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A caballo entre la fiesta de los Santos Inocentes y la campanada final que marcó el inicio del nuevo año, celebrabamos la muerte de un mártir excepcional, que esta bitácora no puede dejar pasar por alto, por ser uno de los grandes referentes de todo lo que esta Hoja defiende.
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Un día 29 de diciembre del año 1170, moría ajusticiado, Sir Tomás Becket, al que muchos, empezamos a conocer primero, gracias a la magnífica película “Un hombre para la eternidad” y del que después hemos ido desgranando su heroica historia que hoy nos resulta tan ejemplar.
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Escuetamente se puede decir que Becket nació en Londres en 1118 y murió en Canterbury en 1170 y que además fue canonizado por la Iglesia en 1173. Pero tras esos datos se esconde una historia apasionante.
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Thomas Becket fue amigo del rey Enrique II, fue tal la confianza que el monarca le tuvo a pesar de ser sajón -los nobles normandos eran la clase dominante- y con la oposición de los Obispos de Canterbury y Londres, le nombró Canciller del Reino.
Sin embargo, al fallecer el arzobispo de Canterbury, el Rey decidió nombrar a Thomas su sucesor en ese cargo, primero este se negó alegando que él no era digno de tan honorable puesto y por no querer entrar en conflictos con su amigo el Rey: “Si me haces Arzobispo te arrepentirás. Ahora dices que me amas, pero ese amor se convertirá en odio”, le dijo al rey y así fue.
Tomás, renunció a su puesto de canciller y fue ordenado sacerdote el día antes de su consagración episcopal. Lo nombraron Arzobispo en 1162 y desde entonces se entregó por completo, desde ese instante solo defendió el honor de Dios, aun a costa de grandes sufrimientos y de su posterior muerte.
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Desde entonces Tomás se enfrentó con el Rey, por sus continuos abusos, y levantó la colera del monarca, que le dijo:
"Tu eres de los míos, yo te elevé de la nada y ahora me retas".
Tomás le respondió:
"Señor, Pedro fue elevado de la nada y sin embargo gobernó la Iglesia".
"Sí", contestó el rey, "pero Pedro murió por su Señor".
"Yo también moriré por el cuando llegue el momento".
"¿Entonces, no cederás?", preguntó el rey.
"No lo haré", respondió Tomás.
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Enrique II exclamó: "No podrá haber más paz en mi reino mientras viva Becket. ¿Será que no hay nadie que sea capaz de suprimir a este clérigo que me quiere hacer la vida imposible?".
Al oír semejante exclamación, cuatro sicarios se fueron donde estaba Becket y le dieron muerte. Estaba él orando junto al altar cuando llegaron los asesinos. Era el 29 de diciembre de 1170. No opuso resistencia.
A caballo entre la fiesta de los Santos Inocentes y la campanada final que marcó el inicio del nuevo año, celebrabamos la muerte de un mártir excepcional, que esta bitácora no puede dejar pasar por alto, por ser uno de los grandes referentes de todo lo que esta Hoja defiende.
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Un día 29 de diciembre del año 1170, moría ajusticiado, Sir Tomás Becket, al que muchos, empezamos a conocer primero, gracias a la magnífica película “Un hombre para la eternidad” y del que después hemos ido desgranando su heroica historia que hoy nos resulta tan ejemplar.
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Escuetamente se puede decir que Becket nació en Londres en 1118 y murió en Canterbury en 1170 y que además fue canonizado por la Iglesia en 1173. Pero tras esos datos se esconde una historia apasionante.
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Thomas Becket fue amigo del rey Enrique II, fue tal la confianza que el monarca le tuvo a pesar de ser sajón -los nobles normandos eran la clase dominante- y con la oposición de los Obispos de Canterbury y Londres, le nombró Canciller del Reino.
Sin embargo, al fallecer el arzobispo de Canterbury, el Rey decidió nombrar a Thomas su sucesor en ese cargo, primero este se negó alegando que él no era digno de tan honorable puesto y por no querer entrar en conflictos con su amigo el Rey: “Si me haces Arzobispo te arrepentirás. Ahora dices que me amas, pero ese amor se convertirá en odio”, le dijo al rey y así fue.
Tomás, renunció a su puesto de canciller y fue ordenado sacerdote el día antes de su consagración episcopal. Lo nombraron Arzobispo en 1162 y desde entonces se entregó por completo, desde ese instante solo defendió el honor de Dios, aun a costa de grandes sufrimientos y de su posterior muerte.
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Desde entonces Tomás se enfrentó con el Rey, por sus continuos abusos, y levantó la colera del monarca, que le dijo:
"Tu eres de los míos, yo te elevé de la nada y ahora me retas".
Tomás le respondió:
"Señor, Pedro fue elevado de la nada y sin embargo gobernó la Iglesia".
"Sí", contestó el rey, "pero Pedro murió por su Señor".
"Yo también moriré por el cuando llegue el momento".
"¿Entonces, no cederás?", preguntó el rey.
"No lo haré", respondió Tomás.
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Enrique II exclamó: "No podrá haber más paz en mi reino mientras viva Becket. ¿Será que no hay nadie que sea capaz de suprimir a este clérigo que me quiere hacer la vida imposible?".
Al oír semejante exclamación, cuatro sicarios se fueron donde estaba Becket y le dieron muerte. Estaba él orando junto al altar cuando llegaron los asesinos. Era el 29 de diciembre de 1170. No opuso resistencia.
Murió diciendo: "Muero gustoso por el nombre de Jesús y en defensa de la Iglesia Católica". Tenía apenas 52 años, los mismos que yo cumpliré este año que entra.
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Becket hizo con su actitud, una de las protestas más apasionadas a favor de la libertad del espíritu humano, iluminado por la verdad, que un hombre puede hacer.
El cristiano puede vivir sin muchas cosas, pero no puede vivir sin la Verdad. Su pasión por la verdad debe necesariamente ir unida al amor por la libertad. Becket murió por seguir la verdad de su conciencia. Desde que fue Arzobispo, no se adhirió jamás a los dictados reales porque repugnaba su conciencia cristiana. Hacerlo le hubiera llevado a perder su libertad auténtica.
Murió por mantenerse firme. En la actualidad muchos políticos, incluso algunos que se llaman a sí mismo cristianos, hoy se oponen a que la Iglesia proclame la verdad sobre el hombre y la sociedad. Por eso, una vez más recordamos con admiración a este HOMBRE PARA LA ETERNIDAD, porque hoy más que nunca, se requieren hombres y mujeres que sean firmes y fieles en las pruebas como lo fue, Santo Tomás Becket, luminosa antorcha en medio de la oscuridad.
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Becket hizo con su actitud, una de las protestas más apasionadas a favor de la libertad del espíritu humano, iluminado por la verdad, que un hombre puede hacer.
El cristiano puede vivir sin muchas cosas, pero no puede vivir sin la Verdad. Su pasión por la verdad debe necesariamente ir unida al amor por la libertad. Becket murió por seguir la verdad de su conciencia. Desde que fue Arzobispo, no se adhirió jamás a los dictados reales porque repugnaba su conciencia cristiana. Hacerlo le hubiera llevado a perder su libertad auténtica.
Murió por mantenerse firme. En la actualidad muchos políticos, incluso algunos que se llaman a sí mismo cristianos, hoy se oponen a que la Iglesia proclame la verdad sobre el hombre y la sociedad. Por eso, una vez más recordamos con admiración a este HOMBRE PARA LA ETERNIDAD, porque hoy más que nunca, se requieren hombres y mujeres que sean firmes y fieles en las pruebas como lo fue, Santo Tomás Becket, luminosa antorcha en medio de la oscuridad.
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Para finalizar este post, dos vídeos contradictorios y clarificadores. El primero pertenece a la película antedicha, y es el relato de un hombre santo, consecuente y leal. El segundo, es un trozo de nuestra historia más reciente, que expongo sin querer juzgar, eso se lo dejo a Dios.
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4 comentarios:
Querido Arcendo: me ha emocionado este post, ya que Tomás Becket es uno de mis santos preferidos, como tú empecé a admirarle por la película, que todavía tengo grabada y luego estuve leyendo biografías suyas. Me impactó desde el primer momento su entereza, bien sabía él que siendo arzobispo tendría que enfrentarse a su amigo el rey.
Este es otro tipo de heroismo digno de resaltar y admirar, como haces en esta entrada. Hoy con tantos que se proclaman a los cuatro vientos como católicos para traicionar a la Iglesia y con ello al mismo Dios. Un ejemplo como el de Tomás B. es muy necesario.
Segun te leía, me parecía estar viendo la película de nuevo, antes de ver el video.
Del otro video qué te voy a decir, yo también lo publiqué un día, pero me da hasta reparo verlo porque una de dos o los juramentos no tienen el valor que siempre se les ha dado o no me queda más remedio que hablar de PERJURIO.
Y sí, que Dios le juzgue y que le juzgue también por todo el mal que hoy tenemos en España, el principal el ABORTO.
Besiños, querido amigo
Arcendo, ¡qué fuerte! Para no querer juzgar, ha quedado muy claro el mensaje con los vídeos. En fin, el que quiera entender, que entienda.
La exposición que hace Tomás durante su juicio no tiene desperdicio. Un gran ejemplo de coherencia, valor, y del lugar que Dios debe ocupar en nuestras vidas. El segundo video ni comentarlo. Mi gran decepción.
Me voy a dormir, te dejo besiños de buenas noches nos dé Dios y oraciones.
Sigo con las curas, lo bueno que tienen es que me hacen acostarme antes. no hay mal que por bien no venga.
Besiños y hasta mañana si Dios quiere
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