ANTICIPAR EL REINO

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Una anécdota:

Después de una de mis recientes visitas hospitalarias, para volver a casa cogí un taxi. El conductor era joven y hablador. Me lo pasé bien con él. En la radio sonaba una canción de moda que fue motivo de una amena conversación. Después de un rato y unos cuantos semáforos, reparé que tenía colgado en su retrovisor un Rosario.. Me gustó tanto el detalle, que sin cortarme le dije:

- "Me gusta lo que tienes ahí colgado".

- "Es un Rosario", me dijo... Y rápidamente sin darme opción a réplica, apostilló:

- "Es mío..., y además lo rezo".

¡Me dejó estupefacto!, desde luego quedé muy gratamente sorprendido, hasta el punto que me salió espontáneamente un "¡Valiente!" de la boca, para luego continuar diciendo que compartía con él, esa preciosa devoción.

Afortunadamente, gracias a DIOS, se siente en nuestra Iglesia, en nuestras parroquias, incluso en las calles, un nuevo soplo de aire fresco. Como la del joven taxista, que no esconde su fe, antes bien la pregona. ¡Ya es hora de salir del armario de las naftalinas!, ¡Hay que desempolvar la fe, haciéndola VIDA!

Me gusta pensar, (y no creo que me equivoque mucho), que esta nueva corriente vivificante se debe al tsunami espiritual de ese gran santazo que fue Juan Pablo II. Su huella no solo es perdurable en el presente, sino también proyectable al futuro.

Juan Pablo que fue el Papa que acabó con el comunismo soviético, también fue el mismo que encauzó los seminarios, el que volvió a los orígenes la doctrina con la nueva edición del Catecismo y el Pontífice más avanzado socialmente de todos los tiempos. Todos esos frutos del amor de DIOS a través de este santo, hicieron que su persona fuera seguida por millones de jóvenes en todo el mundo.

Cada nueva Jornada Mundial de la Juventud, promovida por el beato se multiplicaba en número de personas y en entusiasmo, provocando un fenómeno de libre manifestación religiosa sin precedentes, que todavía hoy... se sigue repitiendo.

Benedicto XVI, es el digno sucesor de Pedro y también de Juan Pablo. Sigue su estela fielmente y la consecuencia primera es que, gracias a DIOS, la juventud sigue llenando iglesias como hace tiempo no ocurría. Hay nuevas vocaciones religiosas, hay más gente comprometida en la caridad y el amor a los demás, y eso es alentador.

La Iglesia es santa por su fundador y por la asistencia del Espíritu, sin embargo -porque así lo quiso Nuestro Señor Jesús-, es también una institución humana, es decir la Iglesia no está exenta de los vaivenes del mundo, con todos sus claro-oscuros.

Dicen que hay mucho malo, y lamentablemente es cierto. Tenemos mucho que corregir, muchas cosas por las que rezar, muchas personas por las que ofrecer. Sin embargo no todo es malo., también hay mucho bueno y cada vez más.

De todos modos, también hay que decir en honor a la verdad en lo que respecta a la juventud, que si uno se acerca a cualquiera de los templos, en las misas de entre semana, la afluencia juvenil es menor. Posiblemente se deba a los trabajos o a los estudios, pero es un hecho que me lleva a dar un ligero -cambio de sentido- al razonamiento inicial de este post.

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Últimamente, tengo la suerte de poder ir a Misa a menudo. Voy casi siempre a la misma hora. Sé que los que van, (igual que yo), están muy necesitados de DIOS. Vienen a estar con ÉL, a hablarle, a contarle, a alabarle, a pedirle, a consolarse, a alimentarse de ÉL.

Me gusta fijarme en los rostros de las personas que me acompañan, me siento muy hermanado con todos, muy identificado, rezo por sus intenciones y por sus almas, aunque solo les conozca de vista.

Abocetaré un poco el panorama para luego expresar mi idea: La verdad es que a esas horas casi siempre somos los mismos, exceptuando algún agregado puntual, hay muy poca gente joven.

Viene siempre un señor mayor muy arreglado y corbateado. Luce en la solapa una insignia legionaria. Su porte elegante y su cortesía con las señoras denota una educación exquisita, que verdaderamente llama la atención, por lo inusual.

También son habituales dos señoras, de las del barrio "detodalavida", que son las que hacen las lecturas de la misa, y se apresuran a pasar el cepillo y a cantar cuando es necesario.

Así mismo, viene otra señora viejecita, ayudada por su bastón, que da verdadero miedo, que no se despeñe desde la altura de unos tacones vertiginosos, que denotan un pasado coqueto del que es difícil desprenderse. Estos y algún que otro más, siempre se quedan a la Misa.

Luego existen los que yo llamo..., feligreses itinerantes. A veces he visto pasar a algún ejecutivo, portafolio en mano, pasar a hacer una breve visita al Sagrario. También al ciego que vende cupones en el quiosco de enfrente y a una chica discapacitada mental con su madre anciana, que se paran unos minutos delante del Cristo de la entrada y alguna mañana echan unas monedas en "el pan de los pobres" y encienden alguna que otra velita. Eso sin contar, al indigente de la entrada, que más de un día, no se resiste a pasar dentro, para resguardarse del "fresco" matutino, cada vez más recio.

Este es el paisaje -con alguna que otra variación- de un día corriente, en mi parroquia. Y ante ese "espectáculo", que alguno puede calificar de desolador: Viejecitos y viejecitas, cojos, ciegos, discapacitados, pobres y enfermos (como este, que esto escribe)..; cabe la pregunta:
¿Es este el poderoso ejercito de DIOS?... Respondo con presteza: ¡Pues SÍ señor!, al menos es parte muy honrosa de el.

La Iglesia efectivamente son todos los miles de jóvenes, pujantes, radiantemente alegres que llenan cada vez en mayor número las Jornadas Mundiales de la Juventud, pero también la Iglesia es toda esa "panda" de necesitados, que a veces el mundo desprecia, a los que DIOS acoge y quiere de forma muy especial:

"Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os haré aliviaré". Mateo 11:28-29.

Esta es una de las tantas maravillosa paradojas de DIOS, el todopoderoso se hace presente -sobretodo- en la pequeñez y en la debilidad, -precisamente-, el acontecimiento de Belén que conmemoraremos dentro de poco, es la mayor prueba.

Mi última llamada del post es a la Madre, a la consoladora de los afligidos, a la que es.. Salud de los enfermos, a la causa de todas nuestras alegrías, a la que es antetodo ESPERANZA nuestra.

A ELLA le  pido que nos ayude a todos, a vivir el presente sea cual sea, y sea como sea en permanente ¡Adviento!; en constante espera del próximo retorno del Señor.

Rogándole que todos los acontecimientos que nos toque vivir, (por muy atormentados que vengan), nos ayude a transformarlos en obras de luz, que nos ayuden a nosotros y a los demás, a anticipar el REINO de verdadera PAZ y AMOR que tanto anhelamos.

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