NO PARAN DE TOCARNOS LAS BOLAS.

Este fín de semana, rompemos la tradición musical del blog, son tantas las noticias y de tal calibre que me veo en la obligación de redactar este largo post y dejarlo al menos, todo el sábado, para denunciar los muchos atropellos de los que, los cristianos, estamos siendo víctimas directas.

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Desde luego, los del talante y la tolerancia, son imprevisibles. Cada día suben un peldaño más hacía el Olimpo de la estupidez.
Si empezabamos la semana, con la noticia (Pd), del debate de cierta localidad aragonesa para cambiar el nombre de la calle "General Franco" por el de la calle del "Chiki Chiki"; y la continuábamos con la soflama mentirosa de Santos Juliá en la Universidad Complutense negando la persecución religiosa en la España republicana (Ld); desgraciadamente la vamos a terminar con una vuelta de tuerca más, en el engranaje de la máquina de los absurdos despropósitos, que no denota más que la ínquina y las ganas de agraviar haciendo daño.

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Resulta, que hoy nos amanecemos con una noticia, además de curiosa, sorprendente. Lo edita "La Nación"; al parecer, existe un cargo en la Administración Estatal, que lleva el pomposo nombre de -Delegado para la Violencia machista-, y el títular del mismo que es un médico forense que se llama Miguel Lorente, dice que después de ciertos estudios forenses que ha llevado a cabo, concluye qué:
1º Cristo NO MURIÓ en la Cruz. (¡Tomá nisperos!).
y 2º, que NO RESUCITÓ, lo que le pasó es "que entró en coma y luego despertó". (¡olé tus huevos!)
Lo verdaderamente pasmoso, es que este señor, con el sueldazo, que probablemente tendrá, en lugar de hacer bien su trabajo y centrar todos sus esfuerzos en paliar este grave mal que aqueja a esta sociedad sin principios, que es para lo que le están pagando; prefiera dedicar su tiempo y su energía en la práctica de ese nuevo deporte nacional que consiste en tirar por tierra, las convicciones más profundas de muchos, atacando a los creyentes católicos e insultando a la razón, a la fé y la sensibilidad de miles de personas.
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¿Qué tendrá este aprendiz de doctor bacterio, contra nosotros?, precisamente la gente que tiene fé y la practica, y esto está probado estadísticamente, son los que menos trabajo le van a dar en el puesto oficial que ocupa, pues en los valores del cristianismo viene implicito el respeto a la vida y al ser humano, sea cual sea su condición, sin importar, sexo, raza o religión.
Entonces ¿Qué interés tiene en sembrar la duda con mentiras pseudo científicas?
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En cuanto a la existencia de Jesús, hay que afirmar, y este individuo, parece darlo por hecho, que esta probada históricamente, porque para negarlo habría que ser tan necio, no sólo de renunciar a la literatura cristiana, sino a la misma arqueología. Además de los Evangelios y los testimonios posteriores de los distintos apóstoles o discípulos, existen otras pruebas documentales probatorias de esto:
Pilineo, escrito Romano del Siglo I, escribe con respecto a un tal Jesus venido de Nazareth, en los escritos del historiador judío romano Flavio Josefo también, en la Mishná se habla sobre Jesús y es probablemente una de las fuentes más fiables, en el Talmud y hasta en los rollos del Mar muerto. Además, y curiosamente en cuanto a su crucifixión, uno de los nombrados, Plineo, habla sobre la sentencia hecha por Pilatos hacia jesus de Nazareth, este hecho cuenta, en los libros de Jurisprudencia Romana.
Así que buscar dudas sobre la existencia y el método por el que murió Jesús, es buscarle tres pies al gato, que tiene cuatro, es tratar de confundir al personal y además con muy mala baba.

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En cuanto a la Resurrección, es un tema absolutamente de fé, y nada, ni nadie han podido probar que no ocurriera tal y como cuentan las Escrituras. Lo que sostiene este Grissom de pacotilla, es la vieja teoría del "desvanecimiento". Esta vieja patraña, ya conocida por la Iglesia, es la de aquellos que afirman que Cristo no murió realmente en la cruz, que su supuesta muerte fue un desvanecimiento temporal, y su resurrección simplemente un volver a la conciencia. Esta teoría fue defendida por Paulus (Exegetisches Handbuch, 1842, II, p. 929) y con algunas modificaciones por Hase (Gesch. Jesu, n 112), pero no concuerda con los datos ofrecidos en los evangelios. La flagelación y la coronación de espinos, el cargar la cruz y la crucifixion, las tres horas en la cruz, y la posterior lanzada del centurion no hubieron tenido como consecuencia un simple desvanecimiento. Su verdadera muerte es certificada por el centurion y los soldados, por los amigos de Jesús y por sus mas amargos enemigos. Su permanencia de 36 horas en el sepulcro sellado, en un ambiente envenenado por cientos de libras de especies, hubieran bastado para causarle la muerte. Y después de tal muerte, que lo fué, y en ningún caso fue estado comatoso, se sabe que se apareció posteriormente a mucha gente, lo cuentan los Evangelios, que en ningún caso ha de olvidarse que son documentos arqueológica e historicamente probados.

Es más, los Apóstoles no comenzaron predicando la vida inmortal de Cristo con Dios, sino que predicaron a Cristo Resucitado desde los primeros tiempos, inistiendo en ello como un hecho fundamental y describieron hasta algunos de los detalles ligados a este hecho: Hch 2, 24, 31; 3, 15,26; 4,10; 5,30; 10,39-40; 13,30, 37; 17,31-2; Rom., 1,4; 4,25; 6, 4,9; 8,11,34; 10,7; 14,9; I Cor 15, 4,13ss.

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Así pues, también, la negación de la certeza histórica de la Resurrección de Cristo comporta graves y varios errores históricos y cuestiona la objetividad real de las apariciones sin base histórica, ni científica alguna para tal duda.

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Así pues, queda claro que lo que pretenden estos del talante y la tolerancia, es mentir cada vez más y meter el dedo en el ojo ajeno. Y no es de recibo, ni nos vamos a dejar pisar.

Ya no les basta con echar tierra sobre personajes históricos, ni sobre mártires y santos, esta vez han ido mucho más lejos, son tan presuntuosos que hasta se meten con el mismo Dios.

Dice un viejo refrán, -el que al cielo escupe, en la cara le cae-; pues lo dicho a atenerse a las consecuencias.
Estos progres son unos falaces sinvergüenzas, que es lo más suave que se puede decir a estos de mal talante, mala leche y nula tolerancia; que nadie se confunda tal calificativo en modo alguno es insulto, sino constatación de lo que desmuestran ser, una y otra vez.

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