jueves, 7 de enero de 2010

AQUÍ Y AHORA.

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Estos días han resultado un tanto frenéticos, casi sin tiempo para pensar. Entre las fiestas y los acontecimientos externos, alegres o tristes, no ha habido lugar para la pausa y por consiguiente para una necesaria reflexión sobre lo vivido.
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Ya hemos dejado un año atrás, y cada vez que ocurre esto, a mi me gusta hacer lo que los cristianos llamamos examen de conciencia y los empresarios balance.
Es bueno pararse y evaluarse para detectar flaquezas, remediar errores e incluso fortalecerse con los aciertos.
Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?” (2 Corintios 13:5)
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En ese balance espiritual, bien es verdad que a veces, debemos ser capaces de mirar hacía atrás y hacer autocrítica, sin embargo este año, al hacer este recuento, a raíz de un reciente encuentro con un viejo amigo, se me viene a la cabeza una idea, que quisiera compartir con vosotros.
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Hacía tiempo que no veía a esta persona, y como no hay mal que por bien no venga, gracias al entierro de mi suegro, tuve la oportunidad de reencontrarme con él. Se trata de un chaval (de los mismos años que yo), que estudió conmigo y aunque no nos vemos más que en estos eventos o similares, le tengo un gran aprecio. Siempre está ahí.
Volverle a ver fue grato, nos abrazamos, y empezamos a recordar viejos tiempos.
Y me empezó a hablar de este o o de aquel, de cuando estuvimos allí o lo bien que lo pasamos allá… "¿Recuerdas cuando estuvimos en aquel sitio?” o “¿Recuerdas cuando sucedió aquello?...”; y así hablando, se emocionaba más y más; y en la mitad de la conversación me puse a pensar… ¡aquello ocurrió hace muchos años!; parecía como si mi amigo todavía estuviese viviendo en aquellos tiempos, como si no hubiera avanzado, como si aquellos fueran los mejores años de su vida.
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Aquí me gustaría hacer un inciso en uno de los pasajes evangélicos; porque creo que en el hay una fascinante interacción en uno de los relatos de la vida de Jesús, que vienen muy al caso. El hecho que quiero comentar ocurrió justo después de haber resucitado, y lo considero un acontecimiento central de nuestra fé cristiana.
Jesús acaba de resucitar de la muerte y a la primera persona que ve es a María Magdalena; y Jesús le dice….: “No te aferres a mí”; ¡que chocante!.
¿Lo primero que Jesús hace después de resucitar es decir que no se aferren a Él?, quizás examinando un poco los antecedentes lo podamos descifrar mejor.
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En el Evangelio de San Lucas, se nos dice que Jesús era seguido en su predicación por un grupo de mujeres, que viajaban con Él, lo apoyaban y aprendían de Él.
Una de esas mujeres era María Magdalena, de la que se nos dice, sorprendentemente, que había sido liberada de ¡siete demonios!, por Jesús.
Es decir…, esta mujer tenía un largo pasado, una historia y su vida fue drásticamente transformada por Jesús. Es decir, ella le debía todo.
Imaginaos vivir con alguien ese tipo de tiempo y esas experiencias y después verlo morir en la Cruz. Con razón se queda con Él, todo el tiempo, incluso cuando muchos le han abandonado. Y luego es Ella, la que acude a la tumba, unos días después y se dá cuenta de que estaba vacía.
Y cuando está buscando su cuerpo en aquel jardín, se encuentra con un hombre a quien confunde con el jardinero y se dá cuenta de que es el mismo Jesús; que está vivo, que ha regresado y es cuando quiere abrazarlo cuando Jesús le dice: “María, No te aferres a mí”….
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Espera… ¡no cuadra!, ¿es este Jesús, la encarnación divina del Amor y la compasión?; María se acerca a abrazarlo y el dice… “no”… ¿Nos hemos perdido algo?
María asume que ha vuelto, que ha regresado y que está vivo, pero piensa que todo regresará tal como era antes, como en aquellos viejos tiempos, cuando todos disfrutaban, cuando comían, cuando viajaban, cuando contaban historias, cuando reían. Pero Jesús no ha regresado a dejar todo como estaba. Las cosas han cambiado, ya no son como eran antes.
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Vuelvo aquí al relato de mi amigo. Él tiene una hija y está ya en el Instituto, igual que la mía. Me cuenta que el otro día en una reunión familiar ella empezó a hablar de los chicos de su clase y mi amigo me cuenta que él, le decía: “No me lo cuentes”, “No quiero saber de eso”…, y ella se lo tomaba riendo, mientras que ahora, noto por su voz y gesto que él, se lo decía muy en serio. Hay más en todo esto y es que para mi amigo, su hija, ya adolescente, todavía es su pequeña, su niña.
Sin embargo, ella ya es una adolescente que se está convirtiendo en mujer enfrente de sus ojos. Entiendo, porque a mí me pasa, que eso no es nada fácil, así que comprendo su reacción y su “no me digas eso". A veces, no queremos darnos cuenta de que ellas se están fijando en los chicos o que los chicos se fijan en ellas. Es gracioso, sí; pero también es… doloroso; lo entiendo.
Pero debemos asumir de una vez por todas, que la vida no es estática. La vida fluye y refluye, y la gente crece y se va, y se saca la carrera, y coge un empleo o lo pierde. Y la gente a quien amas, fallece; y algunos se casan y otros no, y algunos contraen enfermedades, y las cosas, en definitiva, no son como eran antes.
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Después de que Jesús habla a María Magdalena, va y se les aparece también a sus otros discípulos, también a los que le abandonaron y les dice que es hora de que ellos, lleven su mensaje hasta el fín de la tierra. Les dice que todo es un día nuevo, que todo ha cambiado y que Dios les dará todo lo que necesiten. Les dice que van a recibir un nuevo Espíritu y les dice que tendrán todo lo que precisen para afrotar su nueva vida.
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Vamos a considerar otras historias. Pensemos ahora, en esa pareja que ha estado casada durante muchos años y hablan con nostalgia cuando todo estaba empezando, y después de un rato, te pones a pensar… ¿Regresarían al ayer, si pudieran hacerlo?.
O la persona que fue una estrella del deporte veinte años atrás y aún habla de ello con una mirada lejana y una voz de anhelo… ¿Acaso piensa que sus mejores años, los ha dejado atrás?
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Siempre podemos pensar cuando todo empezaba, cuando todo era nuevo. Pero no lo es.
Hemos cambiado, no somos los mismos de antes y el mundo que nos rodea tampoco; las cosas nunca serán como eran antes.
¿Cuánta energía gasta la gente deseando que las cosas fueran como antes?
Si necesitas celebrar lo bonito que fue, entonces celébralo; Si necesitas recordar lo increíble que fue todo aquello, recuérdalo; Si necesitas llorar, llora. Si necesitas pedir perdón o hacer las paces, o si necesitas hacer algo para poder soltar aquellos tiempos, entonces hazlo. Pero después ¡SIGUE ADELANTE!.
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Existe un cierto tipo de desesperación cuando pensamos que las cosas eran mejor antes, cuando nos quedamos atrapados en el ayer. Cuando no estamos del todo, presentes. Cuando nos aferramos al ayer nuestros brazos no están libres para abrazar el hoy.
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Según lo escrito por el Apóstol Santiago, ni siquiera podemos garantizar el mañana. No podemos detener, ni cambiar el ayer, y no podemos garantizar el mañana; por tanto lo único que tenemos es “el hoy”.
Si vivimos en la fantasía de lo que haremos mañana, de que nos acercaremos, mañana; nos despertaremos y ya no será mañana, será ayer y nos lo habremos perdido. Los habremos perdido a ellos, habremos perdido todo.
Si eres padre o madre, la solución no es detener el tiempo para que los hijos no crezcan, la solución es estar, estar presente en el presente, aquí y ahora. No perderse una sola cosa de este día, de esta hora, de este minuto, de este segundo.
Así podremos dejarles ir, dejarles ser quienes son; porque así no tendremos remordimientos, porque estuvimos allí, con ellos, todo el camino.
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Jesús, después de las palabras a la Magdalena, de ese aparentemente contradictorio, “no te aferres a Mí”, le dice… “Ahora, ve y diles a todos lo que está pasando”. Jesús le dá un protagonismo, Le dá un papel importante que quizás nos lo este dando también a nosotros en este principio del 2010.
¿Está Jesús diciéndote, que sobra algo, que sobra alguien, que sobra algún momento?
Dejalo ir y recibe el Nuevo Espíritu.
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Estimado lector… espero que tu balance haya resultado positivo, de todas formas siempre quedará el desafío a superarse.
Este año, afrontemos el reto y encaremos el futuro de manera optimista, recordando el pasado para aprender y pisando fuerte en el presente que es lo que tenemos, AQUÍ Y AHORA.

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6 comentarios:

Juan dijo...

El pasado está muerto, el futuro no existe y el presente es inaprensible,..entonces?, ¿donde estamos?

Angelo dijo...

Cada día me doy mas cuenta de que mi visión de futuro tiene que ser muy cortita, porque siento que lo demás es entrar en un lugar donde solo le pertenece a Dios. Y a la vez observo como tú que hay muchos que solo miran el pasado y el futuro y se olvidan de lo que están viviendo. Y muchas veces desemboca en una amargura y rabia que ciega su presente. Un abrazo

Militos dijo...

Ni pasado ni presente ni futuro.
Lo único que sé es que si no pudiera aferrarme a Jesús no podría seguir viviendo.
Besiños

Anónimo dijo...

Mi balance está por determinar todavía... pero como dices bien siempre podemos superarnos!

Un fuerte abrazo!!!

Anónimo dijo...

Gracias, ¡qué entrada tan bonita!.

Anónimo dijo...

Estimado Arcendo.
Vivamos el presente y demos gracias a Dios por ver cada amanecer y todas las grandezas que nos da para saborear sus grandezas.
El pasado es pasado el futuro está por venir y lo que tenemos es vivir el presente en plenitud en Cristo manteniendo la lampara encendida en todo momento y disfrutando del mismo para cuando llege el Señor explotar de Júbilo.
Como este es el único medio para comunicarme te mando mi correo pues te quiero comentar un tema fotelias@hotmail.com .
Recibe un fuerte abrazo en Cristo Jesús y santa María Virgen.
FOTELIAS

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