lunes, 25 de enero de 2010

EL TERCER TOMÁS…. ¡y el cuarto!.

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Que pena”, “esto es una asco”, “no sé donde vamos a parar”, “esto no tiene remedio”, “que tristeza”, “estoy desesperado”, “no hay salida”… etc., etc., etc….. ¡¡BASTAAA!!.
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¿Somos cristianos?...., entonces ese no debe ser NUNCA nuestro estilo, nuestra manera de comportarnos. NO debemos ser así, y si lo somos, entonces no hemos entendido NADA. ¡Somos unos quejicas, incapaces de atraer a nadie!, antes bien, si somos así, no me extraña que nos huyan.
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No hace mucho, iba yo por la calle, desgranando mi rosario en el bolsillo del pantalón, y tengo la costumbre, para que no se me vaya el santo al cielo, de recitar las Avemarías, susurrándolas entre labios.
Entonces, me sorprendí, cuando un cariñoso, pero enérgico manotazo en mi hombro, paró en seco mis rezos, al tiempo que alguien me espetaba:
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- “¡Pero que haces, hombre!, ¿Tan mal estás que ya, hasta hablas solo por la calle?”.
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Era el vigoroso saludo de un querido amigo-vecino, con el que de vez de cuando me tomó un cafelito. Mi respuesta no pudo ser más pedante, pero me salió así:

- Como decía Antonio Machado, “converso con el hombre que siempre va conmigo, porque quién habla solo, espera hablar con Dios un día.”
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- “¡Caray!”, me dijo mi amigo, “dejate de monsergas y vamos a lo que vamos, que hoy invito yo”
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Sin embargo, aún hoy, todavía ando dándole vueltas a aquella contestación que me salió y que ahora me suena tan…. peregrina.
Pienso que la explicación anda a caballo, entre una inconsciente vanidad, que de vez en vez me asalta (me tengo que corregir), y un mal impulso de “respetos humanos”, para eludir decir lo que estaba haciendo: ¡estaba rezando! (y también esto será motivo de corrección prioritaria).
Pero..., según escribo estas líneas, me viene a la cabeza, otra idea:
Y si también…, además de todo lo anterior, fuera esta inesperada y machadiana respuesta, una especie de inspiración divina, para meditarla hoy con vosotros...
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Hablar consigo mismo”, como decía D. Antonio, a la postre, no es tan malo. Pensemos un poco, en este caso, creo que lo que el escritor quería decir es que no debemos dejar de reflexionar hacia nuestro interior, hacia lo profundo de nuestra alma, para que todo aquello que diariamente vivimos nos sirva para enriquecernos, nos sirva para crecer, nos sirva para ser más. Creo que eso es lo que quería darnos a entender el poeta.
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Y… ¿No es ese mismo plan de vida, el que se requiere para alcanzar la santidad? Para ser santo no hay que hacer nada extraordinario, sino que hay que hacer extraordinariamente bien, las cosas comunes de todos los días.¡Vivir para crecer!, vivir en el bien y vivir haciendo el bien. ¡Vivir intensa y alegremente la vida!
Cada momento de nuestra vida debe ser el primer momento, el último momento, el único momento. Si no lo vivo yo así, con esa intensidad, con esa alegría, ¿a cuantos habré perjudicado? ¿ A cuantos no habré servido?
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Decía otro de los grandes, Rubén Darío, que “generalmente los hombres risueños, los hombres que saben decir las cosas sonriendo son hombres sanos de corazón
Todos esos momentos vividos con alegría, ayudan a descubrir al otro la alegría de saber de Dios. Sin mi alegría, quizás el otro, nunca sabrá de Dios.
A los cristianos siempre se nos ha dicho que debemos ser alegres, pero no siempre hemos sabido transmitir esta alegría. Y en el Evangelio no se nos para de repetir que ese es el camino. “Alegraos”, “Dichosos”….
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A primeros de mes, hablábamos aquí de un gran Tomás, del que celebrábamos su aniversario, Santo Tomás Becket, al cual le dedicamos un post (Ver enlace).
También la semana pasada, os hablaba del otro Tomás, el Apóstol “dudoso” (
Ver enlace).
Y hoy, como no se me agota el repertorio de los “Tomás”, os traigo a colación al tercero, otro de mis preferidos, Santo Tomás Moro, al que sin lugar a dudas, me atrevo a calificar como el Apóstol de la alegría.
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Tomás Moro (1478-1535), fue un modelo de santidad y buen humor, de hecho no lo perdió ni cuando el verdugo lo encapuchó para cortarle la cabeza. Le dijo que esperara para arreglarse y le rogó que no le estropeara la barba. Esa forma de ser no se improvisa, de hecho, conocemos de él, las bienaventuranzas de la alegría que escribió y que hoy, muchos siglos después, todavía conservan toda su vigencia:
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- Dichosos los que saben reírse de si mismos, porque no terminarán nunca de divertirse.
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- Dichosos los que saben distinguir una montaña de una piedra, porque se evitarán muchos inconvenientes.
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- Dichosos los que saben descansar y dormir sin buscarse excusas: llegarán a ser sabios.
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- Dichosos los que saben escuchar y callar, aprenderán cosas nuevas.
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- Dichosos los que son suficientemente inteligentes como para no tomarse en serio: serán apreciados por sus vecinos.
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- Dichosos los que están atentos a las exigencias de los demás, sin sentirse indispensables: serán dispensadores de alegría.
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- Dichosos ustedes cuando sepan mirar seriamente a las cosas pequeñas y tranquilamente a las cosas importantes: llegaran lejos en la vida.
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- Dichosos ustedes cuando sepan apreciar una sonrisa y olvidar un desaire: vuestro camino estará lleno de sol.
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- Dichosos ustedes cuando sepan interpretar con benevolencia las actitudes de los demás, aun contra las apariencias: serán tomados por ingenuos, pero éste es el precio de la caridad.
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- Dichosos los que piensan antes de actuar y rezan antes de pensar: evitarán muchas necedades.
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- Dichosos ustedes sobre todo cuando sepan reconocer al Señor en todos los que encuentran: habrán encontrado la verdadera luz y la verdadera sabiduría.
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Estas bienaventuranzas de Tomás Moro, mártir por lo que creía y hombre santo por lo que vivió, son y deben ser ejemplo de esa alegría cristiana que debemos tener.
Esa alegría de Santo Tomás Moro, que nosotros también debemos tener y presentar, es esa misma que rechaza el pesimismo y la queja, que evita el mal rollo, que llama al optimismo y a la esperanza, que envuelve y contagia. ¡Esa es la alegría de Dios!. Esa es la formula: Transmitir nuestra fé, desde la alegría, en toda circunstancia que nos toque vivir…, o sufrir.
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Esa misma alegría, sin miedos, que implica la obligación de no avergonzarnos de decir ¡que sabemos rezar!; como me pasó a mi; porque por muy “intelectual” que me saliera mi evasiva, entiendo que en aquel momento, dejé escapar una oportunidad de oro, para alegrar a mi amigo compartiendo con él, la fuente de mi alegría: ¡la oración!.
Todavía sigo aprendiendo de mis errores, ¡rezad por mí!... Por cierto, mi amigo, también se llama TOMÁS.
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María, Causa de Nuestra alegría, RUEGA POR NOSOTROS

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Pdta. Me queda en el tintero, Tomás de Aquino. ¡Amenazo…con volver!, jejeje.

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9 comentarios:

Militos dijo...

Esta noche me quedo en tu primer párrafo: "qué asco, que mal está todo, esto no tiene remedio..." y me quedo ahí porque nunca he querido admitir ese pesimismo y siempre veo algun rescoldo de algo bueno dentro de lo malo o malísimo de las cosas. No te voy a decir que siempre ande como unas castañuelas, porque tú lo sabes, pero en lo que veo a mi alrededor siempre encuentro lucecitas. No soporto las lamentaciones en general.
Creo que me veo peor a mi misma que a los demás y al mundo que me rodea, por eso creo que el mundo y España y hasta el Pp, han de tener remedio, aunque no sepamos cuando.

Besiños, este post se ve muy interesante, ya te comentaré.

No te enfades si te riño por lo del Rosario, eso hay que enmendarlo, lo mejor es sacarlo del bolsillo en todas partes para que no haya dudas.
Perdona que tenga tanta frescura, pero prueba y verás como es lo mejor.
besiños descarados, hermano pequeño

Angelo dijo...

Tengo que decirte que los lamentos a los que aludes al principio tampoco caben en mi mente de alguien que cree en Dios. Una cosa es aceptar la oscuridad y otra el quejarse de ella.En cuanto a tu cita de Machado, tengo que confesarte una vez mi admiración por la rapidez en contestar y en lo acertado de ella.Tomás Moro es uno de mis santos preferidos. Un abrazo

maria jesus dijo...

Pues vuelve, que es muy interesante y provechoso lo que dices

alter-ego dijo...

Arcen,en mi infancia veía a las abuelitas hablando solas y no sabía el porque.
Ahora en estos tiempos han cambiado,ver a una persona hablando sola uno piensa: ¡que mal está esta persona!
Somos muchos que hablamos solos,oramos y hablamos con Dios y no nos entienden nadie.
Nuestro ego no está solo.
Saludos.

Caballero ZP dijo...

Tienes razón Arcendo, aunque hay e reconocer que es difícil viendo el panorama de nuestro país y del mundo en general.
Saludos

eligelavida dijo...

Bonita anécdota. Quien más, quien menos, hemos vivido algo semejante. Esos ‘respetos humanos’ surgen a veces por la falta de tiempo para explicar a nuestros amigos o conocidos porqué hacemos determinadas cosas. Sin embargo, debemos comprender que las explicaciones sobran y no son necesarias la mayor parte de las veces. Edith Stein cuenta (en Estrellas amarillas) como un día visitando una catedral vio entrar a una mujer que fue derecha al sagrario, se arrodilló y estuvo un rato rezando. Este simple gesto la marcó para toda su vida.

Florencia dijo...

Me llegó mucho tu anécdota del rosario. Yo también soy de hacer esas cosas, ir rezando pero que no se note, con el rosario escondido, todavía no me ha tocado que alguien me haya preguntado que estaba haciendo, pero no sé que respuesta me saldría. Espero poder aprender a decir la verdad sin reparos. Porque mi excusa es no andar mostrando el rosario para q no los demás digan "uy que bien, va rezando!" o sea para evitar la vanidad, aunq creo q ya nadie pensaría eso, más bien dirán q estoy loca. De acuerdo con todos, creo q lo mejor es mostrar nuestra fe, siempre!!

Genial todo el post!!!! Lo de la alegría de los cristianos, que tema!!!! Totalmente de acuerdo!!!!
Y buenísimas las bienaventuranzas de Sto. Tomas Moro :-)

Un abrazo

CRIS dijo...

Hola Arcen, vuelvo después de un tiempo de ausencia en el que he estado disfrutando de mi bebé, nacido hace cinco meses.

Estoy contigo en que la alegría debe ser la característica principal de un cristiano. Muchas veces se nos olvida, es cierto, pero mira, voy a hacer una pequeña crítica...

Yo digo una cosa...¿donde encuentra un cristiano de a pie, un cristiano de los que no viven su fe intensamente y que su única práctica religiosa es ir a misa el domingo, el estímulo para estar alegre?

Se podría decir que, en el Evangelio, pero...ir a misa los domingos, es muchas veces, muy deprimente...un mero convencionalismo donde los que van apenas se implican, encuentran una predicación poco fresca y en general, se desconecta. ( Y hablo por experiencia no sólo de feligresa, sino conociendo la realidad de muchas parroquias de Madrid).

Muchas misas parecen auténticos funerales, a pesar de que su esencia, debería ser lo contrario, una fiesta...

Por poner un ejemplo, no sé si estuvieste en la celabración de la Eucaristía de la Familia en Diciembre, en la Pza. de Lima...

La celebración tenía todo para ser una gran fiesta, sin embargo, desde mi punto de vista, fue todo tan "políticamente correcto", tan encorsetado y tan preparado...que le falto, precisamente eso, alegría. Alegría que quedó reservada a pequeños destellos de intervenciones aisladas o experiencias personales.

Y esto lo digo de los que practican, los que no practican...ya...imagínate...y es que, el aburguesamiento se ha metido también entre los cristianos.

Yo creo que los cristianos debemos luchar por recuperar la frescura de un cristianismo alegre y esperanzado...lejos de la poltrona y posturas derrotistas; sin miedo a ser pocos o al qué dirán...

Jesucristo así lo hizo...y lo llevó hasta sus últimas consecuencias...

Los primeros cristianos, ya se sabe que fueron menú de muchos leones en el Coliseo...

Tantos santos y mártires...

Lo que yo pienso es que la fuerza para todo ello viene de lo alto...y que hoy día, tenemos los ojos demasiado puestos en la tierra y en nuestro ombligo.

Es una opinión personal...pero la verdera alegría, la que se transmite, creo que también viene de lo alto y nace de dentro del corazón, por puro don y agradecimiento.

Quizá eso es lo que debemos pedir a Dios para los crisitanos...más fe y más alegría para vivir el Evangelio y llevarlo a todos aquellos que no las tienen...y tanto las necesitan, empezando, por supuesto, por cada uno de nosotros.

Militos dijo...

Niño: tú es que corres demasiado, Yo acabo de llegar de mi médico semanal (menos mal) y todavía voy por este post.
las bienaventuranzas de Tomas Moro son divinas, sólo a él se le podían haber ocurrido. Todas habría que practicarlas, pero la que más me gusta es la de:
"Dichosos cuando sepan reconocer al Señor en los demás, habrán encontrado la verdadera luz y la verdadera sabiduría"

Reconozco que la de reirse de uno mismo es estupenda, aunque a mi me cuesta practicarla, por eso he cambiado la foto de mi perfil para ver si me acostumbro. Por de pronto ya se han metido conmigo, en Con Sin Nada, dos amigas tuyas y mías... esto va bien.

Besiños con retraso, Lohen de Cirene

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