivir en carne viva, ya que la simple idea de la muerte de Dios, asumida como algo real, bastaría para despellejarnos? Ahora está muy de moda mirar con desconfianza preocupada la "teología de la liberación", ver en ella terribles peligros de herejía. Yo tengo que confesar que la que a mí me preocupa es la "teología de la mediocridad" que viene imperando hace siglos entre los creyentes. La teología que reduce la cruz a cartón piedra, la muerte de Cristo a una estampa piadosa, el radicalismo evangélico a una dulce teoría de los términos medios. La teología que ha sabido compaginar la cruz y la butaca; la que encuentra "normal" ir por la mañana a la playa y por la tarde a la procesión, o la que baraja el rezo y la injusticia. Una teología de semicristianismos, de evangelios rebajados, de bienaventuranzas afeitadas, de fe cómodamente comprada a plazos. La que junta sin dificultades la idea de la Semana Santa con la de vacaciones. La que sostiene que los cristianos debemos ser "moderados", que hemos de tomar las cosas "con calma"; que conviene combatir el mal, "pero sin caer por nuestra parte en excesos"; la que echa toneladas de vaselina sobre el Evangelio, pone agua al vino de la muerte de Cristo, no vaya a subírsenos a la cabeza. La dulce teología de la mecedora o de la resignación. La que nunca caerá en la violencia, porque ni siquiera andará. La que piensa que Cristo murió, sí, pero un poco como de mentirijillas, total sólo tres días.. Vuelvo ahora los ojos a este Cristo de Holbein y sé que este muerto es un muerto de veras....

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Sé también que resucitará, aunque ese triunfo final no le quita un solo átomo de espanto a esta hora. Veo su boca abierta que grita de sed y de angustia, su nariz afilada, sus pómulos caídos, sus ojos aterrados. Este es un muerto-muerto, un despojo vencido, algo que se toma o se deja, se cree o no se cree, pero nunca se endulza. Veo este pobre cuerpo destrozado y sé que el Maestro "lo vio" antes de subir a la cruz, sé que él es el único hombre que ha podido recorrer entera su muerte antes de padecerla, el ser que más libremente la asumió y aceptó, que se tragó entero este espantoso hundimiento, esta "fuerza oscura, insolente y eternamente absurda que nos vencerá a todos y que sólo gracias a él nosotros venceremos. Sé que después de verla v conocerla "se atrevió" a subir a la cruz, inclinando su cabeza de Dios, haciéndola pasar por el asqueante y vertiginoso túnel de la muerte más muerta.
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Por eso creo en Él. Esta espantosa visión me aterra, como aterró a Dostoievski; pero no me hace vacilar en mi fe; más bien me la robustece. Porque una locura de tal calibre sólo puede hacerse desde un amor infinito, siendo Dios. Un amor tan loco que ahora le sigue llevando a algo mucho peor que la muerte: a la tortura diaria de ser mediocrizado, suavizado, recortado, amortiguado, reblandecido, vuelto empalagoso, empequeñecido, falsificado, reducido, hecho digerible todas las Semanas Santas -para que no nos asuste demasiado- por nuestra inteligente y calculadora comodidad."
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6 comentarios:

Militos dijo...


Gracias , querido Arcendo, por este post recuerdo que nos traes todos los años y por esa presencia del gran Martín Descalzo que tantas obras buenas nos dejó y ¿Cómo no? gracias por dar noticias tuyas.

Siento mucho que andes magullado, pero te confieso que, precisamente estos días, cuando pido al Señor poor tí y le digo que suavice tus padecimientos, me pasa un poco
lo que a tí que pienso en Él y me digo hasta qué punto tenemos derecho a no querer sufrimientos para nosotros ni para los que amamos.
De todas formas sigo insistiendo en que te acorte el tiempo de esta prueba, como Jesús lo pidió para el en Getsemaní.

Seguimos en el campo, contemplando caer la lluvia por la que todo está más verde que nunca y los huesos más sonoros, por eso no puedo escribir mucho, espero regresar mañana a Madrid, si Dios quiere.

La Virgencita del jardín, a la que te encomiendo a diario,empapada de gotas, como si no dejase de llorar por su Hijo y por nosotros, hijos suyos también.

BESIÑOS CON TODO MI CARIÑO.

FELIZ Y SANTA SEMANA SANTA

Boss dijo...

Bueno Arcen, sè perfectamete por donde vas, y te entiendo y además comparto. No solo te entiendo sino que el post es preciso, profundo, bello,magistral....transmites muchísimo en él.

Pero aun siendo verdad eso de la teoría del almíbar, me gusta ser positivo.

ójala todos los que van a la playa por la mañana fueran de procesión por la tarde. No será lo perfecto, pero es un paso importante. Me encantaría ver a más de uno que vive alejado de Dios, que viniendo de la playa me diga "me apetece ver esta tarde una procesión" ohhhhhh! gloria a Dios!

De la misma manera que el año pasado me fui a Sevilla a ver el concierto de Springsteen al Estadio Olimpico de La Cartuja (13 de mayo día de la Virgen) y el día siguiente me fui de retiro espiritual otros tres días también en Sevilla.

No faltará el que piense que es una frivolidad, lo conté allí, y apuesto a que se murmuró con ello.

Pero que CORTOS SON!!!

Ya quisieran muchas madres que sus hijos tras salir de marcha el sábado, se levante sí o sí para no faltar su domingo a misa,al rato de oración en familia. Y que si uno de sus hijos va a un concierto se va tres días de retiro espiritual después. A mí me encantaría que mi hijo lo hiciera, me llenaría de gozo saber que la semilla que sembró en él el Espiritu Santo creció, y a que yo le hablé de Dios, qué alegría tan grande.

Yo lo veo así Arcen. ¿El listón está muy bajo? pues sí, pero no en el suelo, no nos confundamos.

Y es un grave error meterle a una persona fuera de forma u obesa el entrenamiento de un maratoniano de alto nivel, te lo cargas, y si sale vivo no vuelve más.

Pues en lo espiritual pasa lo mismo: Cada alma lleva su ritmo. Lo que para nosotros puede ser un escándalo, para otros es un paso importante hacia Dios. Míralo así.

¿Acaso no vino Dios a por la ovejas perdidas?

Qué más da venir, de playa, botellón, concierto, prostíbulo...si vas ante Dios y arrepentido como el hijo pródigo te reconcilias con ÉL.
Es que el camino del hijo pródigo no se hace en un día, muchas veces es como el de Santiago, por etapas.Deja que los de la playa, los del botellón, los de los conciertos...etc se acerquen a Dios.

Un abrazo hermano! me alegro verte por aquí, me tenías preocupado.

Rosa dijo...

Muy bonito y muy profundo.

Gracias.

Un abrazo grande.

Militos dijo...

Querido hermano, ya estamos en Madrid, dime si sigues pachucho. Esto de no poder hacer otra cosa que rezar y ofrecer hay veces que me pone nerviosa, ya sé que no debo decirlo, pero..., quisiera tánto ver ya el milagro.

Perdóname y que que Jesucristo, perdone mi impaciencia, precisamente ahora que está al borde del mayor dolor que ha habido en el mundo.

BESIÑOS Y QUE NUESTRA MADRE TE APRIETE AMOROSAMENTE EN SUS BRAZOS, esta noche y siempre.

Militos dijo...

Vuelvo a pedirle ý pedirte perdón por mi impaciencia, sólo quiero animarte y lo mejor para tí que siempre será lo que Dios quiera.

Como dice la madrileña Madre Maravillas que tienes al final de tus santos:
Lo que Dios quiera.
Como Dios quiera.
Cuando Dios quiera.

BESIÑOS ARCENDO

Santos Plagio dijo...

Creer divino tesoro que acrecentar y regalar a los demás, estamos en la época de la tecnología, tenemos pruebas y sin embargo DUDAMOS, somos hijos prodigo porque nuestra mente se desvia del AMOR al prójimo y de la ORACION

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