Es cierto que los límites, las fronteras que separaban a la izquierda de ciertos sectores de la derecha, ultimamente se han difuminado tanto que acaban por confundirse.
Esa derecha chaquetera y acomodaticia, complaciente e inmoral aquejada de absurdos complejos se hace condescendiente con todo, incluso abdicando de sus principios primarios por el riesgo de ser tachada de obsoleta y de perder la poltrona.
Con tal de mantenerse en el candelero y seguir chupando del bote es capaz de abandonar cualquier atisbo de ética aunque eso signifique dejar de lado la unidad nacional o lo que es más grave, cediendo incluso a la defensa de la vida y a la dignidad humana.
En cuanto a la izquierda, la claudicación de sus supuestos “valores” también es palpable y evidente. Las izquierdas siempre se han jactado de su defensa (“en exclusiva”) del oprimido, de la protección incondicional del menos pudiente, del trabajador frente al patrono. Pues bien, esa izquierda que siempre ha presumido de sus políticas sociales en beneficio del paria de la tierra, hoy también, ha claudicado de sus principios ancestrales en aras del coche oficial, el grosor de la cuenta corriente bancaria, los restaurantes de 5 tenedores y los hoteles de 5 estrellas.
A pesar del apoyo incondicional de todo el electorado de izquierdas, incluido el transvase de votos de Izquierda Unida en las últimas elecciones generales a las políticas de Zapatero, este no ha hecho más que una perversión y manipulación de los valores de la izquierda. De hecho esa izquierda zapaterista se limita a vegetar y a vivir de las rentas ideológicas de antaño (anticapitalismo, antiamericanismo y anticlericalismo) utilizándolas a su servicio y cambiándolas a su gusto. Pero en la parte puramente social, que a la postre debiera ser prioritaria en su proceder, el bagaje es absolutamente nulo.
Esa nueva “izquierda” llamada zapaterismo no es más que una pantomima de su propia ideología, que además hoy se hace mucho más patente con la crisis económica y social creciente que ya despunta peligrosamente.
No se puede justificar moralmente a una izquierda que “pasa olímpicamente” de las necesidades de los ciudadanos, cuando estos sufren ya necesidades básicas. Una izquierda que frente a la subida del euribor, de la inflación, del paro, de las hipotecas y de la cesta de la compra sus únicas respuestas y avances sociales son la memoria histórica, el reconocimiento del lobby gay, la ampliación de la ley del aborto o los ataques a la jerarquía de la Iglesia Católica; con eso no se come y tan sólo sirve para contentar a los sectores más radicales y cerriles de su electorado. ¿Dónde queda la verdadera defensa del oprimido?.
¿Como se puede creer en una izquierda que para defender al trabajador las únicas soluciones que ofrece son quitarse la corbata y regalar bombillas en lugar de bajar impuestos y ocuparse seria y dedicadamente de la crisis que nos angustia?.
Esa derecha chaquetera y acomodaticia, complaciente e inmoral aquejada de absurdos complejos se hace condescendiente con todo, incluso abdicando de sus principios primarios por el riesgo de ser tachada de obsoleta y de perder la poltrona.
Con tal de mantenerse en el candelero y seguir chupando del bote es capaz de abandonar cualquier atisbo de ética aunque eso signifique dejar de lado la unidad nacional o lo que es más grave, cediendo incluso a la defensa de la vida y a la dignidad humana.
En cuanto a la izquierda, la claudicación de sus supuestos “valores” también es palpable y evidente. Las izquierdas siempre se han jactado de su defensa (“en exclusiva”) del oprimido, de la protección incondicional del menos pudiente, del trabajador frente al patrono. Pues bien, esa izquierda que siempre ha presumido de sus políticas sociales en beneficio del paria de la tierra, hoy también, ha claudicado de sus principios ancestrales en aras del coche oficial, el grosor de la cuenta corriente bancaria, los restaurantes de 5 tenedores y los hoteles de 5 estrellas.
A pesar del apoyo incondicional de todo el electorado de izquierdas, incluido el transvase de votos de Izquierda Unida en las últimas elecciones generales a las políticas de Zapatero, este no ha hecho más que una perversión y manipulación de los valores de la izquierda. De hecho esa izquierda zapaterista se limita a vegetar y a vivir de las rentas ideológicas de antaño (anticapitalismo, antiamericanismo y anticlericalismo) utilizándolas a su servicio y cambiándolas a su gusto. Pero en la parte puramente social, que a la postre debiera ser prioritaria en su proceder, el bagaje es absolutamente nulo.
Esa nueva “izquierda” llamada zapaterismo no es más que una pantomima de su propia ideología, que además hoy se hace mucho más patente con la crisis económica y social creciente que ya despunta peligrosamente.
No se puede justificar moralmente a una izquierda que “pasa olímpicamente” de las necesidades de los ciudadanos, cuando estos sufren ya necesidades básicas. Una izquierda que frente a la subida del euribor, de la inflación, del paro, de las hipotecas y de la cesta de la compra sus únicas respuestas y avances sociales son la memoria histórica, el reconocimiento del lobby gay, la ampliación de la ley del aborto o los ataques a la jerarquía de la Iglesia Católica; con eso no se come y tan sólo sirve para contentar a los sectores más radicales y cerriles de su electorado. ¿Dónde queda la verdadera defensa del oprimido?.
¿Como se puede creer en una izquierda que para defender al trabajador las únicas soluciones que ofrece son quitarse la corbata y regalar bombillas en lugar de bajar impuestos y ocuparse seria y dedicadamente de la crisis que nos angustia?.
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Y, ¿que decir de los sindicatos? … tan sólo un ejemplo más: si la actual crisis y el consiguiente paro que hay y el aumento exponencial que se avecina, hubiera sido generado por gobiernos de derechas, los sindicatos ya hubieran montado la de Dios es Cristo, Paros, huelgas generales, y todo lo que se les hubiera ocurrido para desestabilizar al ejecutivo; sin embargo ahora están missing, desaparecidos, inoperantes y también claudicantes. Y es que estas políticas son puro mamoneo para magnates sin escrúpulos y estómagos agradecidos.
Mientras tanto, la situación está ya en defcon 1, se han encendido todas las luces rojas; todos los expertos económicos nacionales y foráneos apuntan a que la estanflación es inevitable en España. La situación es alarmante, es cierto que en el resto del mundo occidental la recesión es un hecho, pero sea por la insostenible burbuja inmobiliaria o por la pésima política de inmigración en España, la crisis se va a sentir en nuestra tierra, de forma especialmente grave; y esto va a ser así, porque ni gobierno, ni oposición han sabido coger el toro por los cuernos. Nadie se moja, y todos cada vez se parecen más en sus procederes y todos sin excepción han dejado de luchar por sus propios ideales. Nadie está libre de culpa, pero aquí la vamos a pagar todos.
Probablemente en una situación como la actual, haría falta más que un consenso, un gobierno de concentración, para salvar la situación. Algo que impulsara nuestra economía en un empujón común y necesario para sacarnos de este hoyo que parece inevitable.
Eso sí, olvidar los honestos principios, distintos y diferenciados que han hecho avanzar a este país desde posiciones totalmente diversas es un craso error. Una equivocación que nos está llevando a la ruina.
Soy demócrata y por eso creo en la política de partidos y en la libertad de expresión, por eso estoy convencido de la necesaria existencia, convivencia y respeto entre una derecha, bien definida y una izquierda bien definida. Nada que ver con lo que está pasando a día de hoy.
Las dos posturas tendrían mucho que ofrecer, sino fueran tan gemelas como lo son hoy en día.
Es cierto que, ninguna de las dos posiciones tiene exclusividad en la defensa de los grandes principios: La unidad de España, la educación, la protección de la libertad, la defensa de la ley, el orden, del Estado de derecho y de la justicia; no son patrimonio de nadie, lo son de todos. Pero eso no significa que cada uno marque sus peculiaridades, que son muchas y notorias.
Mientras tanto, la situación está ya en defcon 1, se han encendido todas las luces rojas; todos los expertos económicos nacionales y foráneos apuntan a que la estanflación es inevitable en España. La situación es alarmante, es cierto que en el resto del mundo occidental la recesión es un hecho, pero sea por la insostenible burbuja inmobiliaria o por la pésima política de inmigración en España, la crisis se va a sentir en nuestra tierra, de forma especialmente grave; y esto va a ser así, porque ni gobierno, ni oposición han sabido coger el toro por los cuernos. Nadie se moja, y todos cada vez se parecen más en sus procederes y todos sin excepción han dejado de luchar por sus propios ideales. Nadie está libre de culpa, pero aquí la vamos a pagar todos.
Probablemente en una situación como la actual, haría falta más que un consenso, un gobierno de concentración, para salvar la situación. Algo que impulsara nuestra economía en un empujón común y necesario para sacarnos de este hoyo que parece inevitable.
Eso sí, olvidar los honestos principios, distintos y diferenciados que han hecho avanzar a este país desde posiciones totalmente diversas es un craso error. Una equivocación que nos está llevando a la ruina.
Soy demócrata y por eso creo en la política de partidos y en la libertad de expresión, por eso estoy convencido de la necesaria existencia, convivencia y respeto entre una derecha, bien definida y una izquierda bien definida. Nada que ver con lo que está pasando a día de hoy.
Las dos posturas tendrían mucho que ofrecer, sino fueran tan gemelas como lo son hoy en día.
Es cierto que, ninguna de las dos posiciones tiene exclusividad en la defensa de los grandes principios: La unidad de España, la educación, la protección de la libertad, la defensa de la ley, el orden, del Estado de derecho y de la justicia; no son patrimonio de nadie, lo son de todos. Pero eso no significa que cada uno marque sus peculiaridades, que son muchas y notorias.
Así, lo han entendido izquierdistas prestigiosos y honestos de renombre, que nunca han cedido ante el zapaterismo, como Rosa Díez o el apartado Leguina; y en el sector de la derecha partidos como el que tan dignamente lidera Rafael López-Diéguez; Alternativa Española, que es una formación naciente y vigorosa que no reniega ni de el principio democrático como base del régimen político, ni de sus raíces cristianas, ni de la defensa de los grandes principios como la vida, la familia, la defensa de la libertad y la unidad de España.
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Marcando unos y otros, desde el respeto las fronteras entre la buena izquierda y la mejor derecha, es como se recomenzaría un nuevo período de estabilidad hoy tan vitalmente necesario.
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2 comentarios:
Para mi no hay color, Alternativa Española es el único partido al que puedo votar.
La verdad es que como va todo lo que llmábamos derecha ya no existe. Y es bueno que busquemos nuevos horizontes.
Gracias por informarnos.
besiños
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