martes, 4 de diciembre de 2012

¿CONCLUSIÓN?


El otro día un buen comentarista de esta HOJA me apuntaba que mi lucha contra mi enfermedad, le recordaba al sacrificio que Abraham tuvo que hacer a DIOS con su hijo.
Ciertamente me sorprendió tal afirmación porque coincidentemente es algo en lo que yo también pienso, bastante a menudo.

Me identifico con aquel pasaje, sin embargo lo más curioso de todo es que confluyen en mi persona los dos papeles, el de Abraham y el de Isaac, ejecutor y víctima.
Sin embargo, he de reconocer que en estos momentos me veo más como el Patriarca, subiendo una árida cuesta, a veces con la angustia en el cuerpo, sabiendo que lo que me toca hacer, que lo que DIOS me pide, me duele, no me gusta... nada.
Pero sobretodo me preocupa la incertidumbre, el no saber, si DIOS en un momento determinado mandará algún ángel (acontecimiento) que pare al cuchillo (bisturí) que se cierne sobre mí. Realmente es una situación dura.

Esta claro que las enseñanzas bíblicas tienen siempre una solución en DIOS. El que confía, perseverando hasta el momento final, nunca sale defraudado. Sea cual sea el resultado siempre es positivo, porque DIOS PADRE siempre está detrás.
De todos modos, hay también otro hecho bíblico que también recientemente me ronda, con frecuencia. Ahora me siento muy ligado a la peripecia de aquellos dos de Emaús. El relato de lo que les ocurrió, siempre me gustó pero ahora es como si lo viviera más en primera persona.

A veces, mi poca fe, me hace sentir como esos dos discípulos en franca huida de Jerusalem. Tristones, con la sensación de que todo terminó, de que todo es pasado, de que no hay vuelta atrás, de fracaso. ¡Las cosas no han podido ir peor!, me digo.
Es entonces cuando el camino se hace más insoportable, más agotador. Y uno se cansa y la noche, lo oscuro, parece echarse encima. Y entonces.... nos da miedo seguir.
Miedo de la oscuridad, de lo desconocido, de lo que aún nos queda por andar.

El ir solo, por libre, tiene excesivos riesgos, (sobretodo el de una angustiosa sensación desesperada de que nada tiene solución), por eso el Señor que nos quiere, ¡Siempre nos sale al encuentro! Parece que nos está esperando y al primer paso aprovecha para colocarse a nuestro lado. Como un compañero más en la marcha.
Y nos acompaña... sin ruido, sin alardes, sin estridencias. Y lo primero que hace es preguntar, interesarse por nosotros: siempre espera que cada uno le cuente sus tristezas, sus miedos, sus problemas. Y casi sin querer, surge el diálogo que nos transforma. ¡DIOS es un gran conversador!

A aquellos dos del camino de Emaús, les ocurrió algo así. Ellos vacían su corazón y su angustia con ÉL. Al principio no entendían nada. No comprenden por qué las cosas no salen como ellos esperan. Son los “planes” que ellos tenían. Los hombres siempre tenemos “nuestros planes”. Y tardamos, en entender que los “planes” de Dios, frecuentemente, son otros y siempre son mejores que los nuestros.
Pero el Señor, nos ofrece su Palabra y con ella llegan todas las soluciones. El truco está en aprender a escucharle, para luego acabar reconociéndole.

Así debería ser nuestra experiencia con DIOS, a la luz de la Biblia.
En aquel primer relato de Abraham que comentábamos al principio, DIOS PADRE no se hace notar hasta el extremo.
Aquí en este otro del Nuevo Testamento, Jesús aparece cuando aparentemente YA ha pasado todo y nada tiene solución.
La observación de ambos casos nos enseña que, aunque todo parezca un fracaso, una derrota, aunque todo parezca perdido, DIOS tiene SIEMPRE la última palabra.

Las enseñanzas de estos dos pasajes y de todo el Libro Santo en general, son principalmente de confianza y de escucha. Una escucha atenta y activa que comienza por un diálogo íntimo y personal con ÉL, donde le contaremos lo que nos está pasando, aunque Él lo sepa y luego escucharemos  SU PALABRA, y la intentaremos poner en práctica.

A pesar de las tentaciones que me hacen pasar algún mal rato, os puedo decir que su presencia es transformadora. Si le rogamos, como hicieron los de Emaús, que se quede con nosotros cuando anochece en nuestra vida, nuestro corazón acabará ardiendo de AMOR por su presencia. A su lado nada temeremos, la muerte es la gran derrotada. La gran conclusión, es... que no hay conclusión:

¡Mi Señor Jesús.., ¡ha resucitado!

*    *    *    *    *

7 comentarios:

Militos dijo...

Querido hermano: no acabo de entender tu post ¿Cómo que no hay conclusión? tiene que haberla, no me dejes con esta duda. En estos momentos me quedo como los de Emaus y nuestro padre en la fe.

BESIÑOS HERMANO DEL ALMA.

gosspi dijo...

Me recuerdas a una situacion parecida que vivió mi madre cuando mi hermana con 23 años le diagnosticaron un cancer , un Hodking ( no se si se escribe asi) y mi madre le decia al Señor:" Tu me la diste y si quieres te la doy de nuevo...tuya es.....pero mandame un angel, quieres?"...y aunque estaba en 4 fase...no le quitaron el bazo, que suelen hacerlo en esos casos..y salió curada...vaya si le mandó el angel!! El, como siempre siempre manda sus angeles....Animo El está Vivo y a nuestro lado.....Se avliente eh? El te Ama tantisimo.....

Militos dijo...

Quisiera tener la fe de Gosspi.

Señor auméntame la fe!!

Gracias gosspi.

BESIÑOS ARCENDO

Rosa dijo...

¡Mi Señor Jesús.., ¡ha resucitado!

Ya lo explicaste todo, ríndete a sus planes y no tengas miedo, es nuestro Padre, nada te va a faltar...

Mahler, la 5ª de Mahler, muchas gracias.

Un abrazo muy fuerte.

ARCENDO dijo...

Querida Mili, Rosa ya contestó a tu pregunta.
Agradecido a TOD@S.

Ailyn dijo...

Efectivamente no hay conclusión=final, la vida eterna no tiene fin.
Nuestras almas de cada humano, siempre nace para la eternidad.
Y la unica respuesta es confiar en Nuestro Buen Dios.
Muchos saludos Arcendo
Dios te bendiga

Boss dijo...

Cuánto nos está enseñando el Señor a través de tí Arcen.
Aire fresco, agua fresca...VERDAD, yo veo la huella del Espíritu Santo en tus palabras.

Si tienes al Espíritu Santo, lo tienes todo.
Te veo bien, muy bien.

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