A LA VISTA DE UN DEPLORABLE ARTÍCULO

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Hace unos días el compañero ELENTIR nos alertaba de un, más que curioso artículo, casi arenga, aparecido en el diario “oficial” del stablishment (Ver enlace). El Titular de tan “ocurrente” escrito, tal y como recojo en la imagen de cabecera, era el siguiente: “Tranquilos: el pecado no es delito”. (Ver enlace).
Tras el ímprobo esfuerzo por leer la sarta de necedades e inexactitudes del comentarista “paisano”, me mueve y me remueve escribir hoy, y compartir con vosotros, los sentimientos que me ha causado ese dardo envenenado de “El País”.
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A pesar del sol, de los capullos y del canto de los pájaros que anuncian primavera, yo veo, hoy como sopla el viento, sopla en ráfagas frías y cortantes, veo árboles secos, ríos secos, hombres secos. Mi corazón siente frío, mi alma se encoge.
El mundo entero esta sumido en un vertiginoso torbellino, donde todos se enfrentan, las economías agonizan y nadie se entiende.

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La tentación por adentrarnos en ese remolino todos los días trata de acecharnos en terco impulso; oímos las voces sordas y las preguntas desmoralizadoras:
¿Que haces tu ahí? ¿No ves que estas perdiendo el tiempo? ¿Para que tu esfuerzo, tus sacrificios?
Peca, si no importa; si no pasa nada, si no es delito. A veces, incluso a nosotros mismos, nos da la impresión de que siempre vemos alegres a los pecadores, parecen rebosar de satisfacción, como si hubieran encontrado su plenitud en el ejercicio del mal.
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Es entonces cuando es irremediable estrechar los frenos que rigen el corazón, para no llorar ante el abismo. El alma esta totalmente sola.
La debilidad de nuestro siglo consiste en que es el siglo de los autodidactas. Nos valemos a nosotros mismos, para mantener esta oscura obra de carácter desordenado, inhumano, inestable.
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Hoy, el mundo no se emociona con el heroísmo, ni con el sacrificio. Ahora, impresiona más el resplandor fugitivo, que la penosa y lenta ascensión de las almas que ascienden en la penumbra, hacia la grandeza. No se dan cuenta que la noche es mas negra todavía después de apagarse esos fuegos artificiales que no llenan más que un momento de la vida, que no sirven para NADA.
Solo los ciegos y los necios, es decir, casi todo el mundo, no lo ve. Este drama era ineludible, y yo creo que hasta posiblemente necesario.
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Sí, la muerte esta frente a nosotros, está en todas partes. Pero no debemos engañarnos, porque por eso precisamente, comprendemos mejor que los demás la grandeza de la vida.
No hay nada más precioso que el renunciamiento al mal, que esta bajada muda al fondo mismo de la conciencia.
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La apuesta humana por el mal, aunque sea una apuesta pequeña, siempre va acompañada de toda una amalgama de sinsabores, de pesares inconfesables y vergonzantes. El vicio, EL PECADO, somete a su vasallaje a la razón y la voluntad. Y cuando lo ha conseguido, atormenta a su pobre sometido con el pensamiento de la muerte, donde no espera ni puede esperar ningún consuelo, y donde teme encontrar el castigo de sus desórdenes.
Es cierto que las claudicaciones morales pueden proporcionar placer, dinero, poder, o muchas otras cosas. Pero el coste humano que debe pagarse es siempre muy alto. Al abrir las puertas al mal, lo que este nos otorga ya NUNCA nos pertenecerá, pues seremos esclavos de aquello a lo que nos entregamos.
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El bien siempre resulta costoso en términos de esfuerzo, pero siempre es una buena inversión. El mal, en cambio, se compra muy barato, incluso es agradable en la superficie del alma. Pero, antes o después, quien deja anidar al mal en su corazón, será una persona infeliz, sean cuales fueren las apariencias de éxito de las que se encuentre rodeado.
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En nuestro caso, además, no se trata sólo de no hacer el mal (que ya es mucho), sino, sobre todo, de aceptar la invitación a amar, a servir, a olvidarse de uno mismo, esa es la verdadera victoria.
¡La victoria sobre uno mismo! ¿Donde podrá lograrse mejor que en medio de esas humillaciones, soportadas con la cabeza alta, dominando, sin inútiles gestos, la materia rebelde, los desfallecimientos del corazón, todos los sutiles enemigos que quisieran asaltar al espíritu?.
“El que comete pecado, es esclavo del pecado” (Jn 34). ¡Que nadie nos confunda!, El pecado, como el infierno, existen; pero también existe la inmensa misericordia de un Padre que nos espera, con los brazos abiertos; por eso, a pesar de todo...VIVA LA VIDA.

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