AMARRADO A UNA SILLA ENGAÑOSA.

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Cuando la situación nos obliga a andar a tientas, porque no se ve nada, y ese momento se alarga en un tiempo que a nosotros nos parece interminable, es fácil desalentarse, desesperanzarse, pensar que la luz no existe, que nuestra búsqueda siempre será baldía.

Es en ese momento precisamente cuando puede venir la peor de las tentaciones, es cuando entramos en ese estado de decaimiento anímico cuando somos atraídos irremediablemente a -ocupar-, a hacer nuestra... la silla de la víctima.

El método de comprobación infalible para saber si ya estamos apegados a ese banco es cuando empieza a rondar por nuestra cabeza el famoso "¿porque a mi?""..., es como si "necesitásemos" ser víctimas por un ratito..., o por toda la eternidad.

Ser víctima, a primera vista puede resultar ser muy seductor. Dicho de otro modo, elegir como himno personal el sanferminero “pobre de mí” que cantan los pamploneses con tono lastimero, es muy rentable.

Ocupar el espacio de la víctima es muy fácil, no hay que hacer nada. Es muy cómodo y siempre nos asegura la comprensión y la solidaridad de muchos. ¡Pero cuidado!, esa "silla" es la más quebradiza de todas, tiene las patas hechas de humo.

No nos engañemos, para que en nuestra vida se produzca la novedad que teóricamente decimos esperar y querer, hay que sentirse creadores de posibilidad, en lugar de  inoperantes victimas.

Además, yo sé, que de seguir amarrado a esa engañosa silla, más tarde o más temprano..., la vida (DIOS) me va a pedir explicaciones de tanta comodidad.

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